Los ciudadanos respiramos aliviados después de la decisión del presidente Biden de retirarse de la carrera presidencial. Cuando las circunstancias lo aconsejan, los líderes políticos, como los capitanes industriales o financieros, deben dejar paso a otras personas que desarrollen su labor con mayor energía y, si es el caso, con plenitud de facultades. La decisión de ceder el paso a Kamala Harris, actual vicepresidente, es digna de elogio por lo que representa y por el reconocimiento del trabajo realizado.
Biden es un presidente que puede mostrar importantes resultados en política interior y exterior, a pesar de las guerras de Ucrania y especialmente de Gaza; pero, sobre todo, ha mostrado en los últimos tiempos con meridiana claridad el peso de la edad, olvidando o confundiendo nombres tanto de los amigos como de los adversarios, además de presentar en el debate televisado con su oponente una imagen negativa por la confusión transmitida por alguna de sus frases. Retirarse a tiempo es lo que ha hecho Biden, dejando la nominación demócrata a Kamala Harris, que puede mostrar su habilidad como fiscal y también en los últimos años como senadora y vicepresidenta. En la vida política actual, la comunicación es esencial “si vivimos en una teatrocracia, los actores deben demostrar que saben representar su papel” (Vallespin, 2024). Es esencial, pues, actuar bien y en el último debate y actuaciones públicas Biden mostró el peso de su edad.
Sin embargo, para un político de larga data, es doloroso retirarse, pero la procrastinación o aplazamiento sine die de la decisión, que debe llegar, no hubiera hecho más que agravar la diferencia en la apreciación de los ciudadanos, a juzgar por las encuestas conocidas. Todo un ejemplo positivo para otros líderes políticos que se eternizan en el cargo, modificando si lo consideran necesario las constituciones vigentes.
La previsiblemente candidata demócrata Kamala Harris es una gestora pública experimentada como fiscal de California y como senadora, y como primera consecuencia ha logrado levantar la moral de los militantes e incrementar fuertemente las donaciones a su partido a un nivel hasta ahora desconocido. Aunque la campaña se prevé dura resulta evidente que la nueva candidata, que aún debe ser ratificada por las primarias demócratas, sabrá responder con viveza a los ataques de su contendiente, que no esperó a comenzar sus acometidas. Respondió Kamala Harris con un latigazo, afirmando que tenía gran experiencia con delincuentes y que Trump era un delincuente reiteradamente condenado.
La señora Harris, afroamericana y de raíces asiáticas, puede hacer una página de la historia importante, pues protagoniza campañas en defensa del aborto reconocido tradicionalmente en Estados Unidos y derivado recientemente por el Tribunal Supremo a los estados y ha sido la persona que ha dirigido la política migratoria en los últimos años.
Desde luego, asistiremos a debates en los que olvidaremos los lapsus de Biden y podremos comprobar que ante la antigua fiscal de California los exabruptos de Trump tendrán contestación inmediata. De momento, ya ha respondido a Trump señalando que como fiscal se había enfrentado y había vencido a delincuentes sexuales y Trump había sido condenado por un delito sexual.
Los tiempos que se avecinan necesitan personas en plenitud de facultades y con experiencia en la era de la inteligencia artificial que debe estar más al servicio de los ciudadanos. La generación de actividades en esta materia debería más partir de la inteligencia de los Estados que de la búsqueda de expertos externos. Como se ha señalado, con frecuencia los principales criterios de evaluación de los proyectos de IA son los factores económicos y la religión del crecimiento. Los políticos están convencidos de que los que están en el corazón de la máquina -empezando por los empresarios e ingenieros-son los que mejor conocen las conclusiones de todos estos avances (Eric Sadin, 2024).
Estos no serán los únicos temas de la candidata Harris, pues se enfrentará con las interpretaciones restrictivas en cuanto al aborto y otras materias del Tribunal Supremo, como ya ha sucedido. En Estados Unidos, como en otros muchos países, hay cada vez más un enfrentamiento entre las decisiones políticas aprobadas por los Parlamentos respectivos y las interpretaciones jurídicas de los Tribunales superiores, lo que genera en ocasiones la imposibilidad de cambios de calado en las sociedades.
Como se ha escrito recientemente, claras mayorías políticas no consiguen llevar a la práctica lo que han conseguido acordar porque se les enfrenta un gremio de jueces que no han sido elegidos y que no rinden cuentas a nadie (Innerarity, 2024). El sistema de pesos y contrapesos en el que se basa la democracia occidental debe funcionar, pero no parece positivo que por este medio de la interpretación del derecho se impidan cambios importantes que las mayorías parlamentarias acuerdan.
Tiempos de enseñanza política: un presidente de edad deja paso a una persona más joven, que seguramente defenderá las ideas con mayor vigor y rapidez. Esperemos que sea suficiente para que no tengamos que volver a episodios de relaciones internacionales de sorpresas mayúsculas.
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