Hace 5 años, Francia acogió la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima, también conocida como COP21. El evento que reunió a 50.000 participantes entre delegados oficiales del gobierno, organizaciones intergubernamentales, agencias de la ONU, y organizaciones de la sociedad civil, marcó un momento decisivo en el desafío global para salvaguardar el planeta para las generaciones actuales y futuras.
El objetivo del Acuerdo de París es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el calentamiento global a 2° C o incluso a 1,5° C para finales de siglo, en comparación con la época preindustrial. Estamos muy lejos de este objetivo: El período 2016-2020 fue el más cálido registrado y la caída del nivel de emisiones vinculadas a episodios de confinamiento en el contexto de una crisis pandémica es temporal y no será suficiente para cumplir la meta. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), al ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento alcanzará los 4° C a finales de siglo, o incluso los 3°C aunque todas las contribuciones acordadas a nivel nacional se implementan plenamente. Para permanecer dentro de los límites sostenibles definidos en el Acuerdo de París, las emisiones deberán reducirse en un 7,6% anual entre 2020 y 2030.
Adoptado durante la COP21, el Acuerdo de París fue la culminación de más de veinte años de discusiones sobre el clima en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, adoptada en 1992 en Río. Entró en vigor el 4 de noviembre de 2016, en un tiempo récord, y establece un marco único, flexible y dinámico de obligaciones colectivas y universales, abiertas a tener en cuenta las circunstancias nacionales y compromisos diferenciados según el nivel de desarrollo de las Partes y, hasta ahora, cuenta con 194 signatarios y 188 Partes que lo han ratificado. Fija un ambicioso objetivo colectivo, necesario para la preservación de los ecosistemas planetarios y las condiciones de vida de las poblaciones, que busca aumentar la capacidad de adaptación al cambio climático y compatibilizar los flujos financieros con estos objetivos.
En este último punto, es un acuerdo dinámico que organiza el aumento gradual de los compromisos de los países cada cinco años y proporciona en particular apoyo a los países en desarrollo para ayudarlos a cumplir sus compromisos. La Unión Europea y sus Estados miembros son hoy el principal contribuyente en términos de financiación climática bilateral (21.900 millones de euros en 2019 para la UE de los 27).
Fortalecer los compromisos
En diciembre de 2020, celebramos lo que a menudo se ha llamado el «espíritu de París», la movilización excepcional de la comunidad internacional que condujo a la adopción del primer acuerdo climático universal. Todos miramos hacia el futuro. Y el futuro está en fortalecer los compromisos de las Partes del acuerdo, para que se logren sus objetivos. Hay señales prometedoras con el anuncio de compromisos de países como China, Japón y Sudáfrica, así como el previsible regreso de los Estados Unidos.
El futuro también está en cooperación con actores no estatales, cuya contribución es reconocida en el Acuerdo de París con la denominada «Agenda de Acción», que promueve la acción climática a través de coaliciones sectoriales.
Los incendios en California y Oregón, o los recientes huracanes en América Central, son ejemplos recientes de los fenómenos meteorológicos extremos que se multiplican en todos los continentes, y un reflejo de que hemos entrado en la «era de las consecuencias» del calentamiento global.
Nuevos compromisos
Para volver a poner el clima en la agenda internacional, Francia, Reino Unido y las Naciones Unidas, en asociación con Chile e Italia, han decidido organizar una cumbre virtual el 12 de diciembre, con motivo del quinto aniversario de la adopción del Acuerdo de París. Esta cumbre de la ambición climática será una plataforma donde los jefes de Estado y de gobierno vendrán a presentar nuevos compromisos sobre mitigación del calentamiento global, adaptación y financiamiento de la acción climática internacional. Por tanto, no se tratará de hacer simples declaraciones, sino de actuar. Este conjunto de compromisos debería permitirnos mejorar la implementación del Acuerdo de París, un año antes de la COP 26 en Glasgow, que se celebrará del 1 al 12 de noviembre de 2021.
Antes de la COP 26, todos los Estados deben mejorar su ambición climática mediante la publicación de una nueva contribución climática nacional y presentar una estrategia de desarrollo a largo plazo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Pacto Verde Europeo
Consciente de que se trata de un compromiso que requiere acciones inmediatas, la Unión Europea identificó el ambicioso objetivo de convertirse en el primer continente climáticamente neutro para 2050. Para ello, la nueva Comisión Europea liderada por la Presidenta Ursula von der Leyen, adoptó el Pacto Verde Europeo en 2019, una nueva hoja de ruta para el crecimiento económico, que busca proteger mejor el medio ambiente y ampliar el acceso a energías limpias, garantizar la seguridad alimentaria y la seguridad en conjunto, con mejores empleos y oportunidades para la sociedad hacia la neutralidad climática.
Europa es líder contra el cambio climático y esta semana el Consejo Europeo acordó elevar de 40% al 55% la reducción de emisiones de gases hasta 2030, comparado con 1990. Se trata de un objetivo colectivo intermedio que deberá ser reflejado en la propuesta de Ley Europea Climática, actualmente en preparación y vinculante para todos los Estados Miembros. El Pacto Verde Europeo se refleja en el presupuesto de la UE 2021-2027 y del fondo de recuperación, un total de 1,8 billones de euros que se destinarán en buena parte a financiar la transformación industrial y social que requerirá la reducción de emisiones.
Esto es también parte integral de la estrategia de la Unión Europea para implementar la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Además, impulsada por la pandemia del Covid-19, la UE ha reforzado su enfoque por una ‘recuperación verde’ en los países socios, con el fin de asegurar una reactivación económica que – de la mano de una transición digital – ofrezca nuevas oportunidades de un crecimiento inclusivo y sostenible.
Venezuela ante el cambio climático
Entre los muchos retos que enfrenta Venezuela, el cambio climático supone un desafío de primer orden, que, además, contribuye a ahondar la grave crisis humanitaria que está viviendo el país.
Venezuela, que también se ha sumado al Acuerdo de Paris, alberga un ecosistema espectacular y único que se extiende desde la Cordillera de los Andes con el Pico Bolívar cubierto de nieve, hasta la selva tropical del Amazonas, y a lo largo de la costa caribeña desde Falcón hasta el Delta del Orinoco, y no está libre de verse afectada por varios fenómenos asociados al cambio climático, que pueden, a su vez, profundizar sus efectos negativos.
Un compromiso de todos
El Acuerdo Climático de París ha sentado las bases para la lucha global contra el Cambio Climático, y su implementación dependerá de nuestra generación. La Unión Europea y todos sus Estados miembros seguirán comprometidos en dar ejemplo a través de los hechos. Sin embargo, considerando que le UE solamente emite el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, no podemos hacerlo solos. Será necesaria la contribución de todos, desde las Naciones Unidas y las organizaciones regionales hasta los Estados, las ciudades y los ciudadanos comprometidos; desde formadores de opinión globales hasta líderes comunitarios. Se trata de objetivos comunes que no pueden ser alcanzados sino colectivamente, con el compromiso individual de cada uno de nosotros.
· Isabel Brilhante Pedrosa, embajadora de la Unión Europea en Venezuela.
· Romain Nadal, embajador de Francia.
· Carlos de Sousa Amaro, embajador de Portugal.
· Milena Lukasiewicz, encargada de Negocios a.i. de Polonia.
· Plácido Vigo, encargado de Negocios de Italia.
· Robert Schuddeboom, Jefe de misión y encargado de negocios de Países Bajos.
· Giorgo Russomoustakakis, cónsul general de Grecia.
· Jens Urban, encargado de Negocios a.i. de Alemania.
· Juan Fernández Trigo, encargado de Negocios de España.