Nuestra vida apresurada nos ha hecho perder de vista muchas cosas valiosas, entre ellas la naturaleza que nos rodea y que hace posible nuestra vida. Este momento de emergencia sanitaria nos ha obligado a hacer un alto para reflexionar, para repensarnos y para reconectarnos con nuestro planeta, la Pachamama.
Es esta una excelente oportunidad para hacernos conscientes del valor de la vida y la necesidad de preservar la naturaleza, para hacerla posible. La degradación y perdida de los bosques tropicales representan un grave peligro para la salud pública del mundo.
La irrupción humana en los bosques tropicales, impulsada por nuestros nocivos patrones de consumo y sistemas de producción, ha generado interacciones entre animales silvestres y humanos que no existían anteriormente; esto ha derivado en que agentes patógenos que antes solo se encontraban en animales se transfieran a humanos. El COVID-19, al igual que la gripe aviar, el Ébola, SARS, y otras epidemias recientes, son enfermedades zoonóticas, es decir, de origen animal.
La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 21 de marzo como Día Internacional de los Bosques. El tema de este año es “Restauración Forestal, un Camino a la recuperación y el bienestar”, el objetivo de la restauración forestal es devolver un bosque degradado a su estado original, esto significa, restablecer la estructura, la productividad y la diversidad de las especies que en teoría estaban presentes originariamente en un lugar.
Este día rinde homenaje a la importancia de todos los tipos de bosques y sus aportes al equilibrio natural del planeta. Los bosques son la garantía de la vida en la tierra, como el aire que respiramos, y que no lo tenemos consciente, solo nos damos cuenta de ello cuando tenemos dificultades para respirar.
Resulta impresionante que la inmensa mayoría de la biodiversidad terrestre se encuentra en los bosques del mundo. En conjunto, contienen más de 60.000 especies diferentes de árboles y proporcionan hábitats para 80% de las especies de anfibios, 75% de las aves y 68% de los mamíferos. En otras palabras, la conservación de la mayor parte de la biodiversidad del planeta depende enormemente de la forma en que interactuemos con los bosques y hagamos uso de sus recursos.
La pérdida y la degradación de los bosques emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero proveniente del cambio de uso del suelo, la tala de árboles, los incendios forestales, la utilización de maquinaria que consumen combustibles fósiles y el uso de fertilizantes ricos en nitrógeno para actividades agrícolas y ganaderas, todo esto provoca el calentamiento del clima y aumenta el riesgo de extinción de plantas y animales.
Por el contrario, la restauración y la gestión sostenible de los bosques permite abordar, de forma simultánea, el cambio climático y la biodiversidad, al tiempo que aumentan los bienes y servicios necesarios para el desarrollo sostenible. Cuando bebemos un vaso de agua, escribimos en un cuaderno, tomamos medicamentos para alguna enfermedad o construimos una casa, todo ello forma parte de los bienes y servicios que nos proporcionan los bosques.
Imataca ejemplo de restauración forestal
En Venezuela, la FAO en conjunto con el Estado venezolano y con financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), implementa una estrategia de restauración forestal en la Reserva Forestal Imataca, una de las Reservas Forestales más importantes y extensas del mundo, ubicada al sureste del país, en el estado Bolívar.
En Imataca se están aplicando estrategias que integran la conservación de la biodiversidad, el manejo sostenible de la tierra y la mitigación del cambio climático, para la recuperación de las áreas degradadas.
Esta iniciativa conjunta, a mi juicio, contempla tres interesantes logros: el primero de ellos es el otorgamiento por parte del Estado de 6.500 hectáreas de bosque a los pueblos indígenas para desarrollar actividades conducentes al uso sostenible y conservación. La segunda es mostrar que los pueblos indígenas empoderados son los guardianes de los bosques y la tercera, es visibilizar el rol transcendental de la mujer en la preservación del medio ambiente y por ende de la vida en el planeta.
Las mujeres Kariñas, han hecho suyo este proyecto, se han organizado para la recolección de semillas de especies nativas de uso tradicional y el desarrollo de viveros comunitarios y familiares, que han permitido la producción de plantas forestales y frutales para ser establecidas, mediante prácticas agroforestales, en la producción de alimentos, y en la reforestación para recuperar la cobertura vegetal de áreas intervenidas y degradadas.
Además de sus implicaciones medioambientales, este proyecto representa una importante oportunidad para las mujeres kariñas. Ellas se han incorporado a actividades económicas productivas que les otorgan un rol distinto a las tareas domésticas que culturalmente les eran asignadas.
En Venezuela, la superficie de bosques es de 475 millones de hectáreas aproximadamente, representando 52% del territorio venezolano, entre los que se encuentran 43 parques nacionales, 36 monumentos naturales, 7 refugios de fauna silvestre, entre otros. Todos estos importantes recursos medioambientales y su utilización generan una gran responsabilidad que se debe traducir en el compromiso por su resguardo y preservación.