OPINIÓN

RR

por Fernando Rodríguez Fernando Rodríguez

Quienes hayamos vivido la presidencia constitucional de Rómulo Betancourt, 1959-1964, al menos con un ojo abierto, en realidad no encontraremos en el último documental de Carlos Oteyza una intención de revelaciones, ni fácticas ni conceptuales. Más crónica que ensayo. Lo cual no deja de hacerlo, por el contrario, altamente útil y meritorio para los venezolanos martirizados de hoy.

Se trata de traducir a la imagen cinematográfica, cosa nunca realizada, un ordenado, inteligente y sobre todo ecuánime relato de un período que la inmensa mayoría de los venezolanos no vivió, por razones etarias. Años cruciales de nuestra historia contemporánea y de la que tiene versiones, si acaso, fragmentarias: apologéticas, condenatorias o minucias poco significativas. Por supuesto que hay historia de historiadores, investigaciones muy sesudas que en general han elevado a Betancourt al altar de nuestra frágil y casi siempre desdichada democracia latinoamericana –Enrique Krause, el reconocido historiador mexicano, ha escrito que es la figura más descollante de la democracia del subcontinente–. E igualmente hay feroces detractores, por ejemplo, como contrafigura nefasta de su gran rival, Fidel Castro. O los sucesores del gomecismo que nunca le perdonaron haber clausurado militarmente en 1945 aquel somnoliento despertar del por décadas atropellado y humillado país y hacer nacer una Venezuela de mestizos, partidos y sindicatos. Pero no es el caso de este filme investigar o medir la estatura del personaje, sino hacer una imprescindible pedagogía, ilustrar a los venezolanos que caminan por ahí, de su historia que podría darle algún ejemplo, que el cineasta-historiador, esto último lo es realmente, presenta con la mayor ecuanimidad y pluralidad de puntos de vista. Claro, el suyo lo hay, no puede sino haberlo, admiración contenida.

Quizás el cine, y sus vástagos, sea una gran manera de esta imprescindible tarea evangelizadora de la historia patria. Sobre todo, en época en que los troperos y los incultos sin cachucha han dado la más perversa y ridícula versión de esta, para encubrir y adornar sus felonías. La película sobre CAP del mismo Oteyza  fue un triunfo, en los términos de una exhibición limitada pero exitosa dada su naturaleza y circunstancias. Jamás se comentó tanto un documental. Pero es que además CAP había sido declarado el monstruo político por excelencia, después que todo, o casi, el país lo había condenado. Y el chavismo lo había descuartizado. Pero, como el pasado histórico no se queda quieto nunca, en el aire se sentía el arrepentimiento de Fuenteovejuna por haberlo condenado injustamente y la sospecha de que el camino que quería emprender pudiese al menos en parte ser entonces el giro necesario para enrumbar el país. De manera que CAP 2 veces como que llegó en el momento preciso para darle rostro a este sentimiento bastante generalizado y difuso.

Es probable que este elemento sea distinto en este caso. Betancourt no parece estar en la polémica actual al menos opositora. Su reconocimiento es bastante generalizado, como cimiento fundamental de nuestra perdida democracia. Y quizás el sonido más actual aluda a su entereza y valor para enfrentar terribles embestidas, a la izquierda y la derecha, y mantener su camino. Y, si alguien quiere leer mucho, su victoria en el mano a mano contra Fidel Castro, terriblemente violento y cruel.

Estupendamente hecha. Aquí o allá uno puede encontrar cosas que gustan más o gustan menos. Muy ingenioso y bello el introducir esas pinceladas de la infancia del autor, pero podrían resultar algo herméticas para el público en general. Falta el PCV entre los entrevistados, y en general su escogencia y sobre todo lo sintético de sus intervenciones no satisfacen demasiado. Pero es de aplaudir su voluntad de dejar oír los sonidos mayores de la época, con respeto y voluntad de aclarar el marasmo histórico. Una estupenda lección de elevada historia nuestra y un capítulo más del empeño del  director por iluminar para muchos la historia que debería enseñarnos no pocas cosas.