OPINIÓN

Saab: si no hay diálogo, que haya justicia

por Trino Márquez Trino Márquez

Alex Saab no integró el grupo de conjurados que juró a la sombra del Samán de Güere “salvar” a Venezuela; no participó en el MBR-200 ni en el golpe del 4-F; no defendió a Hugo Chávez cuando los sucesos del 11 de abril de 2002. Ni siquiera formó parte de la fundación del PSUV. Jamás tuvo ningún cargo relevante en el gobierno de Chávez o en el de Maduro, ni ha sido una figura relevante del bolivarianismo a lo largo de las más de dos décadas que el régimen se ha mantenido aferrado a Miraflores. Su notoriedad la logró en muy poco tiempo, y en nada relacionado con la historia épica que pretende contar el régimen.

Sin embargo, su extradición desde la pequeña y remota isla de Cabo Verde hacia Estados Unidos provocó una reacción inusitada del  gobierno. Ya antes el país había visto con asombro cómo la delegación oficial de Maduro se había presentado en el aeropuerto de Ciudad de México exhibiendo una foto con la cara de Saab.  Ni siquiera cuando la DEA detuvo a los sobrinos de la pareja presidencial se produjo una respuesta tan exaltada por parte del gobierno. Desproporcionada con respecto al aparente peso específico de ese  peculiar personaje, quien pasó de ser un modesto y desconocido empresario colombiano, barranquillero para más señas, a convertirse en poco tiempo en un magnate que se movía por todo el mundo en sus aviones particulares y llevaba una vida de lujos y derroche. Tanto, que en su defensa en Cabo Verde participaron cuatro reconocidos bufetes internacionales, uno de ellos el dirigido por el exjuez Baltasar Garzón.

¿Por qué decide Nicolás Maduro suspender la ronda de conversaciones en México?  ¿Por qué antepone las tribulaciones del empresario colombiano a los intereses del país, pues en México estaban discutiéndose problemas de alcance nacional, que afectan al conjunto del país y cuya resolución podría mejorar las condiciones de los venezolanos hundidos en la miseria?

Con los datos aportados por las investigaciones periodísticas que han circulado, especialmente la de Armando.Info, podemos suponer que esa  respuesta desmesurada se debe a que Saab forma parte del núcleo central de la trama que le permitía a algunos jerarcas del régimen enriquecerse en una escala sideral con negocios ilícitos y, a la vez, servía como operador privilegiado para que el gobierno de Venezuela eludiera las sanciones norteamericanas y de la Unión Europea, mediante operaciones realizadas en la sombra. El hombre enriquecía a miembros de la nomenclatura y, a la vez, se enriquecía él mismo, atenuando el peso de las sanciones internacionales sobre el gobierno. Su valor no estaba en lo que había sido, sino en lo que era en el momento de su captura.

Vista desde el esta perspectiva, puede entenderse la conducta destemplada de Maduro y la enorme preocupación que existe  en torno de la detención de Saab en el gobierno. No se trata de una figura más, sino de una pieza clave dentro de todo el andamiaje montado para desbancar las finanzas públicas y reducir el daño del aislamiento y las sanciones.

En este nuevo ambiente, cómo  quedan las negociaciones entre la oposición y el gobierno. El diálogo en México quedó temporalmente suspendido. La delegación de Noruega se cansó de las impertinencias de Maduro y decidió devolverse a su país. En apariencia, la relación se rompió sin que se vislumbre el factor que puede recomponerla.

Alex Saab está acusado de delitos graves de acuerdo con la legislación norteamericana. Violaciones que van desde el lavado de dinero proveniente del narcotráfico hasta el cobro de comisiones por la venta de armas.  En Cabo Verde, a pesar de lo que dice Maduro, los tribunales cumplieron con todos los extremos legales. No se arrodillaron frente a las inocultables presiones del entonces gobierno de Donald Trump, ni ante las amenazas veladas de los socios internacionales de Miraflores, especialmente de Rusia, cuyo eterno canciller Serguei Lavrov llegó a decir que ese era un proceso viciado e injusto contra el empresario barranquillero. El Ejecutivo de Cabo Verde se desmarcó del Poder Judicial  desde el inicio del proceso, que duró casi año y medio. El juicio siguió el ritmo pautado por las leyes de esa nación. Comparado con lo que ocurre en Venezuela, lo sucedido en Cabo Verde produce admiración y envidia. Aquí basta con que Maduro le dé una orden al TSJ o a cualquier otro tribunal para que los órganos jurisdiccionales se postren. Los casos de invasión de competencias abundan. Solo quiero mencionar la arbitrariedad que se comete contra el periodista Roland Carreño, injustamente acusado de terrorista, y la negativa del régimen de constituir una comisión independiente que investigue la sospechosa muerte del general Baduel.

Es factible que Maduro espere los resultados de las elecciones regionales de noviembre para decidir si retorna a la mesa de negociaciones o no. Veremos qué pasa. Por ahora, hay que decir que si no hay diálogo en México, al menos que haya justicia en Estados Unidos.

@trinomarquezc