Santa Evita embalsamada parece resucitar en el sur de América, con su mensaje de autoritarismo, corrupción, falsos nacionalismos y políticas económicas destructivas. Vuelta a un pasado nunca superado, basado en las creencias e ideas de un peronismo invencible o mejor dicho, nunca enfrentado en su verdadera fortaleza, el populismo que torna completamente irresponsables a los ciudadanos argentinos. El triunfo del kirchnerismo muestra, al que quiera ver, que la falla reciente, más allá del gradualismo, fue omitir, no enfrentar, la hegemonía cultural del peronismo, que ha hecho creer al 46% de los argentinos que basta el retorno al poder de Cristina y su banda, para encontrar una escapatoria, eludir el esfuerzo y necesidad de reconstruir la economía argentina. Macri, al igual que la mayoría del liderazgo liberal latinoamericano, prefiere enfrentar el marxismo-populismo con las armas racionales que le otorgan las políticas públicas y el redireccionamiento de las instituciones, obviando la verdadera batalla que siempre y cada vez más se realiza en el campo de las ideas. Ningún arreglo económico cambiará las ideas predominantemente socialistas de los latinoamericanos, si no se realiza una batalla frontal contra ellas, si no se privilegia la responsabilidad individual que tenemos que asumir para reconstruir nuestro mundo. Las instituciones se diseñan con base en ideas, son el resultado de ideologías, son entidades portadoras de valores, no creadoras de valores, las creencias están en otra dimensión, en el interior de cada ser humano.
Los argentinos depositaron votos por líderes que no se molestan en ocultar, ni negar su corrupción, sus crímenes contra la oposición, se presentan ante los tribunales con una gran sonrisa y descaro, cubiertos de joyas y pieles, a negar las evidencias incontrovertibles de su amoralidad. Es la imagen del líder chavista frente a la represa del Guri aduciendo su total inocencia y disfrazándose de oveja, ante las sentencia del gobierno americano.
Poca gente sabe que en Argentina la principal batalla se libra por imponer y mantener las ideas peronistas, el poder total del Estado, el corporativismo, la desaparición del individuo, el enriquecimiento sin control y sin castigo de los líderes del peronismo. Existe un instituto responsable de la propagación de las ideas peronistas, La Escuela Superior Peronista, ESP, que de forma incansable trabaja en la corrosión de las mentes de los argentinos para sembrar el peronismo en las masas.
El error fue pensar que se podía contar con el apoyo de los argentinos para realizar la dura tarea de reconstruir la economía, sin tocar sus ideas. En realidad esta misión pudo haber sido efectiva si se hubiese acompañado por una gran batalla contra la hegemonía cultural peronista-populista. Esta ofensiva no se libró, las ideas peronistas quedaron al margen, subestimadas, mientras que racionalmente se pretendía salvar al país con políticas públicas, que no llegan al corazón ni al cerebro de los argentinos, aun si hubiesen sido plenamente exitosas.
Sin embargo, no es desdeñable el hecho de que el 33% de los argentinos comiencen a creer en sus responsabilidades, logren expulsar de sus espíritus y conciencia las promesas de Perón, la imagen de Evita pronta a resucitar, demostrando que el peronismo puede derrotar las ideas liberales más preclaras.
Una vez más, para intentar escapar del maleficio latinoamericano es imprescindible entender que la primera línea de batalla en nuestros países hay que ganarla en la conciencia de los ciudadanos, en la opinión, en las creencias. El dogmatismo socialista a veces parece inexpugnable, no se rompe con estadísticas, mejoras del PIB, tal como mostró Piñera en Chile al terminar su primer gobierno, increíblemente los chilenos volvieron a apostar por un socialismo que no se daba por vencido. Fue menester hundirse de nuevo en la oferta destructiva y lastimera socialista para que se entendiera que el camino era otro, era la responsabilidad individual, el esfuerzo de cada uno, la lucha por ser productivos y mejores, competencias dentro y fuera del país y así poder aislar la eterna repartidera y pudiera Piñera volver.
La suerte de nuestro Plan País depende en gran medida de entender y practicar una lucha franca y sincera contra la hegemonía cultural del socialismo, que se disfraza de superioridad moral porque recurre al reparto, la dádiva, la lástima que convierte al débil en su presa. Desprecia todas las potencialidades y responsabilidades que debe y puede ejercer cualquier individuo de estas comarcas. Es el tiempo de asentar una nueva narrativa que mude los objetivos centrados en la defensa irrestricta de los derechos a la adopción de plenas responsabilidades individuales. Paradójicamente, Argentina mostró el camino.