¿Venezuela, como creen muchos, está condenada a padecer una hegemonía despótica y depredadora, de manera indefinida?
¿Venezuela, como creen muchos, es un país que solo admite el despotismo político-militar y la corrupción generalizada del poder?
Las respuestas que me parecen válidas son dos rotundos no… Comprendo que por donde uno observe, la realidad es cada vez más patética, el sufrimiento social es mayor y el control de la hegemonía luce establecido sobre la destrucción de la nación.
De hecho, ese proceso destructivo es el fundamento del poder hegemónico, en lo político, económico, social y cultural.
Sin embargo, no se puede ignorar que, a pesar de todos los pesares, en Venezuela se construyó una República Civil, en la segundad mitad del siglo XX y con antecedentes afirmativos, a contracorriente de la mayor parte de nuestra experiencia histórica, y combatida por los extremismos político-ideológicos de entonces.
El que la fundación y desarrollo de una República Civil haya sido posible en medio de tantas adversidades es una razón de gran importancia para sostener que podemos alcanzar un futuro democrático.
Claro que no es una razón inexorable, pero sí un motivo de esperanza, sobre la base de ponderar los activos y pasivos de ese período trascendental de la vida venezolana.
Otra razón es la cantidad y calidad de dirigentes sociales, defensores de derechos humanos, voceros comunitarios y vecinales, jóvenes y no tan jóvenes comprometidos con su país, que se despliegan en una labor no siempre reconocida, pero activa y valiente.
Pueden ser fermento de la renovación política. Una renovación que se sostiene, entre otros factores, en los valores de la cultura democrática impulsada por la República Civil, y en la energía de muchísimos venezolanos que luchan por la justicia social y los derechos del pueblo.
¿En Venezuela es posible renovar una República Civil? El camino estaría erizado de amenazas y obstáculos, pero sí, sí es posible.
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