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Sanitas del movimiento

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Danza libre. Isadora Duncan

“La danza es la metamorfosis en acción”, dijo el poeta y teórico de la danza francés Paul Valery. Afirmación que puede ser vinculada con el pensamiento de la bailarina venezolana Sonia Sanoja cuando se interrogó a si misma: “Si uno está en constante vibración, ¿qué quiere decir lo estático?”. Esta noción de cambio continuo ha llevado a las artes del movimiento a ser valoradas como profundamente transformadoras de realidades y existencias. Es el cuerpo humano en permanente revisión y mutación, que ha producido efectos regeneradores en individuos y colectividades.

Bien sea considerada dentro de la concepción del arte por el arte, libertaria y evasiva de sistemas y tendencias establecidos, o de alguna de la vertiente del realismo social, comprometida con principios ideológicos en busca de reivindicaciones sociales, la danza como hecho escénico ha procurado como ideal la exaltación del cuerpo y la elevación del espíritu.

El romanticismo francés del siglo XIX legó la estética imperecedera de la bailarina ingrávida, símbolo fundamental de un movimiento artístico escapista y recuperador, que procuraba afanosamente un reencuentro con la dimensión espíritual del ser humano por sobre el racionalismo, tenido como excesivo, preconizado en la centuria anterior.

Danza expresionista alemana. La mesa verde, de Kurt Jooss

Las vanguardias artísticas de principios de la siguiente centuria, anunciaron una renovadora era creativa en Occidente. La danza escénica vivió procesos inéditos tras el logro de una expresión acorde con los tiempos de establecimientos de ideologías, violencia por los conflcitos bélicos, pandemias y crisis políticas, económicas y sociales. Llega así la modernidad a la danza a través de la configuración de un ballet moderno reflejo de las circunstancias del momento y en contraposición con el espíritu del divertimento anterior, y la danza libre, promulgada por mujeres agueridas y libres de pensamiento, que anunció el retorno a visiones del cuerpo humanistas, auténticas y carente de afectaciones.

Las guerras mundiales trajeron destrucción y graves afectaciones en todos los órdenes. Las artes una vez más cumplieron su misión reparadora de la sociedad. En el contexto alemán, la danza expresionista -junto al teatro, la música, las artes plásticas y el cine- propició una reflexión colectiva sobre el belicismo, sus causas y sus consecuencias. El expresionismo  no fue un arte para la contemplación, sino para el juicio crítico y la toma de conciencia.

Danza moderna estadounidense. Lamentation, de Martha Graham

Simultáneamente, y dentro del contexto de la sociedad estadounidense, anunciada como abierta y expansiva, surgía la danza moderna, cuyo antecedente más inmediato fue la citada danza libre. Nuevas consideraciones sobre el cuerpo escénico surgieron sobre bases creativas y científicas propias. Conceptualmente, apuntaba a reinterpretar el gentilicio de Estados Unidos desde las particularidades de sus origenes, sus fortalezas y sus debilidades. Los lenguajes de la danza moderna, que abarcaron desde el más abigarrado dramatismo hasta la más depurada abstracción, buscaron identificación con el ciudadano americano, sus valores y creencias, muy especialmente el perteneciente a las grandes urbes de la primera mitad del siglo XX, logrando su universalización.

La danza moderna tuvo a principios de los años sesenta una reacción a sus propios preceptos dentro de su específico ámbito, por parte de la generación más joven formada dentro de ella. Fue la nombrada danza posmoderna o nueva danza, que irrumpió un tanto marginalmente a fin de postular la recuperación de los prinicipios de libertad y auteticidad corporales. Expresiones y técnicas alternativas orientadas a recobrar el gesto lúdico y espontáneo a fin de retornar al movimiento como revitalizador de impulsos originarios.

El butoh japonés, arte escénico desarrollado como experiencia sanadora de la devastación ocurrida como consecuencia de los bombardeos de Hiroshima-Nagasaki, mostró a través de personalidades de sobreacogedora expresividad la profundidad de dolor colectivo. Cuerpos blanquecinos, torsos arqueados, manos crispadas y rostros desencajados, eran los gestos visibles de una conmoción interna.

Butoh. Kazuo Ohno

 

América Latina fue progresivamente reeceptora de estas vastas influencias, a las que incorporó sus tradiciones ancestrales, su historia, costumbres, conflictos y crisis, hasta conformar manifestaciones de danza teatalizada poseedoras de reconocibles sentidos de  identidad.

A través de la evasión o el compromiso,  la catarsis o el abstraccionismo, la danza escénica ha sido históricamente un instrumento de sanitas individual y colectiva.

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