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¿Salvación nacional?

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depende de los venezolanos

Fotos Leo Alvarez

No solo es una consigna, es un proyecto político, es toda una propuesta programática, cónsona con la realidad nacional del presente, la cual deseamos superar en la mayor extensión y profundidad posible de cara al futuro de nuestra injustamente castigada sociedad.

No es este el primer momento o la única época en la cual las fuerzas y sectores progresistas de la República se han convocado y agrupado para resolver situaciones críticas, en las cuales los riesgos existenciales de nuestra comunidad han puesto en peligro su presencia en el escenario de las poblaciones americanas.

Durante la década de l980 (siglo XX), en el sector de la salud, en el seno del gremio médico nacional, se elaboró y organizó una propuesta progresista, destinada a confrontar las deformaciones y limitaciones que se desarrollaban en las políticas de Estado de naturaleza sanitaria, destinadas a la conducción eficiente de la salud pública de la nación.

Y en paralelo en el sector educativo superior, en las universidades nacionales, en buena medida bajo la dirección política de los partidos liberales que llevaban la conducción económica y social de la nación, proyecto sostenido tanto por Acción Democrática como por Copei, escenario donde también se estaba desarrollando una amplia y creciente respuesta crítica al modelo gubernamental imperante.

Décadas 1980-1990, en las cuales emergen las primeras dificultades de importancia y visibles para la comunidad, en el modelo económico y político que ha sido construido en sustitución al modelo centralista, personalista y autoritario, tejido alrededor de la  figura  del caudillo militar, alimentado por la creciente producción petrolera y la floreciente industria de la construcción.

Y en las bases de la sociedad, barrios, fábricas, centros educativos, públicos y privados, en sectores de la prensa, en las Iglesias, e incluso en el interior de los partidos del modelo dominante, avanza  toda  una respuesta crítica, cuya rápida expansión alcanza incluso a las Fuerzas Armadas.

Surgen expresiones políticas importantes, cuyo esfuerzo crítico frente a las carencias en el campo social, en el cual la inversión se ha estancado e incluso retrocedido en forma importante, como ocurrió en el sector sanitario en el cual las demandas salariales se congelaron, se detuvo la atención a la infraestructura y la provisión calificada del indispensable material de trabajo médico y quirúrgico.

Va en camino una recomposición de la organización política y de la expresión popular y democrática, en el área de los trabajadores y de los  profesionales del universo sanitario y educativo, nacional, reduciéndose por el camino de la movilización reivindicativa la hegemonía puntofijista, empleos calificados y salarios justos son los objetivos más inmediatos.

Además de las deformaciones políticas caracterizadas por el clientelismo y la corrupción, permiten rivalizar en la conquista de la voluntad popular, los salarios, el empleo y las condiciones de vida de millones de ciudadanos arrimados a los principales centros urbanos de la nación, surgiendo un campo crítico electoral nacional agrupado en La Causa R, el MAS y ONG que se organiza y actúa con rapidez, pero sin la suficiente cohesión ideopolitica.

Bastaba detenerse en los Indicadores económicos y sociales nacionales para apreciar que apuntan con precisión al desarrollo de una crisis estructural en Venezuela, porque en la década de los ochenta-noventa, cesa definitivamente nuestro crecimiento económico, proceso de deterioro que se dinamiza con la equívoca e interesada decisión del endeudamiento externo, la política de la Gran Venezuela le abre las puertas a la exportación de nuestros ahorros y a la economía de puertos.

Es muy importante pasarle revista a la crisis del poder político venezolano, que emerge en torno al relevo presidencial exigido por la Constitución, para ejecutarse en 1958, por lo que su preparación y resolución debía realizarse en el transcurso del año 1957, contradicciones que tuvieron un rápido desarrollo, dada la acelerada confluencia unitaria de los diversos factores indispensables para una actividad insurgente efectiva.

Desalojar del poder cualquier propuesta política, generalmente ha demandado la más amplia unidad de acción de los diversos factores interesados, además de fuerzas sociales y populares movilizables suficientes, pero la ruptura exige también la existencia al interior de proyecto dominante de serias contradicciones que lo neutralicen, que permitan anclar con la mayor seguridad posible el llamado insurreccional.

Contradicciones al interior de la sociedad y del establecimiento que permiten y explican la cadena de rupturas, que han consumido la fortaleza de los centros de poder, creándose condiciones de transformación de las estructuras, y a partir del Caracazo y de los pronunciamientos militares de 1992, la debilidad y la confusión del Estado condujeron al relevo prematuro del Ejecutivo.

Aun con estas extraordinarias manifestaciones de crisis en los centros de poder del Estado, no se desarrolló desde la sociedad civil una propuesta unitaria de los sectores progresistas, solo alternativas parciales cuya fuerza de contención y movilizadora no resultó suficiente para detener las opciones autoritarias, que finalmente prosperaron, luego de un significativo camino de preparación.

¿Y qué hay en la esencia del proceso? ¿Qué ha sucedido?

Que no sea otra cosa que la instauración de un nuevo modelo de dirección de nuestra sociedad, en función de la apropiación de los beneficios por nuevos y viejos sectores del capital internacional y sus aliados criollos de nuestra riqueza, mediante el asalto a nuestros ahorros y a nuestras materias primas y el empobrecimiento y la represión de las mayorías.

 

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