La historia registra a principios del siglo XX el aporte de la cultura americana a la literatura policial como el tránsito del salón de la alta sociedad a las alcantarillas de la ciudad. Fue el momento de la llegada de los libros baratos con escritores que trabajarán a destajo e incansablemente para cumplir con recetas preestablecidas. Un número fijo de palabras, un muerto en la tercera página y un tono generalmente muscular. Era la época de los “pulps”. Las revistas hechas en pulpa de papel barata (de ahí el Pulp fiction de Tarantino), de donde salieron, con Dashiell Hammett a la cabeza, James Cain, Raymond Chandler, Jim Thompson y una lista interminable de autores que estrenaron un género. Ya no alcanzaba con descubrir, con elegancia e ingenio quién era el asesino. Lo que interesaba era hundir la intriga en un entorno que por sí mismo revelaba mucho sobre el mundo y la sociedad en la cual el crimen florecía. Esa inserción social fue la que le dio al género una fisonomía y también una actitud. Abandonada la impersonalidad de los salones de la alta sociedad inglesa, las tramas hablaban de odios, reyertas de vieja data, venganzas de políticos baratos y peleas de donnadies que eventualmente llegaban a crímenes mayores. Inevitablemente esa literatura alimentó a un cine que con la depresión de los años treinta, se orientaba a lo social.
Es inevitable no recordar el contexto del género con esta inesperada Reptiles protagonizada por un Benicio del Toro deliberadamente envejecido en un drama en el Maine profundo, eco de los fantasmas del protestantismo gótico de la zona. Junto a una trama muy sólida, anclada en un “Whodunit” (¿quién lo hizo?) como marca del género, la película obtiene su riqueza de la parte oscura del iceberg, la que apela, como indicábamos a esa Nueva Inglaterra en la cual se agitan pasados no por remotos menos punzantes. No sabemos con precisión cuál es la circunstancia en la cual Benicio del Toro, un policía con un sólido pasado profesional, tuvo que abandonar su puesto anterior. Apenas unas indicaciones de su esposa a unas amigas contando generalidades de soplones, venganzas y la necesidad de cambiar de ambiente. Sabemos también que un velado favoritismo del tío de su esposa le consigue una posición que probablemente sus méritos justifican. Pero hay algo en la fotografía plomiza, el tono otoñal de los paisajes, los ángulos tortuosos o la cámara en movimiento que hace que el ambiente jovial, de buenos camaradas de armas que comparten un trabajo duro llame a la sospecha. Y es que Reptiles es ante todo un filme de atmósfera. Sospechamos que ese ambiente de masculina cordialidad esconde algo que solo podrá salir a flote cuando un caso de homicidio lo traiga a la superficie. Obviamente, no hay nada sobrenatural en este policial sólido, pero Nueva Inglaterra es un espacio emocional de culpa calvinista y pecados no expiados. La muerte de una vendedora inmobiliaria es un disparador de conflictos que revelan mucho sobre el entorno social. Por un lado están las adherencias de la familia de la víctima (un exesposo problemático) y por el otro las del novio y su madre, símbolos de la prosperidad de Maine. Pero en el polo opuesto está su antítesis. Los policías rudos que le dan la bienvenida a un recién llegado con una historia de hombre duro, obsesivo e indetenible. Lo cual denota un contexto donde la corrupción si bien difícil de descubrir, ronda en la oscuridad.
Hay tres elementos que hacen de este policial un disfrute mayor. Por un lado la trama que parte de un asesinato para ir siguiendo las raíces de un personaje a otro, raíces que dibujan una arquitectura de poder siniestra y basada en la tierra y la posesión de propiedades. Por otro, la habilísima forma en la cual el libreto va delineando psicologías siniestras que van desde la tortuosa relación madre hijo de los capitostes inmobiliarios a la complicidad tácita y familiar de los policías . Y, finalmente, la ya anotada fragilidad emocional que el contexto revela y que hace del paisaje una caja de resonancia del drama. Pero además y por si fuera poco, hay pequeños conflictos reveladores como la de los supuestos compradores que solo buscan habitar el morbo del lugar del crimen, o las historias no muy remotas de las aventuras inmobiliarias del patriarca fallecido. La unidad de ese caleidoscopio hace de esta película, un inesperado regalo del streaming generalmente tan mediocre. Un policial imperdible. Está en Netflix.
Reptile (Reptiles). EE UU, 2023. Director: Grant Singer. Con Benicio del Toro, Justin Timberlake, Alicia Silverstone.
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