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¿Requieren nuestras empresas salud mental?

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Desde que la Organización Mundial de la Salud estableció en 1948 que la salud, más que la ausencia de enfermedad, es la presencia de salud física, psicológica y social, esta perspectiva generó una concepción más integral, que atiende a la complejidad biopsicosocial del ser humano. 

A partir de esa visión, en el año 2022 la propia OMS aprobó la definición de salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. De esta manera, la salud mental no sólo abarca a todas las personas sin excepción, sino que ella se genera en nuestra vida diaria en los hogares, escuelas, actividades recreativas y, por supuesto -dada la cantidad de horas que allí pasamos y las implicaciones de ellos en el resto de los aspectos de nuestra vida- en nuestros lugares de trabajo.  

La salud mental al interior de las empresas y lugares de trabajo es un tema que cada vez atrae más la atención por sus múltiples implicaciones personales y organizacionales. De hecho, se ha encontrado una alta relación entre los niveles de salud mental de los empleados e indicadores laborales de riesgo como disminución en la productividad, aumento del ausentismo, falta de comunicación efectiva y un ambiente laboral hostil, cambios en el comportamiento, distracciones y dificultad para concentrarse, aumento de accidentes laborales, disminución de la motivación y desinterés en el trabajo, problemas de relación con los compañeros de trabajo y con los supervisores, y aparición de conflictos laborales.

Las investigaciones más recientes muestran cómo la salud mental impacta directamente en el trabajo y en la productividad de los colaboradores en las organizaciones. Así, por ejemplo, la OMS afirma que “los problemas del área psicosocial cuestan a la economía mundial 1 billón de dólares anuales en pérdida de productividad” (Informe anual 2022).  

Los resultados de PsicoData-UCAB sobre la salud mental en Venezuela -estudio nacional pionero en el país sobre los principales rasgos psicosociales de los venezolanos- revelan que 75% de la población indica que en los últimos 2 años ha experimentado la falta de familiares o amigos por causa de la migración. De ese 75%, 29% señala que su salud se ha deteriorado debido a ello, y 34% dice que le ha costado mucho retomar su cotidianidad después de experimentar tales pérdidas. Casi la mitad de la población afirma que le resulta difícil identificar y expresar sus emociones diariamente, un estado psicológico muy riesgoso y generador de vulnerabilidad. 65% de la población experimenta un alto nivel de estrés debido a su situación económica. Cuando tienen que enfrentar situaciones críticas se sienten solos, sin apoyo social, perciben que sólo cuentan con su familia, pero una familia que ha experimentado importantes fracturas debido a las secuelas de la pandemia, la migración masiva y la crisis económica continuada. 20% de la población reporta síntomas o indicadores de malestar psicológico tales como pérdida de sueño, tensión y agobio, inutilidad percibida, infelicidad, desconfianza en sí mismo y minusvalía; y uno de cada cuatro venezolanos muestra altos niveles de impulsividad y con tendencia a reaccionar de forma rápida, inesperada y desmedida ante situaciones externas o internas, sin considerar las posibles consecuencias. Para terminar este apretado muestrario, un elemento profundamente crítico es que más de 80% de los venezolanos expresa que no confía en la mayoría de las personas, lo que nos ubica comparativamente como el país del continente con el más alto índice de desconfianza interpersonal.

El anterior es un escenario que evidencia a un venezolano resiliente, pero con grandes factores de riesgo en términos de su salud mental. Este venezolano, quien ocupa la mayor parte de su tiempo en actividades laborales, es el mismo que trabaja en nuestras empresas y organizaciones, el mismo con el que nos topamos todos los días, y aunque muchos de estos síntomas no sean tan evidentes, no dejan por eso de afectar tanto la productividad y rendimiento de la organización como el bienestar de su fuerza laboral. Por ello, sería para las empresas un grave error desconocer esta realidad, y no tomar las decisiones y estrategias requeridas -y de comprobada eficacia- para minimizar su impacto y revertirlo a favor de la organización.

A propósito de lo anterior, es importante subrayar que varios estudios respaldados por la OMS confirman que los costes de tratar a personas con problemas de salud mental superan con creces los costes derivados de no hacerlo. De hecho, las empresas y organizaciones sensibilizadas con la importancia de la salud mental y que han establecido iniciativas concretas para proteger o promover la salud mental, al igual que el bienestar emocional de su fuerza laboral, han alcanzado un retorno sobre la inversión 6 veces mayor que aquellas que no lo hacen, producto de una mejora en el rendimiento laboral de los empleados. (Mental health and employers: the case for investment, UK, 2020).

No existe salud, sin salud mental. Y hoy en día se reconoce que no hay empresa estructuralmente saludable y con alta viabilidad de éxito en entornos de incertidumbre si no posee las herramientas para identificar y manejar situaciones relacionadas con la salud mental y sus implicaciones sobre la productividad, y que sea capaz de implementar medidas internas de prevención y fortalecimiento de la salud mental de empleados y colaboradores

@angeloropeza182

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