Un proyecto de ley que cursa en la Cámara de Representantes de Estados Unidos obligará a TikTok a cortar relaciones con su casa matriz en China si quiere evitar la prohibición de uso de la aplicación en suelo estadounidense. Aún falta la aprobación del Senado, donde posiblemente el proyecto no reciba el voto de la mayoría que allí defiende los principios de libre competencia.
Comencemos por aclarar que esta aplicación de videos cortos, la red social más popular del planeta, es desde 2016 propiedad de ByteDance, un coloso tecnológico chino que se encontraría subordinado, de acuerdo con el criterio de expertos en seguridad, al Partido Comunista. Ello plantearía serios problemas para terceros países en el terreno de los contenidos que transitan la plataforma y, sobre todo, en el manejo de la data que allí se genera y registra. Y es esto lo que la ubica en el ojo de este huracán.
¿Se trata esta iniciativa de una represión injusta, como lo plantea Pekín, de un sabotaje a los TikTokers, o Estados Unidos está preocupado por la privacidad y la seguridad de sus ciudadanos, a quienes quiere proteger de la manipulación china? Todo parte de un informe de la CIA que asegura que el gobierno chino, a través de TikTok, ha conseguido influir en las elecciones norteamericanas de 2022 mediante la descalificación inducida de los candidatos.
De hecho 34 de los 50 estados de la Unión han prohibido a sus dependencias gubernamentales, a sus empleados y proveedores el uso de esta aplicación, al igual que un número importante de bancos y universidades estadounidenses lo han excluido de sus accesos de WIFI. Un grupo significativo de países han prohibido su uso a instituciones oficiales y públicas, entre los que se cuenta la India, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido, Pakistán, Afganistán, Taiwán, Francia, Italia y Bélgica, además de las instituciones rectoras de la Unión Europea, por citar algunos.
El destino de TikTok es incierto para los 170 millones de usuarios norteamericanos que militan a favor de sus contenidos. Pero la aplicación lleva tiempo ya caminando sobre una cuerda floja por el manejo indómito de su data. El accionista de control de ByteDance solo dispone de seis meses para decidir la venta de sus activos, pero a estas alturas y, dado lo jugoso de este negocio, a TikTok ya le han salido pretendientes en el medio empresarial de Estados Unidos.
Cuando los portavoces del gobierno de Xi Jinping aseguran que “tomará todas las medidas necesarias para salvaguardar decididamente sus legítimos derechos e intereses”, lo que estaría en juego es que para que sus propietarios vendan el algoritmo de esta aplicación, denominado “Salsa Secreta”, es requisito imperativo una licencia de exportación del gobierno chino. Así pues, Pekín es el que tiene al toro agarrado por los cachos.
En justa lid, Washington debería presentar a la potencia americana como un entorno abierto, equitativo, justo y no discriminatorio para las empresas, como exigen los chinos. Pero los asuntos de seguridad nacional pasan por encima de todo ello.
China argumenta lo “inargumentable” cuando defiende la libre competencia, pues este país despliega en las redes, sin restricción alguna, una censura de enorme calibre en el terreno doméstico. Desde Pekín, sin mayores miramientos, el gobierno bloquea los accesos a Facebook y a X, lo que no configura un ejemplo de libre albedrío individual o empresarial.
¿Quieren más? La plataforma de TikTok en China no es accesible para su población.
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