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Retorno de la historia: los imperios

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La seguridad militar y comercial ha sido la excusa y guía del renacimiento de los viejos y nuevos imperios-continente. Quizá el ejemplo más claro que sigue Donald Trump, al decidir aumentar su territorio y espacios marítimos, es el de Vladimir Putin y en parte el de China. A Rusia no le basta la inmensidad de su territorio actual –es el Estado más extenso del mundo– sino que pretende que los Estados vecinos acepten ser anexionados o, su alternativa, convertirlos en Estados vasallos con gobiernos sometidos a los dictados de Moscú. Una frase atribuida a Putin, expuesta por toda Rusia, afirmaba que «las fronteras de Rusia no terminan en ninguna parte». A Catalina II la Grande se le atribuya la frase que repetía Stalin: «No tengo otra manera de defender mis fronteras que ampliarlas». Desde los zares a Putin, Rusia siempre ha sido nacionalista, expansionista e imperialista.

Trump comprende a la Rusia de Putin y no tardará en «pacificar» Ucrania aceptando el renacido derecho de conquista abolido en los años veinte del siglo pasado. La Rusia de siempre quiere recuperar parte de los territorios que fueron de sus zares: anexionarse todo o parte de Ucrania, Moldavia, amenazar a los Bálticos y avasallar Georgia y otros Estados vecinos manipulando sus democracias. Si Estados Unidos pretende Groenlandia, puede temblar Noruega pues el archipiélago ártico de las Svalbard, por el mismo motivo de Washington en Groenlandia, se lo podría comprar Rusia (lo que es legal) u ocuparlo militarmente. Barra libre para las potencias militares.

Es la práctica directa de Turquía desde hace años. Ya en 1974 atacó Chipre con la excusa de proteger a los turcochipriotas, soportando condenas generales y del Consejo de Seguridad de la ONU, así como la negativa general a no reconocer su soberanía del territorio invadido. Ahora bien, nadie le ha desalojado en medio siglo de la mitad del territorio de la isla donde siguen las tropas turcas por toda la eternidad. Y en los últimos años, sus prospecciones sin límite en el Mediterráneo en aguas de otros Estados soberanos y el acoso a las islas de Grecia en la plataforma del Egeo (con serios incidentes armados durante la pandemia de covid-19 e intervención de la Armada francesa) se ha simultaneado con la anexión de facto de territorio kurdo-sirio rompiendo la integridad territorial de Siria. Erdogan alucina con un lugar parecido a Mehmet II el Conquistador en la historia turca (caída de Constantinopla y del imperio bizantino) con el símbolo de Santa Sofía reconvertida al islam durante la pandemia. Y en 2023 ha dirigido la conquista de territorios armenios para su vasallo y rico Azerbaiyán con expulsión de más de 100.000 cristianos. Armenia está siendo asfixiada y sigue hundiendo su vista en la sagrada montaña Ararat ocupada por Turquía.

China es otro imperio-continente que quiere recuperar su integridad territorial (Taiwán) arrancada a la madre patria por el dictador derrotado por el triunfante en la Larga Marcha de 1950. Pero quiere más. Al igual que Trump y Putin, quiere controlar los mares próximos para su seguridad y aprovechamiento de los recursos. China pretende encerrar como propio un mar cuya denominación ha impuesto como «mar Meridional de China o mar del Sur de China», también denominado «mar del Este» por Vietnam o mar de Filipinas Occidental (con sentencia arbitral a favor de Filipinas en 2016 de la que hace caso omiso China). El expansionismo marítimo chino afecta también a los derechos de Malasia y Brunei.

Presten atención a la idea de Trump, tomada de la práctica de China: ha decretado el cambio de denominación del golfo de México por golfo de América (muy rico en petróleo) y con ello toma posiciones para ahogar los derechos de México sobre la plataforma continental que soporta ese golfo. Los imperios se retroalimentan y desprecian el gran logro de los años ochenta del pasado siglo con la Convención de Derecho de Mar, una gran obra jurídica para el disfrute ordenado de los mares y sus espacios y fondos. Otro derribo de la era de Naciones Unidas.

Es la seguridad o soberanía extensiva adoptada por Rusia y Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial basada geográficamente en las zonas de influencia de uno y otro, a la que se arriman China y Turquía. Los cuatro vienen defendiendo el derecho de conquista territorial, por la fuerza, si no se les entregan voluntariamente o aceptan aplicar políticas al dictado. El gran éxito de Naciones Unidas, con sus imperfecciones en la práctica de 75 años, fue la ilegalización de uso de la fuerza para adquirir territorios deslegitimando la conquista territorial.

No se entiende la pretensión anexionista de Donald Trump en Groenlandia, Canadá, Panamá o México. La hegemonía norteamericana ha sido la más extensa que ningún otro imperio clásico conocido y sin requerir ocupación territorial-militar. La radiación global de poder de Estados Unidos se ha producido en los siglos XX y XXI al amparo de unos muy definidos modelos culturales. Estados Unidos ha sido un imperio en la medida en que su cine y sus televisiones han irradiado un estilo de vida a imitar por todo el universo, subyugado por el modo de vida americano. Ha sido su gran superioridad como hoy lo es su dominio tecnológico. Y todo sucede con rapidez mientras la Unión Europea sigue sin despertar frente a la ley de la selva universal. Rusia no reconoce a la vecina UE y Trump la desprecia, por lo que quedará previsiblemente fuera de las negociaciones de paz en Ucrania. Se confirmaría el fracaso de Bruselas en la defensa de los espacios donde se juegan sus intereses más inmediatos frente a potencias menores y sin valores, como Rusia o Turquía, que sí supieron ocupar el vacío dejado por Estados Unidos hace años.

La agresividad de las potencias cuasi continentales se ve reverdecida y legitimada por las pretensiones anexionistas de los Estados Unidos de Trump. Los imperativos de la seguridad e influencia son legítimos para todo Estado, máxime para las grandes potencias, pero la cuestión es cómo consiguen esos objetivos: con marcos institucionales pactados o por la fuerza armada.

Artículo publicado en el diario ABC de España

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