OPINIÓN

Resistencia, exilio y reconocimiento

por Antonio Ledezma Antonio Ledezma

Para llegar hasta donde hemos podido llegar, y más aún, para avanzar hasta donde estamos decididos a hacerlo, ha sido preciso asumir inmensas responsabilidades, imprevisibles riesgos y los más asombrosos sacrificios. Ha sido una ruta plagada de obstáculos en los que los retos van desde estar preparados para padecer la cárcel, el destierro y, hasta la misma muerte.

Lo magníficamente logrado el pasado 28 de julio es la resultante de esa capacidad de resistencia de una ciudadanía que ha sido capaz de sobreponerse a una seguidilla de adversidades, teniendo en cuenta que esos infortunios no sólo derivaban de la maldad del régimen dispuesto a cometer todo tipo de crímenes para sostenerse en el poder, sino que, en algunos casos, eran consecuencia de los dislates cometidos por los mismos factores que asumían circunstancialmente la conducción de la lucha opositora. En definitiva, han sido más de 25 años lidiando con un régimen que no ha escatimado nada para someter a la ciudadanía y buena parte de sus dirigentes.

Ese régimen devastador que ha cerrado medios de comunicación; que ha desatado una ola expropiatoria vulnerando el derecho de propiedad, todo con la finalidad de debilitar a los agentes económicos del país; que ha judicializado a los partidos; que ha criminalizado el derecho a disentir; que no se detuvo al momento de inhabilitar a nuestros dirigentes, ni de declarar en desacato a la Asamblea Nacional designada con un torrente de votos en las legislativas de 2015; un régimen represivo que acumula más de 17.970 detenciones arbitrarias entre 2014 y la presente fecha; que ha liquidado a más de ocho mil seres humanos por la vía extrajudicial; que ha saqueado las riquezas del país; que ha roto la unidad de las familias venezolanas; que ha hundido en la miseria a más del 90 por ciento de la población del país y ha destruido nuestras fuentes de riquezas como Pdvsa, la CVG, la ganadería, la agricultura, etcétera.; que ha desprestigiado al Banco Central de Venezuela, devaluado nuestro signo monetario y comprometido a la Nación con una gigantesca e injustificable deuda externa; que ha colapsado nuestro sistema hidroeléctrico, termoeléctrico y los sistemas de acueductos y plantas de tratamiento de agua cruda; que ha condenado al descuido absoluto las plantas físicas de universidades, escuelas, hospitales, teatros, ateneos, instalaciones deportivas, infraestructura vial, puertos y aeropuertos que se encuentran en pésimas condiciones.

Ese es el país que va a gobernar Edmundo González Urrutia. Nadie puede dudar de que se trata de un formidable reto para él y para María Corina Machado, líder de la lucha de resistencia. Ambos, basados en una unidad franca e indisoluble, lograron dejar atrás los desatinos e imponer una conducción coherente con una línea estratégica acertada que dio lugar a esa primera victoria del pasado 28 de julio. Serán objeto de investigaciones, análisis y de las más disímiles glosas, toda esa procesión de acontecimientos que van desde los acuerdos del diálogo de Barbados, la realización de las elecciones primarias, las inhabilitaciones, la selección de Edmundo como abanderado presidencial unitario, la inédita campaña electoral sin finanzas, sin acceso a los medios de comunicación, apenas contando con las herramientas digitales y con centenares de dirigentes apresados y los integrantes del comando de campaña asilados en la Embajada de Argentina. Así se escribió esta historia.

 

Artículo publicado en el diario ABC de España