Todos los venezolanos recibimos con mucha emoción la noticia de la pronta canonización de José Gregorio Hernández. La esperábamos desde hacía muchísimo tiempo, pero como los planes de Dios son perfectos, se ve que era justo ahora cuando más necesitábamos ser bendecidos con esta sorpresa.
El hecho de que sea nuestro primer santo, laico, además, nos ayuda mucho en estos momentos. Su santidad lo hace modelo de todos, pues si es santo lo es por sus virtudes, las cuales deberíamos imitar. El que fuera laico nos afecta también a todos, pues la mayoría lo somos. José Gregorio nos enseña a ser buenos profesionales, buenos ciudadanos, buenos amigos, hijos, padres, madres, hermanos, pues él fue todo eso.
Sus muchas virtudes las alcanzó en grado heroico y a eso debemos aspirar. No debemos conformarnos con ser “medio buenos”: tenemos que aspirar a más, y eso es ser santos. Ser generosos, trabajadores, alegres, sinceros, serviciales, estudiosos, rectos en el buen obrar, amigables son, entre tantas otras, virtudes que un santo ha alcanzado en grado elevado, que eso significa heroico. Esto, además de las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, así como la fortaleza, la justicia, la templanza (moderación) y la prudencia.
Las virtudes son como un ramillete amplio de flores frescas que todos podemos adquirir si, con la ayuda de Dios, nos lo proponemos.
Una de las cosas que esta futura canonización me ha hecho pensar es que tenga lugar en los tiempos que vivimos. José Gregorio vivió en tiempos de dictadura: murió en ella, y fue santo no a pesar de ella sino en virtud de esos tiempos. Esto nos debe hacer reflexionar. No hay tiempos ideales para ser santo. Los tiempos que a cada uno le toca vivir son los tiempos para ser santos. Hemos de ser buenos en medio de las circunstancias que vivimos, santificando lo que nos toca vivir, en el más mínimo detalle. Si la crisis es agobiante, es precisamente esa crisis la que nos debe hacer santos, afectando nuestra actitud interior hasta cambiarla.
Podemos elegir una virtud para vivir y veremos que, como un racimo de uvas, esa virtud traerá consigo a muchas otras, pues si somos sinceros, por ejemplo, también seremos fieles a nuestros seres queridos y a nuestros amigos. Lo mismo sucede con los vicios. Si nos acostumbramos a mentir, seremos poco transparente en nuestras relaciones. No seremos nobles; no seremos fuertes, pues no logramos autocontrolarnos; no seremos tampoco justos, pues no seremos fieles a nuestros compromisos con la gente. Por eso un santo tiene muchas virtudes, pues de una sola dependen muchas otras. Todas se interrelacionan. Intentemos, pues, fortalecer una virtud repitiendo muchas veces los actos que la constituyen, y veremos cómo nuestra vida cotidiana mejora. Veremos cómo seremos más felices, autodeterminándonos cada día más al bien, mejorándonos nosotros y sirviendo mejor al prójimo, algo que José Gregorio hizo admirablemente.
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