El día 3 de agosto del presente año el señor Nicolás Maduro anunció al país que adelantaría la celebración de la Navidad. En ese momento expresó lo siguiente:
“Prepárense que desde el 1 de octubre arrancan las fiestas navideñas en Venezuela y toda esa actividad de compartir, de solidaridad, de rumba, de comercio, de regalos”, dijo durante una alocución, transmitida en televisión nacional. (https://www.bloomberglinea.com/2022/08/03/maduro-adelanta-nuevamente-las-navidades-en-venezuela-con-un-preambulo-en-agosto/?outputType=amp)
Luego, el 6 de octubre pasado, en sus redes sociales, Maduro anunció que ya estaba celebrando la Navidad. El texto de su mensaje fue el siguiente: “Llegó la Navidad al Palacio de Miraflores y a todo nuestro país, con la alegría y detalles que caracterizan esta época especial. En Venezuela vamos a tener unas navidades felices, llena de luces y colorido.”
Estos anuncios constituyen una huida hacia adelante. Un afán por simular una realidad inexistente y por reforzar la manipulada campaña destinada a posicionar la idea de que “Venezuela se ha recuperado” de la tragedia que su gobierno nos ha generado.
Solo que la realidad es terca, no es posible esconderla, por muy intensa que sea la campaña para fingirla. La miseria ha terminado de verse, con mayor nitidez y dramatismo, en estos días previos a Navidad.
Maduro y su entorno prefieren gastarse unos millones de dólares en luces y adornos navideños, en conciertos, fiestas y propaganda, que dotar de medicinas y equipos a nuestros hospitales. En su afán de fingir y engañar pagan unos fraccionados y falsos aguinaldos. Pero no pagan con dinero sólido y estable. Recurren a la creación de dinero inorgánico, monetizando el gasto, para dar la sensación de que están cumpliendo. Es decir de forma deliberada recurren al engaño, a la mentira, a la estafa. Ellos saben que esa política de creación de dinero inorgánico es insostenible. Se trata de una práctica a la que recurren una y otra vez con consciencia de que engañan a nuestros trabajadores.
Pero la realidad les vuelve a reventar de forma inevitable. Esta semana que concluye ha explotado nuevamente la verdad en la cara de los fabricantes de mentiras y vanas ilusiones. El dinero digital creado de espaldas a la verdad económica se ha esfumado con la brutal devaluación del bolívar. En pocas horas los “escuálidos” salarios y aguinaldos existentes en las cuentas de jubilados, pensionados y empleados venezolanos perdieron más del 40% de su capacidad de compra. Al cierre de la semana anterior, la divisa norteamericana se cotizaba, según el BCV en 14,13 bolívares por dólar, mientras que en el mercado paralelo en la suma de 17,62 bolívares. En el último mes pasamos de 10 bolívares por dólar a estos valores, sin que exista posibilidad alguna de detener su caída.
Por supuesto que esa hecatombe financiera tiene su impacto directo en la calidad de vida de la inmensa mayoría de los venezolanos, cuyos ingresos se realizan con los devaluados bolívares que la administración de Maduro les deposita en sus cuentas.
Mientras Maduro y su entorno exhiben su opulenta Navidad, nuestros compatriotas no tienen para comer, mucho menos para adquirir medicinas. Para esa mayoría ciudadana no ha llegado, ni llegará la Navidad. Esas “navidades felices, llenas de luces y colorido” a las que se refirió el señor de Miraflores, solo las disfrutarán quienes con él ocupan el poder, y la pequeña legión de personajes receptores de las divisas derivadas de una economía negra ejecutada a la sombra del poder.
Y para completar el disfrute navideño, la camarilla roja nos ofrece nuevamente el concierto “una cola feliz”. En efecto, de nuevo los venezolanos hemos regresado a las gigantescas colas para surtir combustible. La “eficiente revolución bolivariana” es incapaz de garantizar un suministro de gasolina normal. Horas interminables para poder acceder al combustible es el regalo con el cual nos invitan a estas “felices navidades”.
Nuestra nación sufre estoicamente esta tragedia. Resiste la burla y el engaño. Hace maromas para completar la alimentación, mientras crecen las enfermedades y los fallecidos por falta de medicamentos y atención sanitaria oportuna y de calidad.
Esa es la realidad que debe movernos a la ineludible tarea de expulsar del poder en la próxima elección presidencial, con una contundente y aplastante votación, a quien encarna toda esa política de mentiras, irresponsabilidad y destrucción.
Los ciudadanos, en medio de esta cruda realidad, no pueden mirar para otro lado. Los dirigentes no podemos actuar con mezquindad e irresponsabilidad. Todos debemos asumir el compromiso de impulsar el cambio.
Cambiar a Maduro y su camarilla. Cambiar el modelo estatista y mafioso. Forjar un nuevo espíritu de nación para reconstruir la patria es el desafío que nos debemos proponer. El nuevo año, que está por llegar, nos convoca a trabajar para sentar las bases de lo que será la alternativa confiable con la cual sustituir este nefasto régimen de hambre y opresión. A esa tarea estamos entregados con alma. Vida y corazón.