El presidente de Venezuela, Edmundo González Urrutia, electo el 28 de julio del año 2024, por mayoría de 73% de los votantes, salió repentinamente de su resguardo hacia España en exilio forzado. El perdedor régimen chavista lo amenazó y presionó sin pausa a fin de impedir su presencia el próximo 10 de enero, fecha constitucional para el traspaso del poder.
Ante las tiranías se dan múltiples motivos de salidas y permanencias con distintas maneras de quedar o escapar, dependen de motivos políticos y personales tanto separados como juntos.
Durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, el político rebelde, diplomático y escritor José Rafael Pocaterra, dos veces preso, se marchó por el resto de su vida a Estados Unidos y siempre cercano a su físicamente lejana Tierra de sol amada (1917), redactó su testimonial Memorias de un venezolano de la decadencia (editada en Bogotá, 1927).
Al mismo tiempo, Teresa de la Parra, luego de varias idas y regresos familiares europeos, narró en su novela Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (1924, desde su autodestierro en París) el trasfondo de su propio insilio en la reprimida sociedad de aquella etapa, drama que proyectó en su protagonista reprimida, sacrificada, obediente a los mandatos y castigos del gomero patriarcado militarista.
Por su parte, un grupo de opositores militares y civiles refugiados en Europa, se lanzó a una aventura de trágicas consecuencias, invadió una playa oriental de su patria para fomentar una rebelión popular. Lo hizo desde un alquilado buque alemán de pasajeros, intento registrado literariamente por el arquitecto-narrador Federico Vegas Pérez, en su novela Falke (Caracas, 2005). De algún modo, también ingenuo y fracasado, pero mucho menos complejo, fue el duro esfuerzo de la «Operación Gedeón o Macutazo» (año 2020) contra el delincuencial castrochavismo.
Esta semana se recuerda el ejemplo de Rómulo Betancourt -estadista, líder, expresidente constitucional- quien a la cabeza de una vasta dirigencia partidista -Acción Democrática y en menor escala el Partido Comunista Venezolano padeció largos exilios. Siempre advirtió que ningún militante demócrata debe facilitar su arresto. Sin embargo, esa generación derrotó al perezjimenismo que tiene fiel retrato de su dictatorial gobierno torturador en Se llamaba SN (1964), novela autobiográfica de José Vicente Abreu.
Entonces funcionó –sin el aparataje actual de la simultaneidad noticiosa que otorga la Era Ciber– el estrecho nexo entre clandestinos exiliados y un sector de las Fuerzas Armadas, gesta que culminó el 23 de enero de 1958.
El triunfo disidente del 28 de julio se logra mediante la sabia firmeza profesional y maternal de María Corina Machado, coordinada con la experticia diplomática de Edmundo González.
Bien planificada estrategia que reta de frente a populismos mundiales –rusos, chinos y sus acólitos–, en especial los de Centro y Suramérica, para que demuestren si en realidad son sistemas democráticos. Nada más y nada menos.
Y más allá, la conducta ejemplar del Gloria al bravo pueblo (…primera línea de su Himno Nacional) este 28J contiene el desafío que ahora debe confrontar el llamado Mundo Libre cada vez más asediado por el criminal totalitarismo de autocracias, izquierdas, derechas y teocracias.
Seguid el ejemplo que Caracas dio… (frase final del Himno) que hoy da toda Venezuela, exiliados con insiliados. Y dará sin tregua, pues de ese accionar depende su futuro liberal y el de casi todo este hemisferio.
Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen. Lo escribió Albert Camus.