En un mundo globalizado como el que vivimos hoy, el movimiento de personas, animales y alimentos ha generado condiciones que han ido propiciando la propagación de enfermedades infecciosas y epidemias de manera rápida y agresiva alrededor del mundo.
Actualmente, dos enfermedades virales se encuentran entre las que debemos mirar con mayor atención en nuestra región: la peste porcina africana, que aqueja a los cerdos domésticos y silvestres; y la influenza aviar, que afecta especialmente aves domésticas y silvestres, pero que también ha registrado contagios en otros animales mamíferos e incluso en personas.
En julio del año 2021, la peste porcina africana (PPA) reemergió en República Dominicana y en Haití luego de 40 años de ausencia. En ese contexto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está dando asistencia al tema, con apoyo de la Oficina de Asistencia Humanitaria de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (BHA-USAID por sus siglas en inglés), y del Servicio de Inspección de Sanidad Agropecuaria del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA-APHIS)[1]. Se busca dar apoyo a 30.000 productores, y concientizar a los países de América Latina y el Caribe sobre el tema.
En 2022, la influenza aviar, considerada altamente patógena, inició un ciclo de brotes y expansión en los países de América Latina y el Caribe por medio de las rutas anuales de las aves migratorias. Actualmente, 14 países de la región han reportado casos de esta enfermedad, elevando la demanda a los servicios nacionales de sanidad animal, y la cifra puede continuar aumentando.
En este contexto, la FAO está trabajando activamente en la generación de capacidades en los sistemas de los países afectados y en la coordinación de programas y políticas que permita una acción sinérgica y preventiva que minimice el impacto sobre los sistemas alimentarios.
No podemos olvidar que estas enfermedades no solo afectan a nivel de salud pública, sino que también pueden generar efecto en el comercio y el suministro de alimentos.
Pero este debe ser un trabajo conjunto. Los países deben seguir fortaleciendo sus programas nacionales de control y erradicación de las enfermedades animales transfronterizas y enfermedades zoonóticas de impacto en la salud humana, estableciendo alianzas con los diversos actores.
En este sentido la prevención es clave. Por ejemplo, para evitar la introducción de la influenza aviar en explotaciones animales, la FAO recomienda que los avicultores eviten el contacto entre aves de corral y aves silvestres, mantengan un control estricto sobre el acceso de vehículos, personas y equipos a las instalaciones avícolas, así como refuercen todas las medidas de bioseguridad en la propiedad.
Además, como organización, estamos trabajando junto a institutos de investigación y otros organismos internacionales vinculados a sanidad animal, ayudando a los países a incrementar la vigilancia y la preparación para la detección temprana y en el control rápido del virus.
Solo así podremos asegurar la seguridad alimentaria, reforzar los medios de vida, y avanzar en una ganadería sostenible, resiliente, competitiva y baja en emisiones.
https://www.fao.org/americas/noticias/ver/es/c/1602418/