OPINIÓN

Saipán: el Día D del Pacífico

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

En los cuatro principales frentes de la Segunda Guerra Mundial (los tres de Europa: occidente, oriente, sur: Italia; y en Asia-Pacífico, aunque este último podríamos dividirlo en tres: Birmania, China y el Pacífico) el mes de junio significó el principio del fin del Eje: en Italia el 4 de junio cae Roma, a los dos días en Normandía se inician los desembarcos, el 23 en la Unión Soviética comienza la liberación de Bielorrusia –que tratamos la semana pasada–, y en el Pacífico en Saipán (Islas Marianas) se inicia la invasión estadounidense el 15, la cual finalizará el 9 de julio. La respuesta a esta aparente casualidad es el hecho de que hace exactamente 80 años la industria bélica de las tres grandes potencias Aliadas junto con sus Ejércitos, logran la mayor capacidad de producción de armas, recursos y personal bien entrenado. El control de la isla de Saipán en el Pacífico central le permitiría a Estados Unidos las pistas y bases navales necesarias para que sus bombarderos B-29 arrasen literalmente al Japón. Por esta razón, muchos historiadores le llamaron el “Día D del Pacífico”.

Uno de los mejores libros sobre la Guerra en el Pacífico que disfruté en mi adolescencia fue el de la editorial San Martin: Richard Humble, 1980, La flota de alta mar japonesa. En su séptimo capítulo: “Demasiado con muy poco” describe el estado de la armada nipona a principios de 1944, después de haber padecido sus graves pérdidas en las batallas del Mar del Coral y Midway (1942), y en torno a las Salomón en Guadalcanal (1942-43); con las siguientes palabras:

La clave de la guerra del Pacífico está en el poder aéreo y los recursos que la nutren: hombres, aviones y portaviones. (…) En lo que respecta al Japón en 1944: los aviones seguían siendo los mismos que le dieron buenos resultados entre 1941 y 1942. (…) Los pilotos que habían logrado las grandes victorias fallecieron en su mayoría (más de 7 mil), y la calidad del adiestramiento era nula. (…) Y solo le quedan 13 portaviones que pueden transportar 500 aviones. Al comparar la capacidad de producción los Estados Unidos multiplicaba por 5 la capacidad del Japón en aeroplanos, ni hablar de los buques (p. 109).

La conquista de las Marianas fue un punto de honor en la estrategia Aliada en el Pacífico defendida por la US Navy y su máxima autoridad: el almirante Ernest J. King, con el apoyo del almirante Chester Nimitz (máximo comandante de la Marina en el Pacífico). A pesar de las constantes discusiones con el general Douglas MacArthur del Ejército (defensor de la estrategia por el sur desde Nueva Guinea hasta Filipinas), en la Segunda Conferencia del Cairo (4 al 6 de diciembre de 1943) las máximas autoridades Ejecutivas de los Aliados angloestadounidenses decidieron que la toma de Saipán era la prioridad porque esta permitiría los ya citados bombardeos, establecer un bloqueo marítimo y un avance más rápido al Japón. La importancia de la llamada “Operation Forager” es reconocida por buena parte de los autores de los “manuales” de la historiografía sobre la Segunda Guerra Mundial y las más famosas enciclopedias que hemos consultado: Winston Churchill, Antony Beevor, Williamson Murray y Allan R. Millett, John Toland (1970: The Rising Sun: The Decline and Fall of the Japanese Empire, 1936–1945), Gerhard Weinberg (2005: A World at Arms), etc. Para todos ellos fue un punto de inflexión, pero también al ser territorio japonés desde la Primera Guerra Mundial y con una importante población (más de 30.000 civiles), se inicia una mayor tendencia a la defensa suicida.

La cinematografía conserva esta misma perspectiva y resalta el argumento de la toma de Saipán como base para bombardear el Japón, y por esta razón la defensa sería mucho más violenta. La serie documental The World at war (Jeremy Isaacs, 1973-74) muestra las terribles imágenes de los civiles lanzándose del Monte Tapochau y en el documental producido por Steven Spielberg y Stephen Ambrose, 2002, Price for Peace: un testigo recuerda cómo asesinó a su familia porque los militares convencieron a los civiles que los Marines torturaban, violaban y asesinaban a la población, por lo que debían suicidarse antes de ser capturados. En 1960 se estrenó Hell to eternity (Phil Karlson) un biopic sobre el famoso soldado Guy Gabaldon, que al ser criado por “nisei” (ciudadanos estadounidenses con ancestros japoneses) tenía un perfecto conocimiento de su lengua y cultura, lo cual le permitió al ser soldado comunicarse con más de mil combatientes y civiles en Saipán evitando que se suicidaran.

Otros filmes sobre esta batalla tratan el tema de forma indirecta, porque su interés está en la heroicidad, según sea el caso. En lo referente a los estadounidenses, aunque estos últimos terminan venciendo, se reconstruyen escenas donde el Ejército Imperial está en igualdad de condiciones y poder de fuego, hecho nada cierto porque los soldados duplicaban en número y poseían el dominio aéreo, con apoyo total de artillería naval y terrestre. Dos buenos ejemplos son: Windtalkers (John Woo, 2002) y Battle for Saipan (Brando Slagle, 2022). En la primera se intenta relatar la historia de los nativos norteamericanos del pueblo Navajo que usaban su lengua como código para las órdenes de artillería, y aunque posee un pésimo guión y actuaciones, va mostrando por medios de mapas animados el avance hasta conquistar casi toda la isla. La segunda película es mejor ni comentarla porque al ser de bajo presupuesto (“cine B”) tiene todos los defectos de su tipo.

La Marina Imperial, siguiendo su doctrina de batalla definitiva y por la importancia de Saipán, envió 9 portaviones de los 13 que le quedaban para impedirla. Los estadounidenses protegieron la flota invasora con 15. La consecuencia fue la Batalla del Mar de Filipinas (19 al 20 de junio) la cual sería la mayor batalla de portaviones hasta que en octubre fuera superada por la del Golfo de Leyte. Los pilotos la llamaron: “The Great Marianas Turkey Shoot” (el tiro al pavo de las Marianas), porque con cazas superiores como los Hellcats, Avengers y Corsairs con pilotos bien adiestrados y con experiencia, derribarían más de 600 cazas enemigos con la pérdida de poco más de 100. Los japoneses se retiraron, además, con tres portaviones menos. De este hecho no conozco ningún filme, aunque sí varios documentales o partes de los mismos.

La mejor película sobre la Batalla de Saipán es el biopic japonés sobre el comandante Sakae Oba: Oba: The last Samurai (Hideyuke Hirayami, 2011), y lo he dejado para el final porque en ella se muestra la mayor “carga Banzai” de la guerra 3.000 soldados japoneses contra los Marines) que se dio el 7 de julio cuando ya no podían resistir más. Oba sobrevive y resiste hasta internarse en la montaña protegiendo civiles y soldados. Se rendiría tres meses después del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. La misma busca mostrar cómo los estadounidenses contaban con superioridad en armas, soldados y tecnología; mientras que los japoneses solo contaban, se puede decir, con la valentía y el honor. De esta forma su final es una emotiva marcha de los últimos soldados cantando “la canción de la infantería de marina imperial” hasta llegar al lugar donde Oba entregaría su katana a los oficiales de Estados Unidos como rendición oficial. Las cartas que le escribió a su esposa durante la guerra se publicaron (Senka no rabu retah/ Love Letters from the Fires of War), ojalá algún día pueda leerlas.

La tradición historiográfica y de la opinión pública al referirse al “Día D” lo relaciona mayoritariamente con el desembarco en Normandía, cuando la realidad es que se refiere al primer día del inicio de una operación. Algunos erróneamente llaman de esa forma a todo tipo de desembarco. En todo caso, al asumir cualquiera de estas 2 últimas definiciones se puede afirmar que en el Pacífico se realizaron ¡más de 400 operaciones que implicaron la toma de playas por soldados! Muchas de ellas más numerosas y sangrientas que Normandía. Entre todas ellas, Saipán es la que puede compararse en importancia con el 6 de junio de 1944. La próxima semana trataremos la “Operación Valquiria”: el atentando a la vida de Adolf Hitler, que de los más de 40 que se realizaron fue el que estuvo a punto de lograrlo ¡y cambiar la historia!