El plan de salvación nacional propuesto por Juan Guaidó es pertinente. Es necesario que se sienten a negociar el régimen de facto con el gobierno interino, representado en la Asamblea Nacional elegida en 2015. La extrema división en la que ha estado el país en los últimos lustros nos hace mucho daño a todos. A esto se suma la propia atomización de la alternativa democrática, fraccionada especialmente entre un bando que impulsa la abstención y otro que insiste en la participación electoral y que logra muy poco, producto del desconcierto que inunda a la población, ante dos mensajes antagónicos.
En este sentido es necesario buscarle una salida a la actual situación. La primera reacción de Maduro ante el llamado de Guaidó fue rechazar toda conversación antes de que se le devuelvan las cuentas congeladas por Estados Unidos y la administración de Citgo y de Monómeros, como si esto no fuera parte de lo que habría que negociar y que, por cierto, no depende del todo de Guaidó, sino de un acuerdo internacional que además, si se cumple lo pautado, vaya progresivamente aliviando las sanciones contra el régimen. Maduro tendría que liberar a los presos políticos, restituir las autoridades naturales a los partidos, habilitar a los líderes inhabilitados, garantizar el regreso de los exiliados, permitir entre otras muchas cosas la señal conculcada a cientos de medios de comunicación social, y devolver los bienes de El Nacional y de todas las empresas expropiadas o confiscadas.
¿Se puede trabajar con este CNE? La verdad es que no tiene legitimidad de origen, pero podría con la actuación de Roberto Picón, de Enrique Márquez y de los demás opositores ganar legitimidad de ejercicio. En todo caso es el mejor CNE en veinte años y hay que recordar que en la época de Pinochet, el CNE chileno lo dirigía un general ministro de Relaciones Interiores. La mayoría chilena no se planteó que votar en un plebiscito para que continuara el presidente de facto era legitimar al dictador, sino simplemente que era una oportunidad para sacarlo del poder. Un huracán de votos en contra en la proporción en que se encuentra el rechazo a Maduro no dejaría un ápice de dudas de que tiene que irse. Al instante, muchos de sus propios íntimos empezarían a dejarlo solo, y ni hablar de la mayoría de la familia castrense. La Constitución es muy clara, la soberanía, entendida como poder supremo, reside en el pueblo.
Desde mi punto de vista, todo lo que hay que hacer en una mesa de diálogo es garantizar un acuerdo para que se cumpla la Constitución y se celebre anunciándose desde ya, en la fecha prevista, el referéndum revocatorio presidencial de mitad de período. Allí lo único que hay que establecer es una observación internacional profunda y condiciones equitativas para una campaña competitiva.
De cualquier manera, en los próximos días venezolanos de las más distintas corrientes políticas vamos a presentar al nuevo CNE una solicitud para iniciar los trámites que conduzcan al revocatorio presidencial. No nos podemos quedar cruzados de brazos. Si la mayoría de lo que se hace se encauza a que el pueblo decida si Maduro se va o se queda y por qué, estamos recuperando el futuro para los venezolanos. De todos y de cada uno depende. Si el revocatorio va, el cambio va…
@OscarArnal
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