OPINIÓN

Reino de las bandas

por Alfredo Cedeño Alfredo Cedeño

Leo con asombro el estupor proclamado por muchos ante el predominio de bandas que han hecho de diferentes barriadas caraqueñas, y amplias franjas del país, sus cotos particulares en los que no hay otra ley que la que ellos deciden. Son incontables los que anuncian, cual si acabaran de encontrar la fórmula del agua tibia perpetua, que ahora Caracas está en manos del Garbis, el Coqui, el Vampi y Mayeya; y hacen tal anuncio mientras voltean los ojos y se tapan la boca escandalizados, que ni Lupita Ferrer en Esmeralda cuando José Bardina la invita a bailar, por semejante situación.

A ver, solo me gustaría saber en qué país han vivido estos patidifusos de ahora, porque me cuesta creer que no se hayan dado cuenta del imperio de bandas que se ha venido implantando en Venezuela desde hace bastantes años.

Sin ponerme a escarbar mucho, porque tampoco es la idea crear un diccionario del hamponato criollo, me viene a la memoria el caso del avión de Aeropostal, YV-33C, que el viernes 5 de diciembre de 1980, mientras cumplía con su itinerario Porlamar-Maiquetía, fue obligado a aterrizar en el aeropuerto de Higuerote para robar una remesa de 7 millones de bolívares que llevaba para una empresa de transporte de valores. Lo cierto es que al día siguiente fueron atrapados en medio de una parranda memorable con la que estaban celebrando el éxito de la “operación”. Lo cierto es que este hecho puso en la calle lo que era un cuchicheo generalizado en Caracas: los sobrinos de Pompeyo Márquez, Hugo y Baltasar, tenían una banda que actuaba como “mecenas” de la tolda naranja, gracias a copiosos fondos que obtenían mediante acciones similares a la de la citada aeronave.

De ahí en adelante –¡Y hacia atrás también!– vinieron ocurriendo acciones de numerosas bandas, algunas veces devenidas en tribus, como la muy famosa en el ámbito judicial Tribu de David, que permitía, a quien tuviera los recursos para honrar los honorarios de ese bufete, hacer lo que se le antojara con la justicia. En dicha esfera no ha poco que la supremacía correspondió a la llamada Banda de los Enanos, donde un  grupo de lustre rojo se ha dedicado a sentar jurisprudencia, al compás de sonoros rebuznos, para hacer que la justicia le provoque a ellos.

Y ya que hablamos de ciertas cofradías de estos tiempos, ¿dónde dejamos a los llamados colectivos, cuya primogenitura correspondió a los honorables Tupamaros del 23 de Enero, sin olvidar a Carapaica, Alexis Vive y La Piedrita? ¿De qué se asombran entonces? Llevamos largo tiempo viviendo en un ambiente de bandas, pandillas y camarillas que se han repartido el país como se les ha antojado, unos con cierto barniz de culturita general, otros de manera brutal y a lo analfabestia. Veamos.

¿Cómo llamar el control que ejerce en Táchira Freddy “Zeta” Bernal, quien parece escarbarse las escasas neuronas que le quedan buscando maneras y formas de amargarle la vida a sus paisanos?

¿Qué nombre se le puede dar a los desplantes del teniente Diosdado “Furrial” Cabello que se apropia de lo que se le da la gana porque sabe que hay un parapeto con disfraz de estructura legal que le dará lo que sea para cubrir las apariencias?

¿Acaso no han dicho y demostrado los hermanitos Macana Rodríguez, Delcy Eloína y Jorge Jesús, que pueden hacer lo que les salga de las entrepiernas sin mayores consecuencias porque se saben amos y señores de un potero llamado Venezuela?

¿Quién duda todavía de que Nicolás “Reposero” es un malandrín a todo trapo capaz de bailar mientras al lado suyo hay gente muriendo a montones por su ineficacia?

Pero… En honor a la justicia, y para no dejar a un lado la equidad, todavía se recuerdan las frescuras de Blanca “Barragana” Ibáñez, quien concedía ascensos y usaba los uniformes militares como si de trajes de camarera se trataban. Pero volvamos a estos días, ¿dónde poner a Juan “Interino” que de “cese a la usurpación” dio un triple salto mortal para desembocar en un “acuerdo de salvación nacional”, pero sin rendir cuentas de los fondos recibidos, principalmente de Estados Unidos, para sus gastos de gestión? ¿Qué decir de Julio “Cejita” Borges, alter ego de Manolito el amiguito de Mafalda? ¿Cómo olvidar a Claudio “Soluciones” Fermín? ¿Y dónde dejamos a Eduardo “Tigre Fernández? ¿Puede ser ignorado Timoteo “Titiritero” Zambrano? Y eso por citar a los más notorios de los capos del llamado bando opositor.

Entonces ¿de qué se maravillan? Vivimos en el reino de las bandas y al menos reconozcamos que Garbis, el Coqui, Mayeya y el Vampi son lo suficientemente honestos para mostrarse a cara descubierta para exigir la parte del pastel que piensan les corresponde. ¿Acaso no es lo que la casta dirigente ha estado haciendo desde hace largo tiempo? Tal como asentó en 1627 Gonzalo Correas en Vocabulario de refranes y frases proverbiales: De aquellos polvos se hicieron estos lodos.

© Alfredo Cedeño

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