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Sanciones

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El tema de las sanciones, que durante muchos meses no ha sido el primero ni principal motivo de interés entre el público en general, ahora está tomando una nueva dimensión en tanto y cuanto la cosa ya está afectando en forma directa e importante al venezolano de a pie que –en última instancia– pudiera ser el beneficiario y al mismo tiempo víctima de las consecuencias. Beneficiario en la medida en que el cese de la usurpación y regreso a la institucionalidad puede traer un alivio a las difíciles circunstancias que hoy se padecen. Víctima por cuanto las consecuencias de las sanciones dificulta aun más la diaria lucha por sobrevivir.

Lo dramático del asunto es que la parte mala se siente ya y la parte positiva recién pudiera verse a mediano plazo siendo que una importante proporción de nuestros compatriotas necesita resolver ya el dilema de la próxima comida para su familia. Es en esa contradicción que se apoya la usurpación cuya única “política social” consiste en proveer en forma espasmódica una cantidad cada vez menor, menos frecuente y más escuálida de cajas CLAP. Paralelamente, Guaidó & Cía. tratan de insuflar ánimo y explicar que “próximamente” habrán cambios favorables. Es difícil atender la convocatoria a un acto de masas cuando esta se dirige a quienes ese día no han podido desayunar y de paso serán expuestos a una represión excedida.

La gente del común no tiene ni oportunidad ni mayor interés en escuchar las declaraciones de Trump, Abrams, Pompeo  o Borrell, que de paso son silenciadas en los medios locales. Quien tiene que amanecer en una cola o caminar hasta su trabajo no tiene tiempo para enterarse de la novela de Delcy y su accidentado paso por el aeropuerto de Barajas.

Lo que sí tenemos claro los venezolanos es que entre los muchos aliados importantes que ha cosechado el interinato de Guaidó hay un grupo que está dispuesto a emitir frondosas declaraciones y otro que está centrándose en medidas concretas destinadas a propiciar un cambio. El primero es la Unión Europea, más inclinada a la proclamación que a la acción. El segundo es el gobierno de lEstados Unidos, cuyas decisiones ya tienen un efecto visible y decisivo para el curso de los acontecimientos. Ambas versiones tienen por objeto provocar un descontento interno que derive en protesta popular generalizada, apoyada por la acción sostenida de la comunidad internacional para generar condiciones de insostenibilidad para el régimen dictatorial. Hasta el momento la amenaza de represión, el apoyo militar y el tradicional pacifismo del gentilicio nacional han impedido que toda esa presión se traduzca en el colapso de la dictadura.

Sin embargo, es evidente que las medidas sancionatorias más recientes –especialmente de Estados Unidos– colocan a Miraflores y sus cómplices en una situación económica y políticamente crítica, lo cual se evidencia con la contradicción entre la afirmación de Maduro de que pudiera estar dispuesto a dialogar con Washington y lo que dice Diosdado, quien enfatiza que él y Tareck el Aissami no están dispuestos a acuerdo alguno. Pareciera que los actores principales temen que en el momento menos pensado unos u otros puedan ser fichas de cambio en algún acuerdo de salida. Tengamos presente que en política la lealtad no es la virtud más abundante y también aquella  urticante frase de que “los militares son leales hasta que dejan de serlo”.

Por el momento, la interpretación de algunas señales permiten albergar alguna esperanza de que quienes aún apoyan al madurismo/chavismo (Rusia y China) pudieran estar pensando acerca de si tal apoyo vale el alto precio que su vocación de grandes potencias también imperiales se justifica. Se informó que a causa de la sanción a Rosneft Trading (subsidiaria de la gigante rusa Rosneft Oil) produjo una baja inmediata de 4,5% en la cotización de las acciones de su matriz. Ello afecta no ya solo a Venezuela sino que Putin no debe estar muy contento y de allí que sea posible especular que la reciente visita relámpago del canciller Lavrov pudiera haber sido para deslizar la advertencia a Miraflores de que “se acabó lo que se daba”.

De la misma manera, podríamos interpretar la nueva cautela y muy mesurado discurso de la dirigencia china, que ha suspendido nuevos desembolsos y proyectos al tiempo en que renuevan su deseo de disminuir la alta y riesgosa exposición que tienen en Venezuela. Es cierto que ellos tienen músculo para aguantar, pero también es cierto que luego de décadas de constante expansión están teniendo que lidiar con una visible desaceleración y hasta la sobrevenida crisis del coronavirus que requiere ajustes internos cuyas repercusiones son globales.

Así pues, en resumen,  como dijo el muy folklórico presidente Herrera Campins, «habrá que ponerse las alpargatas porque lo que viene es joropo”.

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