La diferencia entre una guerra convencional y una guerra civil es más de fondo que de forma; esta se establece académicamente y para especialistas. Al final ambas se presentan y se asumen con las mismas cargas de violencia, de destrucción, de muertes y de otros daños colaterales. Allí están reunidos los cuatro jinetes del Apocalipsis de los que se habla en el último libro del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. La guerra es muerte, es violencia, es hambre y es catástrofe; y allí no hay barandas para clasificar y discriminar.
Todas las guerras son cruentas. Es casi cercana en las redundancias indicar cuán sangrientas y dolorosas pueden ser. En la Primera Guerra Mundial se calcula que hubo 10 millones de muertos y 20 millones de heridos. Y la segunda contabiliza entre 50 y 60 millones de víctimas. Los daños a la infraestructura civil en los campos de batalla quedan afectados y las heridas emocionales que se arrastran se extienden por muchas generaciones. Nadie quiere una guerra, ni siquiera los militares que se forman para ella con la esperanza de que nunca sean convocados a una movilización para pasar del pie de paz al pie de guerra. Si quieres paz prepárate para la guerra (Si vis pacem, para bellum).
Usted se asoma al barranco que preside el cementerio estadounidense de Normandía en Colleville-sur-Mer en Francia y se remonta en la distancia y en el tiempo hasta el Día D, el 6 de junio de 1944 hacia la playa de Omaha con los infantes acribillados al saltar desde los lanchones de desembarco, los ingenieros de combate mutilados por las minas y los fuegos de artillería, los pilotos ahogados cuyos aviones fueron derribados y esa parte del canal de La Mancha teñida por la sangre de los 9.389 soldados muertos que hacen filas ordenadas y cubiertas en correcta formación en el camposanto militar, desde donde la memoria se remonta en imágenes, en los sonidos y en los olores de un campo de batalla. Allí hay un registro histórico del horror de la guerra como si se estuviera en la primera fila de una sala de cine en los primeros quince minutos de Salvando al soldado Ryan. El infaltable monumento a los soldados que no han podido ser ubicados o identificados tiene también un lugar privilegiado en las 70 hectáreas de superficie de la necrópolis con su placa que enuncia «Aquí descansa en honrosa gloria un compañero de armas a quien sólo Dios conoce». El destino de un soldado es la satisfacción del deber cumplido por la libertad sin las luces de la notoriedad, solo con el reconocimiento de Dios, ante quien jura cumplir con sus deberes de la defensa de su patria en presencia de la bandera.
La etapa de la posguerra desencadenó en plena guerra fría a partir de 1945 muchos conflictos en los países calificados como del tercer mundo. El enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética se materializó principalmente en guerras de liberación que en muchos casos originaron guerras civiles e intervenciones militares cuyas heridas no han cicatrizado todavía. Angola, Panamá, República Dominicana, Granada, Etiopía, Colombia, Centroamérica, Los Balcanes, Ruanda, Biafra en Nigeria, Burundi, Somalia son casos que sirven de referencia para ilustrar cómo las personas de un mismo país defendiendo intereses distintos se matan con tanta o mayor crueldad y saña que entre combatientes de una guerra convencional a la manera académica con naciones distintas. El límite estudioso y aprovechado de una teoría entre Normandía en 1944 y Angola en 1975 no sirve de mucho. Son los mismos muertos y el mismo dolor. La Guerra civil de España entre 1936 y 1939 recoge testimonios de cuán brutal y encarnizada puede ser el enfrentamiento cuando dos nacionales de igual origen y del mismo terruño empiezan a intercambiar bayonetazos aleves y a disputarse internamente en intereses con diferente bandera política y militar.
Venezuela vivió casi todo el siglo XIX en una guerra civil. A los caudillos criollos que aspiraban el poder político en el país, solo les bastaba armar a los peones de su hacienda para organizar, equipar y adiestrar la guerrilla que los iba a acompañar detrás de su cabalgadura hasta las rejas del palacio de gobierno. A medida que los combates se iban desarrollando y se iba avanzando hacia la sede del Poder Ejecutivo, aparecían en los hombros de los caudillos los grados de general o de coronel en la punta de una carga al machete o en un asalto de fusilería. Venezolanos contra venezolanos. La vida de la república se bamboleaba en las marchas de aproximación que cada cierto tiempo con cada descontento hacia el gobierno de turno, el general ensillaba su mula, envolvía en la ruana la nueva constitución que iba a imponer y a justificar su poder, reunía a sus peones y se lanzaba la aventura de derrocar al otro general. Esa fue la Venezuela de todo el siglo XIX hasta que el general Juan Vicente Gómez despachó en la batalla de Ciudad Bolívar en julio de 1903 en el contexto de la revolución libertadora -la abuela de la revolución bolivariana- al general Nicolas Rolando Monteverde y el caudillismo decimonónico. A propósito de la guerra, la sangre y la muerte, la batalla de La Victoria desarrollada entre el 12 de octubre y el 2 de noviembre de 1902, esta deja sembrados en acción a más de 2.000 muertos a lo largo de las colinas que circundan la ciudad. Esa victoria del general Cipriano Castro sobre el general Manuel Antonio Matos fue el preludio del entierro del caudillismo y de las guerras civiles en Venezuela.
La larga lista de generales presidentes de la República que ejercieron de gobierno en el siglo XIX y mucho del siglo XX es la consecuencia del militarismo, del golpismo y del pretorianismo que ha vivido el país en los 214 años de vida republicana y del que aún se están viviendo algunos remanentes en estos 25 años de revolución bolivariana.
Una guerra civil siempre se inicia con un bando desarmado. Hasta julio de 1936 en la España de la segunda república las armas estaban en poder de las fuerzas militares de tierra, mar y aire del Estado español. Después del pronunciamiento militar de Melilla, Canarias y Baleares los fusiles se dividieron en dos bandos: el nacionalista y el republicano. Como decíamos anteriormente, una guerra civil siempre se inicia con un bando desarmado hasta que este se arma y asume posiciones. La España de la segunda República en 1936 estaba viviendo una serie de tensiones políticas y sociales que provocaron los comunistas en el poder, que luego se expresaron en una grave crisis económica. Una situación similar a la que se está viviendo en la Venezuela de la quinta República en 2025.
En España la guerra civil se inició con el golpe de Estado y en Venezuela no hay indicativos seguros a la hora y fecha de que ese fantasma del general ensillando la mula, poniendo en la grupera la nueva Constitución Nacional que se va a poner en vigencia con su victoria y arreando en fila india a sus peones para derrocar al caudillo de turno, se haya enterrado definitivamente.
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