Desde cuando el hombre habitaba en las cavernas, ha existido la costumbre de algunos seres humanos de buscar la obtención de privilegios personales, especiales y exclusivos, a costa de sus demás contemporáneos, con diferentes tipos de justificación, que incluyen la fuerza bruta, la violencia y la manipulación, para lograr el sometimiento de sus semejantes. Y es que aquellos que creen ser privilegiados piensan que son superiores al resto de los mortales y, por ende, con más derechos que los demás ciudadanos, a quienes consideran inferiores y por tanto deberían ser su servidumbre o, peor aún, sus esclavos.
Esta debilidad de la naturaleza humana aún no se ha superado, a pesar de los avances de la humanidad y está más arraigada y expandida en pleno siglo XXI, de tal forma que, quizás, menos de 1% se considera que es la clase dominante, dueña de la vida, la hacienda, el tiempo y el futuro del 99% de los ciudadanos restantes y poseen una patente de corso para crear e imponer reglas, decretos, leyes e impuestos, que son solo de obligatorio cumplimiento para quienes ellos estiman ser los más tontos –pero los privilegiados y sus círculos cercanos no cumplen los deberes que les exigen a los demás, es decir, predican pero no practican– tal como como podemos concluir por la publicación reciente de los Pandora papers y por tal razón, en fecha 12 de octubre de 2021, para expresar mi opinión sobre este tipo de situaciones, publiqué en mi columna semanal un artículo alusivo a tales aberraciones y distorsiones, llamado “Corruptos, especuladores, delincuentes financieros y paraísos fiscales” [1].
En diferentes épocas, la creatividad humana inventó entre otros conceptos los siguientes: dios, religión, política, economía y comunicación social, que en muchos casos mediante dicotomías, han servido para dividir, confundir, manipular, expoliar y justificar la imposición de unos pocos seres humanos sobre la demás población, de tal forma que se crearon falacias tales como que quienes accedían y se mantenían en el poder para toda su vida, lo hacían porque era la voluntad divina; por ser descendientes de dioses, héroes o gobernantes del pasado; por la necesidad de proteger y ayudar a los más pobres; por ser los “los supuestos expertos” en temas de economía, política o comunicación o más recientemente, en los países “democráticos”, al usar estrategias engañosas de marketing y/o fraudes para ganar las elecciones, con campañas que son financiadas por grupos interesados en mantenerse en el poder detrás del trono, aunque los elegidos no tuvieran: la cantidad de votantes necesaria, la capacidad, la honestidad y los méritos, que son requeridos para ejercer los cargos públicos; entre otras justificaciones peregrinas, como se expone en el artículo llamado “Democracias con pies de barro” [2].
Esta hegemonía de menos del 1% sobre el resto de los ciudadanos conduce a una especie de esclavitud moderna, donde con el paso del tiempo crece la inequidad y el deterioro del nivel de vida de las mayorías, que cuando se cansan de protestar sin obtener cambios, recurren a las migraciones no deseadas –llamadas diásporas– pues quienes detentan el poder visible junto a sus cómplices ocultos, hacen lo que les viene en gana, sin medir el impacto y los efectos colaterales sobre sus congéneres, pero además, no existen consecuencias legales ni penales por sus actos carentes de toda ética, pues están amparados por leyes creadas a la medida por los políticos alcahuetas que ellos designan y llevan al poder, para beneficio de los grupos que han financiado sus campañas electorales, para poder imponerlos en los cargos de las diferentes ramas de los gobiernos en los diversos países del mundo.
Es necesario que en el futuro cercano prevalezca la justicia, la equidad, la transparencia y la honestidad, entre gobernantes y gobernados, donde deberá haber cambios de paradigmas errados, que son los generadores de las crisis permanentes, pues considero que en las naciones democráticas, las cosas se podrían hacer mejor que en el pasado, en vista de las actuaciones fallidas y los fracasos durante los años perdidos por el liderazgo político en general, siendo que no hay reparación posible para seudolíderes o aprendices de brujo fracasados y por lo tanto, más que reparaciones de esos estilos de liderazgo, se requiere un cambio por líderes reales, con visión de estadistas, donde se involucre, promueva y apoye a los mejores ciudadanos con que cuentan las naciones, excluyendo a: corruptos, incapaces, alcahuetas, estafadores, vividores y pelmazos, buenos para nada, porque no se puede seguir con las mismas malas praxis del pasado, si es que realmente se quieren recuperar y reconstruir las democracias y las repúblicas en los tiempos por venir.
En el caso particular de Venezuela, para las elecciones del 21 de noviembre de 2021, a pesar de la falta de cohesión y de unidad de liderazgos, ojalá puedan resultar ganadores los mejores candidatos de las diversas corrientes políticas participantes, que tengan verdadera vocación de servicio para corregir y mejorar aquello que no funcione, siendo que para las elecciones de los años futuros y una vez aprendidas las duras lecciones por falta de liderazgos eficaces, los grupos económicos y financieros que imponen a los líderes, logren entender que el éxito de Venezuela como nación está ligado a la escogencia y al apoyo de líderes honestos, capaces y con mentalidades de estadista –que existen en el país por docenas– pero que infortunadamente, no son valorados ni tenidos en cuenta, para asignarles la responsabilidad de hacer a Venezuela un país de paz, bienestar, progreso y prosperidad, donde todos sus ciudadanos tengan las mismas oportunidades, que sean iguales ante la ley a pesar de sus diferencias de pensamiento y donde se pueda: vivir, estudiar, trabajar, ahorrar, invertir, producir y ser feliz, junto con los seres queridos, en un país que ha sido bendecido y privilegiado por la naturaleza.
Reflexión sobre el regreso a clases presenciales el lunes 25 de octubre de 2021: estimo que si a última hora no se pospone esta decisión –apresurada e inoportuna según en mi opinión– entonces el comportamiento de la pandemia sobre la actividad educativa debe ser monitoreado exhaustivamente, para hacer cualquier correctivo a tiempo, pues, aunque todos quisiéramos que hubiera un regreso a la normalidad relativa a la mayor brevedad, es necesario no correr ningún tipo de riesgo, menos aún cuando se involucra al personal más vulnerable como es la niñez y la juventud y por otra parte, en vista de que las condiciones y la realidad de cada plantel educativo son diferentes, se debe ofrecer a los padres de familia la posibilidad de decidir si quieren que sus hijos inicien clases presenciales, cuando las condiciones no sean adecuadas o prefieren continuar con el método remoto usado desde comienzos de la pandemia, dependiendo de cada caso particular, hasta que se den las condiciones de bioseguridad sanitaria apropiadas en cada institución educativa, pues en algunos casos, ni siquiera se cuenta con el servicio de agua corriente, que es indispensable para el lavado de las manos y la limpieza de pisos y sanitarios.
[2] https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/democracias-con-pies-de-barro
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