Sabíamos que el 23 de julio era un mal día para votar. Y lo fue. Resulta difícil explicar el resultado final y todavía estamos tratando de entender el fracaso de todas las casas especializadas en encuestar a la población. Hasta los más prestigiosos gurús de la sociometría española se equivocaron. Fueron unas elecciones convocadas a contrapié de la sociedad y el resultado final se enmarca en esa anomalía. No lo estoy cuestionando, tan solo lo enmarco en lo accidentada que fue esta convocatoria.
Ante estos resultados, que nos abocan más a un bloqueo y repetición que a cualquier otra cosa, merece la pena profundizar en la estrategia equivocada que la derecha sociológica ha tenido en materia de educación y comunicación en las últimas décadas. Los dos motores que conforman el paradigma de pensamiento de los españoles se dejaron durante años a la izquierda. Solo así se explica que un político como Sánchez, un aventurero que ha hecho de la mentira su herramienta habitual, pueda salir airoso de una consulta que debería penalizarlo. Al fin y al cabo, ya sabemos que sus aliados son los golpistas de Esquerra y los filoetarras de Bildu. ¿En qué idea de España trabajan o viven quienes han vuelto a dar su confianza a Sánchez?
Feijóo anunció que va a intentar gobernar. Lo tiene difícil. Cuando se escrutan los posibles apoyos, tan solo aparece una improbable abstención del PSOE del «no es no», o un apoyo sin condiciones de Vox, Coalición Canaria, UPN y PNV. También complicado. Pero hace bien reivindicar el derecho de la lista más votada a intentar gobernar. La regeneración de España lo merece.
Sánchez ha abatido tantos consensos que no le importará incumplir uno más. Intentará gobernar él. Es cierto que también es harto complicado su pacto con todas las excrecencias políticas que quieren romper España. Solo prometiéndoles lo imposible podrá repetir Gobierno. No le arriendo la guanacia: la UE le va a exigir un rigor económico que hasta ahora desconocía y tendrá que encajar los referéndums de Cataluña y Vascongadas sin que haya un levantamiento ciudadano en el resto de España. Queda el consuelo de que en el Senado la mayoría será para el PP y algo se podrá hacer desde allí. Queda también la lección, partiendo de la experiencia del Senado, que la centroderecha solo puede gobernar si se presenta unida.
Cierro tarde la edición de El Debate, que, en realidad, está en alerta permanente. Lo hago con sabor agridulce. No tanto porque gane uno u otro, como que no acabo de desentrañar el enigma que nos acompaña: mi nación, mi país, mis compatriotas, yo mismo, no tenemos todavía claro lo que es España. Seguramente que en las próximas semanas conoceremos nuevos detalles de este día imposible y aprenderemos a entender lo que realmente se esconde en las entrañas del pueblo español.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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