El mundo se encontró desde los inicios del 2020 con una crisis sanitaria de tal magnitud que llegó a la connotación de pandemia, la cual fue ocasionada por el virus ya harto conocido como es el coronavirus. Un año que será emblemático y recordado por cuanto cambió la visión de todos los ciudadanos e incluso de aquellos que han sido muy influyentes y conocidos en muchos aspectos; transformó los hábitos de vida y hasta repercutió en la política y en la economía mundial, en pleno siglo XXI. No obstante, en los actuales momentos sigue la lucha por tratar de controlar esta pandemia, con cuarentena o confinamiento en países donde por una segunda ola epidémica más intensa, ha habido un repunte de los casos de una manera importante, generando una gran alarma a escala mundial. Venezuela y el mundo todavía no están libres de la COVID-19.
Nuestro país ya estaba sumergido en una profunda crisis social, económica y política, que se viene acrecentando desde los últimos cinco años y que en los actuales momentos ha ocasionado una situación de alarma, difícil de resolver para satisfacer las necesidades más básicas de la mayoría de los venezolanos, sobre todo de los sectores más desposeídos.
Con la tristeza e impotencia que produce el que tanto los que se encuentran en el poder de manera ilegal y fraudulenta, como los políticos de oposición que los adversan y supuestamente luchan por recuperar la democracia, no hayan hecho absolutamente nada. La comunidad internacional por su parte, en cuanto a la la emergencia humanitaria compleja en Venezuela, no ha hecho más que seguir con palabrerías y pronunciamientos. Y ni se diga la alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, doctora Michelle Bachelet.
El inicio de la pandemia en Venezuela, desde que se decretó la cuarentena radical a partir del 15 de marzo, se caracterizó por un control de la movilización de las personas, cierre de fronteras, y entradas al país a través de los aeropuertos. Quizás esto contribuyó a que la ola epidémica fuera relativamente baja en comparación con otros países, sobre todo de la región. No obstante, hubo un repunte de los contagios entre los meses de julio y octubre con un promedio de más de 1.000 casos por día cumpliéndose el pronóstico de las academias científicas. Sin embargo, expertos nacionales incluyendo las academias siempre han manifestado la existencia de un subregistro de los casos, por el bajo número de pruebas PCR que se realizan en el país, la cual es la que recomienda la OMS y que siguen centralizadas en dos laboratorios a escala nacional como son, el Instituto de Higiene Rafael Rangel , en la UCV y el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas ( IVIC). Además, muchas personas que quizás padecieron la COVID-19 en su forma de presentación más frecuente, como un cuadro gripal leve a moderado, no acudieron a centros de salud por el temor a no ser bien atendidos por el colapso de los hospitales que ya estaba presente antes de la pandemia, y porque se tomara la decisión de aislarlos en sitios no adecuados.
Para el final del 2020 ya se contabilizan más de 100.000 casos confirmados y más de 1000 muertes. Entre las cuales están 292 casos del personal de salud, lo que corresponde a un 30% del total del número de muertes, según cifras extraoficiales. Este es el número más alto en en toda la América Latina. Vemos con preocupación que durante la flexibilización más amplia que decretaron las autoridades recientemente ha predominado el exceso de confianza en buena parte de la población, y se han descuidado las medidas de protección, por lo que ya se está viendo un incremento de los casos, esperándose un repunte importante para comienzos del 2021.Estamos a la espera de la tan anhelada vacuna que ya se está aplicando en algunos países. Debemos exigir que la vacuna que se utilice en Venezuela sea de gran seguridad y eficacia.
De más está decir que el 2020 en Venezuela fue un año marcado por el agravamiento de la crisis: los pacientes crónicos se vieron mucho más desasistidos en la atención y con los medicamentos; los hospitales no contaron con los servicios básicos como agua y electricidad; los niveles de inseguridad alimentaria aumentaron y las consecuencuecias como la desnutrición aguda y crónica en nuestros niños, sobre todo en los menores de 5 años, es muy alarmante, así como en los adultos mayores que solo dependen de la pensión; el salario mínimo solo cubre el 2% o 3% de la canasta básica de sobrevivencia.
En fin, este virus inesperado se presentó durante la peor crisis humanitaria en Venezuela. Nos encontramos ante un futuro lleno de incertidumbre en los albores del 2021. La esperanza de transitar el camino a la libertad debe imponerse este año que comienza, para que esta pesadilla termine de una vez
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional