Si algo puede constatarse a lo largo de estas décadas es el papel y por supuesto influencia que nuestras universidades han tenido en el país. Nuestras casas de estudio, incluso no sólo las Universidades Autónomas (Públicas) sino también las privadas han cumplido un rol transcendental en la transformación de este gran país y sociedad que es Venezuela.
Insisto ha sido relevante y protagónico la labor cumplida por nuestras universidades y por supuesto nuestros universitarios, no sólo y principalmente nuestros profesores e investigadores en todas las áreas y disciplinas, además por supuesto del concurso de empleados, obreros y estudiantes que conforman las Alma Mater de Venezuela.
Son las Universidades las protagonistas de los cambios que por décadas tuvo Venezuela y que hicieron de nuestro país un país desarrollado, un país con infraestructura, un país con salud, un país de profesionales altamente formados y competentes en todas las áreas y ámbitos que pueda pensarse. Hicieron de Venezuela un país no sólo de profesionales sino de ciudadanos.
El militarismo ramplón no ha podido doblegar el ADN civil y democrático del venezolano después de 25 años de revolución. Insisto y no quiero magnificar, pero sí en honor a la verdad refrendar el papel extraordinario que la educación superior en Venezuela tuvo por décadas a través de nuestras casas de estudio y reitero del magisterio universitario. Que no se nos olvide que fue a través del estudio, del esfuerzo tesonero y de sacrificios que buena parte de la población de diversos sectores sociales, sobre todo de clases bajas o inferiores como se decía antes, lograron precisamente a través de formarse, transformar sus vidas, sus modus vivendi y de sus familias, y convertir gradualmente y positivamente a la sociedad venezolana en un país que fue inclusivo, seguro, pujante, incluyente y relevante en toda la región de América Latina por sus logros, por sus estadísticas y por la calidad de su gente, ambiente, civismo y buen vivir.
Con profundo fervor y orgullo nuestra alma mater, la Universidad de los Andes, conmemora este año en nuestra serrana ciudad de Mérida 240 años de vida institucional. No hay la menor duda de que la ULA es la empresa más ambiciosa, acertada, pensada y fraguada en los últimos siglos. Nuestra Universidad de los Andes no sólo figura según las mediciones y ranking mundial dentro de las primeras del país por su matrícula, oportunidades de estudios, profesores, doctores, investigadores, carreras, revistas científicas, libros, aportes, grupos, centros e institutos de investigación, sino que ha sido una bujía y motor fundamental para el desarrollo de Mérida, los Andes y el país nacional.
La ULA es sin equívocos una universidad moderna, abierta, crítica, inclusiva e innovadora. Hoy más que nunca la universidad y los universitarios asumimos enormes desafíos en todos los órdenes, a pesar de los recortes, incomprensiones y malos salarios, tenemos una institución con capacidad real y verdadera de investigar, diseñar e iniciar procesos culturales y científicos para bien de todos, una universidad que ha sido la responsable de la profesionalización del país en todas sus áreas, que ha beneficiado a la sociedad aportando una riqueza espiritual, científica y humanística. No dudamos que si alguna institución y activo tiene presencia, prestigio, credibilidad y reconocimiento en el país son las universidades es por ello que creemos la universidad no puede ser objeto de ataques, bandera política y maltratos de diversa naturaleza.
La Universidad de los Andes no detendrá su marcha, su destino está escrito y está íntimamente vinculado a la búsqueda incansable de la excelencia, centrada en el logro de la consecución de sus objetivos prioritarios de formación e investigación, consciente de su necesaria integración en el contexto social que le da sentido y justificación en el tiempo. Esta casa de estudios fundada por el obispo Ramos de Lora hace más de dos siglos, más que nunca precisa de una política de relevo generacional, reposición de cargos, dotaciones de laboratorios y bibliotecas.
El gobierno nacional debe diferenciar el grano de la paja, y comprender la singularidad e importancia en la actualidad que tiene la educación superior, la cultura, la ciencia y tecnología y los enormes aciertos que todas nuestras casas de estudios tienen. Venezuela ha logrado consolidar verdaderas plataformas educativas de primera calidad. Nos referimos a los esfuerzos y aciertos de varias casas de estudio, entre ellas, la Universidad Central de Venezuela; la Universidad de los Andes; la Universidad de Carabobo; la Universidad del Zulia; la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado; la Universidad de Oriente; la Universidad Simón Bolívar; la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Metropolitana y otras.
Los universitarios demandamos una serie de cambios cualitativos, cuantitativos y tecnológicos que estén encaminados a profundizar la academia, los valores democráticos, la amplitud y la autonomía en aras de lograr una Universidad mucha más en sintonía con la globalidad y con el entorno cercano del país. Pero requerimos ser vistos con otra óptica, no como enemigos sino como actores relevantes justamente por lo que hacemos. Ello implica que el alto gobierno potencie nuestro trabajo y misión apoyando material e inmaterialmente a la Universidades, estableciendo alianzas estratégicas en áreas claves o prioritarias que impacten directa y positivamente en la población y en el país. En nuestro caso particular, nos llena de profundo júbilo llegar a 240 años de historia y trascendencia. En estos tiempos aciagos es cuando más se crecen y brillan nuestras universidades, a pesar de la asfixia a la que han sido sometidas y a la hambruna a la que hemos sido sometidos los profesores y el personal de la gran familia universitaria en Venezuela.