En muy breve tiempo, el régimen aprobará una ley relacionada con las llamadas zonas económicas especiales (ZEE), a través de la oficina subalterna que ocupa –mancillándolo- el Capitolio Federal. Luce aparentemente inútil la acostumbrada habilitación presidencial para contar con un instrumento legal que le permita atraer a las grandes inversiones extranjeras que le urgen, porque sólo los más incautos lo exigirán en un país jurídicamente inseguro, donde el procedimiento legislativo es realmente administrativo a juzgar por el control hegemónico de las camarillas en el poder.
Agotado el Estado comunal en Venezuela, requiere de una reflotación política y económica que sugiere el reacomodo de los sectores que lo concursan. En un sentido, significa atomizar los distintos órganos del Poder Público, reafirmando el señorío de Miraflores, mediante la fragmentación y reconfiguración de las ciudades de provisional coexistencia con la institución municipal, por no citar la multiplicación exponencial de los parlamentarios comunales; y, en el otro, insuficiente o liquidada la renta petrolera, procurar una rezonificación de las mafias de cierto arraigo territorial, quizá depurándolas, para que perciban y aporten las divisas de sostenimiento, incluso, bélico, del poder central, implicando un superior desempeño económico respecto a la industria del delito.
Familiarizados con la nomenclatura, por las numerosas áreas de seguridad que caracterizan al país inseguro, cuestionando el derecho constitucional a transitarlo, esta vez parece seductora la de una múltiple especialización económica, aunque nos adivinamos muy distantes de la experiencia china que reclama disciplina, capacidad y franqueza de nuestras potencialidades y ventajas comparativas. No es otro el modelo al que apunta la usurpación, desde que lo fraguó en el viceministerio del ramo hacia marzo próximo pasado, aspirando ahora a una ley orgánica para el portafolio de promoción.
Entendidos en un Estado criminal, depredador antes que fallido, no serán precisamente los más importantes, limpios y dinamizadores capitales que atenderán el llamado desesperado de las mafias, siendo muy propicias las condiciones para los más obscuros, dudosos e ilusorios. Por no citar a otras entidades de iguales o mayores riquezas, en el estado Miranda no será suficiente entregar el puerto de aguas profundas de Carenero y el aeropuerto de Higuerote, las costas promisorias y la masa de desempleados a las maquilas, en un contexto tan trágico y dramático de inaudita y literal supervivencia que, al contrario, reclama que también toda Venezuela se explique a través de una sociedad libre, abierta y competitiva.
Es curioso que no hayan esperado a la promulgación de la ley para declarar como ZEE a la militar de desarrollo forestal del estado Aragua, o digan ejemplificar la ZEE de Guarenas con una planta reencauchadora de medianas dimensiones. Existe una deliberada confusión conceptual, ya que el propósito principal es el de percibir masivamente las divisas que les permitan a las mafias sostener al Estado comunal para una nueva etapa del rentismo venezolano, y no el autoabastecimiento nacional tampoco garantizado desde una perspectiva de la seguridad y defensa de la nación.
Por cierto, la fórmula no significa una despedida del socialismo, sino su más acabada realización, aleccionados por la versión “desarrollada” que acuñaron los soviéticos. Ya son muchas las aguas que corren por encima de los puentes marcados por las mafias, anegados por debajo de miserias y pobrezas, pero – valga el detalle – los escombros no flotan.
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