Son los violadores de derechos humanos, torturadores, quienes golpean porque son el poder al mando, armados, dueños y señores de una justicia sumisa, obediente, desvergonzada y cómplice; los que miran para donde les ordenan deben mirar dejando de lado estudios, conocimiento de leyes escritas, aprobadas para todos, pero tergiversadas, distorsionadas, ignoradas por quienes deberían velar su cumplimiento imparcial, es una obligación, deber y, algunos incluso lo afirman con desvergüenza, su vocación.

Son desechos malolientes que dejan pálidos a los asesinos racistas de las SS nazi, solo comparables a los letrados en leyes sometidos abyectamente al nazismo hitleriano conocidos como “juristas del horror” –libro escrito por Ingo Müller, crudo y descarnado acto de mea culpa–, sentencias de brutales y vergonzosos magistrados, traidores a sus principios y lealtades para con la ciudadanía; coautores, avaladores de aquella ignominia, que relata un profesional del Derecho sobre la justicia germana en los años del nazismo.

Semejanzas espeluznantes con los espías, jurisconsultos y uniformados de la bestia sangrienta, engendro diabólico, que en vida se llamó Josef Stalin y quienes como Lavrentiy Pavlovich Beria –político soviético, mariscal de la Unión Soviética, administrador de seguridad del Estado, jefe de la seguridad soviética y policía secreta durante la Segunda Guerra Mundial–, lo rodearon, obedecieron, apoyaron, jefes y guardianes de los crueles, atroces campos de concentración, asesinos despiadados como Reinhard Heydrich –arquitecto principal del Holocausto– y Heinrich Himmler –ministro de Interior del Reich, jefe de la policía alemana, incluida la Gestapo (Policía Secreta del Estado)–, regaron por la Europa ocupada, a los bárbaros sin conciencia ni humanidad que flotaban felices sobre el hambre y frío de sus presos en las estepas rusas, la misma raza inhumana que obedeció a déspotas tiranos como Fidel y Raúl Castro, el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, el machetero panameño Noriega, igual a la pareja corrompida abusadora sexual que se mantiene con las uñas clavadas en la avergonzada Nicaragua tras convertir al sandinismo liberador en una vergüenza latinoamericana, y como aquellos implacables torturadores, homicidas, verdugos de las opresiones militares de Uruguay, Paraguay, Argentina y Brasil, que gracias a las reacciones de sus pueblos fueron echados como trastos sucios e inmundos a la basura de la historia.

Son los mismos en esta Venezuela descoyuntada, hambrienta, abusada, engañada, desmoronada, que embanderan sus gritos de protesta porque las Naciones Unidas no solo han denunciado con pelos y señales la violación de los derechos humanos como permanente política oficial, sino que su más reciente informe amplía datos y confirma tan terrible realidad.

Basuras que sonríen cuando delinquen, conocen la gravedad y persistencia de sus abusos que no son solo de policías y atormentadores, son política de acción, forma establecida de ser, pensar y actuar. No tienen frenos de conciencia, porque abusar del más débil es en ellos reacción natural.

Aferrados al poder sentados sobre cañones de fusiles mientras destruyen lo que tocan, insinuar que Michelle Bachelet ha sido comprada por el gobierno de Estados Unidos es un grito necio, majadero en la sombra al borde del precipicio y demostración de que no van a cambiar su barbarie; reconocen que están haciéndolo mal y creen, como el hombre asustado por fantasmas que no sabe ver, pero lo rodean, pueden atraparlos y los atraparán.

Desechos que huelen la peste de su propia podredumbre, se perciben contra la pared, no tienen dónde irse a lamer sus heridas, espantar moscas, disfrutar patrimonios de latrocinio y descaro. No basta la confinación para disfrutar retiros felices, conscientes de que la justicia violada espera paciente para devorarlos.

@ArmandoMartini


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