Una de las acciones de “Teruel existe” consiste en salvar los pequeños bares que existen en los pueblos que sufren el despoblamiento. Es una ciudad de Aragón en donde muchos de sus ciudadanos, cansados de esperar las respuestas de Zaragoza o de Madrid, decidieron actuar de manera organizada por el desarrollo sostenible de su “casa común”, para la cual tienen una serie de planes y proyectos dirigidos a activar la economía local, la vida ciudadana y atraer a su población emigrante, a nuevos residentes y al turismo.
La prensa trae el caso de “Civita di Bagnoregio”, una pequeña y antigua ciudad de Viterbo, en la región del Lacio, al norte de Roma, que está desapareciendo por la erosión de su elevado emplazamiento, pero que guarda una gran riqueza arquitectónica y paisajística. Su proceso de despoblamiento fue justamente el detonante que la salvó, pues los escasos 300 habitantes dejaron de ser meros espectadores, se pusieron a conversar y llamaron la atención de la gente, lo que hoy representa la visita de miles de turistas. Ahora todas sus casas están llenas y sus ingresos financian las obras civiles que pueden significar la permanencia del lugar.
Los habitantes del pueblo de Trawden, en el condado de Lancashire en Reino Unido -nos traen las noticias- decidieron comprar y gestionar la tienda de alimentación, la biblioteca, la oficina de correos y el pub local, como una estrategia para incentivar los encuentros personales y las conversaciones, y con ello reactivar la vida cívica y la economía local.
El “pub” es literalmente “casa pública” que es un bar tradicional de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda donde se expende licor (generalmente cerveza) y comida, pero fundamentalmente es un lugar donde los vecinos se reúnen a conversar y compartir. Algo parecido a la tasca española, donde se bebe cerveza, vino, se comen tapas y se conversa.
En las películas de vaqueros siempre aparece el “Saloon”, que es el principal lugar de reunión de esos pueblos del lejano oeste norteamericano. “La palabra inglesa saloon procede de salon, y este a su vez del francés salon littérarie o salon de conversation”, nos trae Wikipedia. Es parecida a la “cantina” mexicana, sólo que en estos pueblos de América Latina existen desde el principio muchos otros lugares de conversación, pues las disposiciones de la corona española ordenaban que las fundaciones de las ciudades partieran de la plaza mayor, en disposición de cuadras ortogonales que se articulaban con otras plazas menores.
Las cosas no son tan sencillas como parecen, pero el proverbio popular dice que conversando se entiende la gente, y una de las necesidades de los pueblos y ciudades es que existan lugares donde conversar, espacios públicos o privados apropiados y gratos para que los vecinos se reúnan a compartir un trago, un bocadillo, una grata sombra o la luz de un farol.
Estos espacios de conversación son fundamentalmente los espacios públicos de calidad, plazas y plazoletas, los altozanos frente a los templos, las esquinas tipo “chaflán” como predominan en Barcelona, España, los pequeños espacios de banco, árbol y farol de Guanajuato, México, los cientos de rincones y tascas de Madrid y de casi todos los centros poblados españoles, los parques de bolsillo en cualquier sitio vacante
También son espacios de conversación los negocios privados de uso público como las pulperías o tiendas vecinales, donde la gente se abastece y conversa, compra y vende las artesanías o las delicias de sus fogones, pero que lamentablemente están desapareciendo con la invasión de las llamadas “tiendas de conveniencia”, que son cadenas de grandes trasnacionales como OXXO, 7-Eleven, Super City, Tiendas Extra, AM/ PM, Círculo K, Aurrerá (Walmart) que sólo venden artículos de sus propias marcas o asociados, extendiendo el monopolio que no solo es la extinción de las pulperías, sino del propio sistema de mercado competitivo.
Los cafés, las peñas de café, las panaderías con mesitas, las librerías-cafeterías, los bares esquineros de cualquier ciudad, son los mejores espacios de encuentro que existen para la convivencia y la conversación. Allí ha nacido toda clase de iniciativas, proyectos, crónicas, romances, tragedias, poemas, conspiraciones y pare usted de contar. Estas mesas y sus sillas son parte del escenario necesario para que nazca y se extienda lo que se llama “comunidad cívica”, base del capital social.
Para tener una idea de estas cosas podemos leer el grato libro Charlas de café del premio Nobel de Medicina, considerado el padre de la neurociencia y ameno escritor: Santiago Ramón y Cajal, quien por cuarenta años fue fiel asiduo a peñas de café y en la nota introductoria a su primera edición en 1091 escribió:
“Dos palabras al lector
El librito actual es una colección de fantasías, divagaciones, comentarios y juicios, ora serios, ora jocosos, provocados durante algunos años por la candente y estimuladora atmósfera del café”. O de la noble caña, agrego yo.