OPINIÓN

 Rocío: ¡Del brazalete tricolor, al rojo, y al blanco!

por Luis González Del Castillo Luis González Del Castillo

“Nos salió comunista el hombre”. Confesión que me hiciera, con creíble lamento, el comandante Jesús Urdaneta Hernández, en un inesperado encuentro por los lares de un parque de la urbanización Cumbres de Curumo, municipio Baruta de Caracas, hacia el año 2000.

El brazalete tricolor

La actual historia venezolana, con larga tempestad de un cuarto de siglo, bien pudiera determinarse se dio desde sus inicios como un proceso de constante clarificación política. Experimentada desde el propio surgimiento de la logia militar preparada para asaltar el poder, con brazalete tricolor distintivo para el enfrentamiento contra estructuras democráticas que defenderían sus compañeros de armas, leales a tal institucionalidad, en aquel nefasto 4 de febrero de 1992.

Sin embargo, a la derrota militar de la intentona le siguió un triunfo electoral  en diciembre de 1998, cargado de ansias de cambio de un país frente a la corrupción existente, la mala administración de los recursos públicos y las irónicas conductas de una clase política y empresarial heredera y debilitada en su ética por el facilismo del petroestado, y de dirigencias acostumbradas al oportunismo político.

El brazalete rojo

A finales del propio primer año de gestión chavista de 1999, y de los dos subsiguientes 2000 y 2001, ya comenzaba para algunos el desencanto. Ocurrido el deslave de Vargas, hoy estado La Guaira, en simultáneo con el día del referendo consultivo aprobatorio de la Constitución del 15 de diciembre de 1999, sostuve otra conversación amistosa con el general Raúl Salazar Rodríguez, fallecido buen militar y exministro de la Defensa, luego exembajador en España del extinto chavismo. Me narró cómo después de solicitar ayuda humanitaria a un excompañero en cursos de mejoramiento profesional militar realizados en Estados Unidos, general jefe del Comando Sur, y estar dicha ayuda en camino para socorrer a nuestra gente mortalmente herida por el deslave, Chávez le ordenó cancelarla, por la intervención contraria a ella de Fidel Castro.

Decenas de miles de muertes y desaparecidos, por las decisiones y actuaciones gubernamentales tomadas desde entonces, hacia legítimas manifestaciones, huelgas, la desesperada migración y un largo etcétera, hoy podrían interpretarse como el terrible presagio desde aquella fatídica orden de Chávez de devolver la ayuda humanitaria, y cuanto estarían dispuesto a hacer y deshacer, y de todo lo que luego habría de acontecer en nuestra patria venezolana, convertida en presa del castrocomunismo.

El brazalete rojo había comenzado a mandar desde entonces. Por cierto, otro comandante del 4 de febrero, más antiguo que Chávez, Arias Cárdenas, llevado a gobernador del estado Zulia por el partido Copei, luego de enfrentar a Chávez en unas elecciones del 2000 y acusarlo de gallina y loco, fue quien terminó haciéndose hasta hoy el loco, y se volvió gallina para dejar el pelero.

Es oportuno recordar el cambio estratégico totalitario que se otorgó a sí mismo Chávez con la nueva Constitución; dándose total discrecionalidad para los ascensos a los grados de coronel y general como presidente. Inició así el bypass a la contraloría de las antiguas comisiones de defensa de lo que pasaría a ser un extinto congreso bicameral. Allí comenzaba a establecerse el poder del brazalete rojo por encima del mérito militar. La obediencia constitucional y profesionalizada a la democracia pasaba a convertirse en la obediencia perruna (con perdón de los perros) al amo neocastrista del socialismo del siglo XXI, con lo que se militarizó la vida nacional.

Todo cuanto se considerara de importante repercusión, hacia lo externo e interno de la gobernabilidad y gobernanza venezolana, pasaba antes de decidirse por la consulta y suerte de aprobación del tirano mayor, ordenado así por aprendiz de tirano. Así se producía la pesadilla de distorsión de una institución castrense  de auténticos valores patrióticos hacia la oportunista incondicionalidad criminal de los que aceptaran doblegarse. Tal práctica se fue convirtiendo, más y más, en abierta injerencia e intervención del aparato de control y mando del castrocomunismo cubano sobre la otrora orgullosa nación venezolana, de su historia, con Francisco de Miranda, padre precursor de la libertad hispanoamericana, y de herencia del ¡tricolor amarillo, azul y rojo de la libertad!

Por vía de sumo dolor, persecución, secuestro, tortura, asesinato y destierro, hemos tenido que aprender como pueblo venezolano verdades de lo que significa caer en manos de una tiranía comunista del tipo cubano. Con sus 65 años aplastando la libertad de pensamiento, dignidad del ser humano, y bajo perversión del adoctrinamiento de una sociedad, donde se divide a familias, convirtiendo en enemigos unos parientes contra otros, en sapos y verdugos de su propia sangre, práctica cubana extendida a Venezuela, pero que aún se resiste y amenaza hoy al prostituido estableciendo criminal madurista. De allí que ante el avance de la esperanza, con la contundente victoria en elecciones primarias de la valerosa mujer venezolana, cabalmente representada por María Corina Machado Parisca, con participación y votación cuasi unánime de 3 millones de electores.

El brazalete blanco

La difusión de videos conclusivos de causas dizque judiciales, en los que el régimen muestra personas o establece narrativa de una nebulosa conspiración general contra la tiranía de Nicolás Maduro. Bautizándola conspiración del “brazalete blanco” a partir del apresamiento de un capitán del ejército venezolano de nombre Anyelo Heredia, la convierten en una trama que, de no ser porque la usan para secuestrar, torturar, mantener a mujeres y hombres encarcelados, vejados por pensar libremente y defender derechos humanos universales, serían propios del libreto de un escritor de telenovelas o series televisivas. Hasta tendría visos cuasi humorísticos por lo fantasiosas. Pero trágicamente son libretos rehechos de las originales peores miserias de regímenes siniestros y sádicos, dirigidos por psicópatas y cobardes.

La Ciencia Política, al igual que otras áreas del conocimiento, nos permitiría detectar por medio de la observación de las grietas en un sistema político de una sociedad o nación ante la fatiga de sus estructuras. Por tanto ello nos revelaría el inminente colapso de las estructuras que lo soportan.

En Venezuela la realidad de un hampa que gobierna zonas en las principales ciudades junto con las guerrillas disidentes de las FARC y del ELN, al menos en la mitad de los estados de nuestro territorio, nos muestra un “régimen del sálvese quien pueda” virtualmente caído. Dolorosamente sostenido básicamente en el miedo de una población sometida a la represión, y antes huérfana de una conducción política capaz  de unirla para llevarla a una calle sin retorno ¡hasta que caiga la tiranía! Sólo así se darán unas posteriores elecciones justas y democráticas, y no al revés.

A partir del estudio, observación científica, pruebas recogidas de las experiencias políticas y contrastadas con la experiencia histórica, puede más que deducirse, sentirse que está llegando la hora de la conjunción de los factores populares internos y de las condiciones externas que darán al traste primero con los veinticinco años de dolor, sacrificios y muerte de nuestro pueblo venezolano, donde el temblor y hedor de los cobardes se hace cada vez más evidente, ante la espada de San Miguel Arcángel con lo cuál el Rocío de la libertad habrá de sentirse pronto.

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