Rostros ennegrecidos por el polvo y el asfalto, pies ensangrentados, ropas empapadas del sudor de un eterno recorrido, este es la imagen de miles de venezolanos convertidos en los caminantes del hambre en búsqueda de un mañana mejor.
Y a pesar de lo espantoso de la escena, no es lo más trágico. 12 caminantes han fallecido en esa larga marcha, en esa huida del caos que representa el socialismo del siglo XXI.
Son una docena de muertos que se le deben sumar a la lista de víctimas de la usurpación venezolana, porque han sido las políticas económicas aplicadas por el finado y después por Nicolás Maduro las que obligaron a millones de venezolanos a emprender el éxodo.
Miles de connacionales –por encima de la pandemia y de la cuarentena– salen del país, huyen de la inflación que se devora todo tipo de ingresos, huyen de la escasez de agua, gasolina, gas doméstico y de los cortes prolongados de electricidad, escapan de las violaciones de los derechos humanos, se largan lejos de un régimen que solo produce pobres y muertes.
Muchos ciudadanos de este país se marchan buscando su felicidad, esa que tercamente Nicolás Maduro le niega al 98% de los venezolanos. Muchos se van porque no aguantan más el hecho que en Venezuela no se vive, se sobrevive.
Muchos han salido –y seguirán saliendo– de Venezuela, no obstante hay unas fuga que sí preocupan más a Maduro. Pues, estas pudieran aguarle la fiesta a su pretensión de «limpieza de rostro» que busca hacerse a través del engaño electoral pautado para el próximo 6 de diciembre.
Sin embargo, así como muchísimos salen de Venezuela, ya sean los caminantes del hambre o rumbo al exilio político, otros entran a nuestra nación con el afán de buscar asesoría, apoyo moral y sobre todo dinero mucho dinero para continuar expoliando a América Latina.
Y me refiero a la visita relámpago y misteriosa de Evo Morales al país, el expresidente de Bolivia exiliado en la Argentina de Alberto Fernández, llegó a Venezuela a recibir instrucciones de Caracas y La Habana, así como consejos del Foro de Sao Paulo con el objeto de retornar al poder una vez que haya tomado posesión el presidente electo de Bolivia –y miembro de su partido– Luis Arce.
Tal vez, la izquierda esté preocupada porque Arce pudiera ser un nuevo Lenín Moreno de Ecuador, y saltar la talanquera y no calarse el tutelaje de Morales; sin embargo, lo único cierto es que cada visita que Evo hace a Venezuela, ésta le sale cara al país, no por el vuelo en avión lujosísimo, ni por los suculentos festines y el hospedaje de primera línea, sino por todo lo que se llevan en sus bolsillos.
Lo irónico de todo es que muchísimos venezolanos se van del país por culpa del hambre y la miseria, y los amigotes comunistas de Maduro entran aquí a raspar la olla y regresar a sus países con la botija repleta de plata.
Son las reglas del socialismo del siglo XXI.