Porque dice Mateo 30, empezando el versículo 69, que cuando ellas iban de vuelta para el pueblo, por el camino unos guardias se les adelantaron para ir a decirle a los principales sacerdotes todo cuanto había acontecido. Ellos, reunidos con los ancianos, recibieron mucho dinero porque esa era la recompensa que habían anunciado en el propio templo. Eso no lo digo yo, ¡eso lo dice La Biblia!
Y sigue contando Mateo que todo había empezado cuando los discípulos que habían venido de noche, hurtaron el vino, estando los soldados dormidos. Y cuando esto lo oyó el gobernador, que era romano, y eso se los digo yo, no Mateo, porque él a veces no sabía echar bien el cuento y se le olvidaban esos detallitos que son importantes de saberlos, para poder comprender los anales de la sagrada historia. Fin de fines que terminó pasando que un grupo de los discípulos agarró el camino a Galilea, al monte que Jesús les había ordenado.
Pero, y bien lo dijo Él mismo, no solo de pan vive el hombre, y en el camino observaron unas gallinas que se habían escapado de un corral y tomándolo como señal de los cielos, las agarraron por el pescuezo, rogándole a Dios les diera la suficiente fuerza para apretarlas y que no hicieran bulla y los fueran a acusar de ladrones, así fue como las pudieron echar en un saco y siguieron su camino hasta llegar donde pudieron prepararlas para recuperar sus fuerzas y poder continuar divulgando la palabra del Señor Nuestro Dios. Por eso es que yo cuando veo en los campos una gallinita que cruza mi camino, entiendo que es Él que me la pone para poder seguir predicando sus enseñanzas entre todos ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
¿Cómo dices tú? ¿Que Mateo no llega sino hasta el 28? Esas son herejías tuyas y esa Biblia que me estás enseñando ¡seguro que le arrancaste esa parte para quererme hacer quedar como un robagallina! ¡Vade Retro Belcebú!
Las líneas anteriores bien podrían ser una parábola contemporánea de nuestra casta política y su extensa corte de fanáticos empoderados, para los cuales no hay mejor senda para conseguir la paz de sus espíritus que jalear con fervor a sus “dirigentes”. No han sido escasas las voces que, con la más sana de las intenciones, han alertado por largo tiempo sobre los errores y peligros de ciertas acciones; la descalificación, en todas sus manifestaciones, ha sido la respuesta invariable. Descolocado, agente del G2, ignorante, guerrero del teclado, y por ahí siga sumando, y multiplicando, para tener un pálido panorama del escarnio al que hemos sido sometidos todos aquellos que tuvimos la osadía de rozar con una propuesta, una observación o un comentario, a cualquiera de los tantos desbarres cometidos por la casta en estas dos inacabables décadas de pesadilla roja-rojita.
De no ser tan terrible el calvario que ha vivido, y vive, Venezuela podría ser risible la actuación de esta tropa de payasos bien hablados y dudoso gusto en el vestir. Engolan la voz, disertan con gesto de académicos apoteósicos, asumen pose de vestales ofendidas que defienden su virtud con heroicidad, van de tarima en tarima justificando bailantas que ni el finado Amador Bendayán en su buena época sabatina, llaman a la concordia con los hermanos chavistas honrados… ¡De vaina ofrecen la virtud de la morrocoya de Rosinés!
Mientras tanto siguen, cual pájaros de mal agüero, posados en sus respectivas ramas, dale que te pego con sus plegarias citando a Mateo 33, y a Juan 28 y a Lucas 69. Después de todo, ellos siempre han dudado de la inteligencia de la audiencia y por eso nos irrespetan con sus aires doctorales de quincalla, para tratar de inundarnos con su basural retórico. Dios los perdone, porque el país solo se ocupará, llegado el momento, de sentarlos ante la ley acompañando a sus amados hermanos rojitos.
© Alfredo Cedeño
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