Doña Institución Armada de Rojo es una ilustre dama de reconocida prosapia, de rancio abolengo, de reconocida ascendencia y descendencia en la sociedad venezolana. La distinguida señora que goza de una excelente salud ha tratado de salirle al paso a algunos comentarios malintencionados que ponen en tela de juicio su fortaleza en la constitución que adorna su cuerpo en sus diarios quehaceres y en la rutina doméstica de ese amplio caserón de amplios zaguanes llenos de historias políticas, de encuentros sociales convenidos y de intercambios económicos que ha sido y es la hacienda Venezuela. Y no hay nada en el horizonte que permita sacar una conclusión que eso vaya a cambiar. Al menos manejando realidades y no emocionalidades que le hacen la cama a tonterías de redes sociales que generalmente desembocan en decepciones.
En la punta de la espada de muchos de los ascendientes de la señora Institución se escribieron muchos capítulos de la historia del país desde que se oficializó su existencia en los tiempos de mantuanos y esclavos. Esos momentos de la libertad y de la consolidación republicana de los dos siglos que precedieron a la actual coyuntura, fueron el campo fértil para que la semilla de la familia Armada germinara, creciera y se desarrollara en el frondoso árbol que hoy preside misia Institución. Se puede decir sin que se pueda capturar algún gazapo, que en todos los que hacen vida en estos amplios espacios de la hacienda hay un gusanillo cromosomático que identifica en el microscopio de sus comportamientos, de sus actitudes y de sus posturas, de alguna tendencia hacia las voces de mando y a las maneras cuarteleras para confirmación de esa tesis del policía que se mantiene en el inconsciente de cada miembro de este latifundio político y militar que está sito entre Castillete y Punta Playa, Isla de Aves y cataratas de Huá. Incluyendo a quienes forman parte de las filas de sus gratuitos e históricos enemigos, aquellos que despectivamente remiten en sus expresiones a los miembros de esa descendencia como “milicos”. Al final, la simple y no tan azarosa circunstancia de colocar todos, léase bien… todos, sus esperanzas y los rezos de su fe en cualquier cambio de dirección en la finca, en alguien de la descendencia de doña Institución, hace un categórico registro en que nada de esos predios de la familia Armada le es ajeno. Y por los vientos que soplan pareciera que va para una larga escritura de la que quedan muchos tomos por abundarse, en quepis, en botas de campaña y en vanguardias de caballería. La señora Institución goza de buena salud y no presenta a la fecha ningún malestar, ni ha tenido fractura alguna hasta el momento. Nada pasa más allá de pamplinas y campañas para sobar esperanzas y regar la fe en el campo del buen corazón de tanto zoquete que rueda alrededor de todo lo parezca salir de un vozarrón que grita hacia el futuro de la hacienda Venezuela convertida en vivac… ¡Atención Fir! Y el señor Sables nada que aparece y permanece en completo silencio.
Cada cierto tiempo se ventila desde afuera hacia adentro de la casa principal en el señorío de Conejo Blanco –sin ninguna justificación– rumores sobre la presencia del señor Ruido de Sables que en el tiempo esa especie se desmiente a sí misma para bienestar de la familia Armada de Rojo con la señora Institución al frente y quien goza de buena salud para regocijo y felicidad de todos los Rojos. Solo una posición de unidad extramuros en liderazgo, de norte claramente definidos que sirvan de motivación para algunos de los integrantes de esa familia, y con caminos comunes hacia el futuro habilitará espacios y presencia para el caballero Ruido; mientras no sea así, el susodicho estará ausente y ajeno a esa amplia heredad de El Valle y bien lejos de Miraflores. A la hora y fecha, la tal unidad brilla en primera magnitud por ausencia tanto como el plan que abrirá ese camino. Y todo eso a satisfacción de la honorable matrona doña Institución, la familia Armada y todos sus descendientes de Rojo.
En esta era de las redes sociales y de socialismo del siglo XXI, la tergiversación y la manipulación de la verdad y las emociones se han convertido en armas poderosas en la guerra que declaró la revolución bolivariana al sector de venezolanos que la adversa. Las plataformas digitales se han convertido en campos de batalla donde se libran intensas guerras de información, y la verdad se convierte en una víctima colateral en ese proceso. Ese es un espacio hábil para diseminar mentiras como la presencia del señor Ruido de Sables de las que no se ha podido averiguar cómo miden su presencia y ventilar dolencias de la señora Institución sin algún estetoscopio.
Las redes sociales han permitido una rápida propagación de información, pero también han amplificado la difusión de noticias falsas y la manipulación de los sentimientos de las personas. Los actores maliciosos aprovechan esta oportunidad para sembrar la discordia y la desinformación, especialmente en tiempos de conflicto.
La tergiversación de los hechos se ha vuelto más sofisticada, utilizando técnicas como la edición de imágenes y de videos, la creación de perfiles falsos y la difusión masiva de teorías de conspiración. Estas tácticas buscan influir en la opinión pública y generar divisiones entre las comunidades. Además, las emociones se convierten en un objetivo primordial en esta guerra de información. Se aprovechan los miedos, la ira y la indignación de las personas para manipular sus percepciones y opiniones y crear falsas esperanzas. Los mensajes incendiarios y polarizadores se difunden rápidamente, generando una espiral de emociones que dificulta el análisis crítico y racional de la información y lo coloca como desmoralizador e inoportuno. Contra eso solo opera el conocimiento y el análisis crítico. Es crucial que los usuarios de las redes sociales sean conscientes de estas tácticas y estén dispuestos a verificar la información antes de compartirla.
La responsabilidad de los usuarios en las plataformas de redes sociales se orienta a implementar medidas rigurosas para detectar y eliminar la desinformación, y ser cautelosos al consumir y compartir contenido en línea. Es una eficiente manera de contrarrestar los efectos dañinos de la tergiversación y manipulación de la verdad en estos tiempos de conflictos políticos y guerra digital.
La fortaleza del honor de una mujer como misia Institución Armada de Rojo se revelará al enfrentarse a la disyuntiva de enviudar o divorciarse para recuperar su identidad como la respetable e histórica mujer que siempre fue, sin un apellido prestado. La presión social, las debilidades económicas de la hacienda y los cercos políticos, más los estigmas que se han arrastrado durante 25 años de revolución, la obligarán a superar una existencia limitada a secundar las graves sindicaciones de violaciones a los derechos humanos, sus vinculaciones al narcotráfico, a la corrupción y al terrorismo internacional. Empoderada, sin el caballero Ruido de Sables y sin malestares que la aquejen, caminará hacia el futuro, elegirá liberarse de la alianza impuesta por el régimen y buscará su verdadero yo en la sociedad venezolana. Con disciplina, con obediencia y con subordinación a su verdadera constitución que es la naturaleza de su verdadera salud institucional, se enfrentará a la ruta de su destino y se despojará del turbio apellido que ha arrastrado desde 1998.
O enviuda o se divorcia, para que vuelva a ser la señora Institución Armada, a secas, como siempre lo fue.