En verdad, no solo el fiscal Tarek W. Saab, es todo el régimen que puede calificarse de vil y este tiempo vivido califica para ser llamado “El tiempo de la vileza”. Han sido veinte y tantos años en los que se ha naturalizado la ruina y se ha materializado la mentira como forma de hacer política y gobierno.
Le confieso que mis rencores con respecto a algunos personeros del régimen suelen ser muy lentos. Uno de esos personajes, depositario de mis más recalcitrantes rencores, es el fiscal general Tarek William Saab, quien funge de instrumento del régimen para negar la vida de los demás.
Obviamente, no soy el único venezolano que alberga un inconmensurable rechazo a las palabras del fiscal. Y, cómo no tenerlo, cómo no voy a detestarlo, si ahora mismo, lo mismo que 8 millones de venezolanos que han tenido que salir huyendo del país, estoy más o menos perdido sin encontrar mi lugar en este país donde ahora vivo.
¡Ah! El fiscal, uno ve su imagen en la televisión durante el anuncio de las más estrambóticas denuncias, persecuciones, presentación de videos con sendas confesiones arrancadas a fuerza de tortura de involucrados en corrupción, planes magnicidas, actos terroristas, etc.
Allí está, de nuevo, en televisión, como siempre, acusando, persiguiendo, amenazando. Su reino es el micrófono.
Vemos su cara que está cubierta, casi en su totalidad, por dos grandes ojeras, sus cejas están perfiladas, los labios brotados, como inflamados por la desmesura del bótox inyectado, sus raros tatuajes que se asoman en el cuello y en las muñecas y su particular corte de pelo, configuran una “facha” desagradable. Pero, lo peor del fiscal no es su apariencia física, sin dejar de serlo.
Lo peor del fiscal es la narrativa que se ha inventado para acusar, perseguir, meter presos, sin prueba alguna a dirigentes políticos, periodistas, opinadores, gente de a pie que grita el hartazgo que el régimen le produce.
Dos semanas atrás se le ocurrió acusar a “ArmandoInfo”, a Sebastiana Barráez y otros periodistas de estar involucrados con Tareck el Aissami en el caso Pdvsa-Cripto. La cuestión ha terminado por no funcionarle, porque el trabajo de investigación realizado por los denunciados recoge en una cantidad considerable de trabajos que señalan abiertamente al expoderoso El Aissami en la descomunal corrupción cometida en la industria petrolera.
Algunas veces, justamente, cuando ocurre que nadie se come los cuentos de sus acusaciones entonces, se afana por parecer “un fiscal de verdad” y se aventura a ir a casos cotidianos, que se alejan de sus actuaciones políticas.
Entonces, descansa de perseguir a opositores, solo por un rato, y se dedica, por ejemplo, a perseguir a quienes acusa de violar los derechos de los animales. En este sentido, hay un número significativos de casos, de personas enviadas a prisión por haber dado una patada a un perro o “jalado el rabo a un gato”. Aunque en su descargo, aun cuando “los derechos humanos” son un constructo socialmente producido para los humanos, nadie tiene por qué ir por la calle dándole patadas a cuanto animal encuentre en su camino o causándole dolor o muerte
Pero estas acciones no le eximen de las cochinadas que ha cometido con la gran cantidad de gente inocente a la que le ha arruinado la vida. La mayoría de ellas hoy en el exilio, esa cosa de las que a veces significa morir un poco.
No sé en qué momento Tarek W. Saab dejó de ser el defensor de los derechos humanos para convertirse en el violador de los mismos que es hoy. No sé si en algún momento de su vida pensará en lo lejos que ha quedado su pasado, no sé si tendrá el valor para reconocer lo que se ha alejado de este.
Tal vez lo mejor de él es su poemita “Llueve… Escampa”, porque, no es gran cosa, pero, por lo menos, no le hace daño a nadie.