OPINIÓN

Salud azotada por el poder

por William Anseume William Anseume

Al régimen del terror en Venezuela no le basta con haber provocado la más insólita, numerosa, cantidad de refugiados que se conozca en el continente americano. No le basta con poseer la primera investigación formal por delitos de lesa humanidad por parte de la Corte Penal Internacional en este lado del mundo. Tampoco le basta con continuar matando, acosando, persiguiendo, torturando o sometiendo a los presos políticos y no políticos a tratos crueles y degradantes. No le basta con acosar a los trabajadores, al punto de reducir los sueldos en la administración pública y seguir condenando a todos a la miseria, a la esclavitud moderna. No le basta con haber arrasado con la educación o haber destruido buena parte del aparato productivo nacional, especialmente el público, al punto de no tener cómo producir petróleo suficiente ni para el consumo interno y hacer que escaseen el gasoil y la gasolina. No le basta con encarecer o desaparecer los alimentos o acelerar la inflación. Ataca ahora más despiadadamente también la salud.

Los hospitales venezolanos son lugares depauperados, como toda la nación. No hay en ellos ni la más elemental higiene, porque ni con agua cuentan la mayor parte del tiempo. El personal sufre la misma calamidad de toda la administración pública: sueldos miserables aunados a la más absoluta desprotección social. En los hospitales y otros centros de salud, como los ambulatorios, no suele haber insumos para la atención ni implementos para la protección del personal. Vimos con estupor recientemente la evidencia en un parto atendido con bolsas plásticas. Sabemos de un hospital en San Cristóbal donde hace días no hay anestesiólogo, por lo tanto están suspendidas las intervenciones quirúrgicas. Ahora solicitar a los pacientes lo indispensable para proceder a su examinación o cualquier procedimiento médico se ha convertido en un delito. Con lo cual ni se dispone de los efectos indispensables ni los dejan solicitar. El chingo aunado al sin nariz. En el estado Zulia detuvieron a dos médicos, lo cual ha provocado la justa ira solidaria de sus colegas en la región. Los trabajadores salen a la calle para luchar por sus derechos laborales conculcados. La salud en Venezuela está azotada también permanentemente desde el poder.

No es poca cosa. A menudo se aprecia en las redes sociales y por todo medio de comunicación al que se pueda acceder, en un país bloqueado comunicacionalmente por la censura, los cierres y la persecución a medios y periodistas, cohabitantes en búsqueda de ayuda para poder ser atendidos así sea por las más simples dolencias. Porque acudir a una clínica se ha hecho inalcanzable para la inmensa mayoría de la población. Así se descuidan los exámenes preventivos por luchar por la subsistencia alimentaria; mientras los seguros se hacen cada vez más inalcanzables o no bastan para cubrir los gastos médico-hospitalarios.

La salud, derecho humano en sí mismo, vinculado al derecho a la vida, es una obligación permanente del Estado. Pero, bajo este régimen sin escrúpulo alguno, la salud de la ciudadanía importa poco. Como todo lo demás que nos sea garantizarse por la fuerza su permanencia en el poder. La desesperada búsqueda de atención médica ha sido la razón por la cual han abandonado el país buena parte de las personas cercanas que están fuera. También ha sido motivo para la partida de buena parte de la población que merodea por el mundo en consecución de algún asidero humano.

Estoy plenamente convencido de que parte fundamental del plan del sostenimiento del régimen en su estatus de apoderado del Estado tiene que ver con espantarnos cada día más de nuestra permanencia en esta tierra. Gana económicamente, cobrando ellos los carísimos pasaportes o recabando recursos por intermedio de sus grupos al margen de la ley, por llevar más allá de nuestras fronteras a nuestros conciudadanos. Gana en ahorrarse alimentos y atención en salud. Gana con el ingreso de divisas, producto de las remesas. El azote a la salud es una manera más de provocar la salida tanto del personal médico y de salud en general como de los desesperados pacientes o de quienes van viendo que la vida aquí es un riesgo permanente en todo, a lo que se suma la imposibilidad de atención medico-hospitalaria. De allí también, por sus ganas de echarnos, que no sean proclives a aceptar la necesarísima ayuda humanitaria en salud. También le sirve para justificar su discurso contra las sanciones para buscar quitárselas. El azote sostenido contra toda la ciudadanía permanentemente es parte fundamental de su plan en cumplimiento. Nuestra tarea impostergable de cada día es revertírselo.