Si existiera una pizca de pena, honor militar y hasta vergüenza debajo del oropel de las medallas que luce el general, Luis Cresencio Sandoval, sin duda que habría renunciado al cargo desde hace años.
¿Y por qué el militar habría solicitado su retiro a la titularidad de la Secretaría de la Defensa Nacional de México?
Elemental, porque todo aquello en lo que ha incursionado la Sedena, al mando del general Sandoval, ha resultado un fracaso total.
Además, claro, que los estrictos códigos de honor, vergüenza militar y lealtad establecen que, ante el fracaso, obliga la renuncia.
Lo cierto, sin embargo, es que también en el caso de las secretarías de Defensa y Marina –además de la Guardia Nacional–, lo que menos importa son los resultados positivos, los aciertos, la eficacia y el honor del deber cumplido.
¿Y entonces qué es lo importante para los altos mandos de las instituciones castrenses mexicanas?
Por increíble que parezca lo importante –lo único que vale–, para los titulares de la Sedena, Marina y Guardia Nacional es la lealtad ciega a un locuaz “jefe supremo” que cobija y solapa la deshonestidad, la ineficacia y la deshonra de una institución que por décadas fue ejemplo de servicio.
Lealtad ciega que a diario empuja a militares, marinos y guardias nacionales no solo a la violación constitucional, sino al desacato al poder civil, al ridículo de la complicidad con las bandas criminales que se convierte en un delito flagrante; todas ellas faltas graves que tarde o temprano llevarán ante la justicia a los mandos castrenses.
Peor aún; como si no fuera suficiente con la vergüenza del fracaso y la deshonra militar, el general Sandoval sumó a sus medallas la del cinismo de una claque gobernante de impúdicos. Es decir, que la más denigrante de las taras que distinguen al gobierno de AMLO –la tara del cinismo–, también aplastó el honor militar.
Por eso, ya no sorprende a nadie ver al general Sandoval muerto de risa frente al reclamo ciudadano para que cumpla su responsabilidad, para que respete la ley, la Constitución, la división de poderes y el mandato ciudadano.
Y el mejor ejemplo del cinismo que atrapó a los mandos castrenses lo vimos el miércoles 19 de octubre de 2022 en el pleno del Senado de la República, donde militares, marinos y guardias nacionales acudieron solo en calidad de “convidados de palo”, ya que no respondieron nada y a nadie.
Y es que en la comparecencia de la titular de Seguridad Pública –la señora Rosa Icela Rodríguez–, el general Sandoval se limitó a dibujar una sonrisa socarrona, frente al reclamo legítimo, severo y certero de senadores de oposición quienes no sólo exhibieron el fracaso lacerante de la Sedena, la Marina y la Guardia Nacional, sino la arrogancia de generales y almirantes que se escondieron detrás del silencio de complicidad.
Silencio y cinismo frente al escandaloso fracaso en materia de seguridad y contención de la violencia; un fracaso que ya costó la vida a casi 150.000 mexicanos; que suma 100.000 desaparecidos; 12.000 feminicidios y la muerte de cientos de periodistas, defensores de la tierra, de los bosques, de los derechos humanos y madres buscadoras.
Silencio y cinismo frente a la corrupción galopante y sin freno en la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles; en la edificación del Tren Maya y en la alberca natural gigante llamada Refinería dos Bocas.
Silencio y cinismo frente a la opacidad y la nula rendición de cuentas en todas las obras y las actividades encomendadas a militares, marinos y guardias nacionales; opacidad que confirma no solo un saqueo descomunal, sino que la estrategia de López Obrador fue precisamente la corrupción de los altos mandos castrenses para someterlos a sus caprichos.
Silencio, cinismo y complicidad en los informes salidos de la propia Sedena, en donde se reitera la existencia de los narcogobiernos de Morena; en donde se revela la complicidad castrense en el “Culiacanazo” y en la alianza con la banda criminal del Chapo.
Silencio, cinismo y complicidad en el creciente control que ganan los grupos criminales en amplios territorios de todo el país; bandas mafiosas que actúan a los ojos de todos y con la protección oficial.
Silencio, cinismo y complicidad en el saqueo en que se han convertido las aduanas de los cuatro puntos cardinales, por donde pasa sin problema –y a cambio de montañas de dinero sucio producto de la corrupción–, desde armas, droga, autos robados, tráfico de niños y de órganos humanos; todo aquello que produce dinero negro a los pingues negocios ilegales a los que se prestan militares, marinos y guardias nacionales.
Lo cierto es que es interminable la lista de transas, irregularidades y corruptelas en las que han incurrido militares, marinos y guardias nacionales; además de violaciones de los derechos humanos y de la Constitución.
Por eso insistimos; si existe una pizca de dignidad, vergüenza y honor militar debajo de las medallas que lleva en el pecho, el general Luis Cresencio Sandoval ya habría renunciado.
Pero no renunciará y todos saben por qué.
Al tiempo.
Artículo publicado en La Silla Rota