OPINIÓN

Regionalización

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

Reflexionaba en mi artículo anterior sobre el valor y la necesidad de las instituciones. Las preguntas más acuciantes para el ciudadano giran hoy en torno a su eficacia, a la cercanía con la vida y con los intereses de la gente. Resultan ser muy importantes aquellas que tienen que ver, más allá del país, con la región, la ciudad, el trabajo, las organizaciones y la cobertura de sus necesidades. 

Frente a la tendencia a una centralización envolvente que tiende a concentrar las decisiones en los gobiernos o en pocas manos, es preciso destacar el valor y la calidad de las instituciones en el ámbito más cercano, en el que se apela más a la concreción de objetivos, a la proximidad con los beneficiarios de sus tareas, a la posibilidad de intercambio con ellos y de rectificación temprana. Abogar por la descentralización no es apelar a un regionalismo aislacionista, sino poner el acento en lo cercano y valorar las propias potencialidades y la suma de los esfuerzos, además del efectivo desarrollo de planes consensuados. 

En Venezuela, no hay duda de que lo que necesitamos para crecer como país son políticas públicas cercanas, organizaciones alimentadas con el entusiasmo de la ciudadanía y fundadas en objetivos compartidos, calidad humana y profesional, disciplina y honestidad. Es indispensable así apelar a liderazgos regionales efectivos, cercanos, comprometidos, con resultados visibles.

Tenemos, de hecho, buenas experiencias en este terreno. Los zulianos recuerdan con satisfacción a personajes como Fernando Chumaceiro, primer alcalde de Maracaibo elegido por voto directo, universal y secreto, recordado por su vocación de servicio público, creador de Corpozulia, propulsor de importantes planes de infraestructura para la ciudad y el rescate del lago, estimulador de la iniciativa privada, la participación de los gremios y el acercamiento del estado a la visión y a los propósitos nacionales.

Otro ejemplo es Acarigua y todo el estado Portuguesa donde, con la participación cada vez más numerosa de personas en la puesta de proyectos que suman al crecimiento del estado, especialmente de los sectores agropecuario y agroindustrial, se están desarrollando tareas encomiables y valiosas. Conscientes del valor de la educación, ya son once las empresas que han asumido el compromiso de mejorar sus cuadros técnicos con el apoyo de instituciones educativas como el IESA. En este empeño de crecimiento están no solo las generaciones más experimentadas, sino muchos jóvenes con sentido de pertenencia, de colaboración, de atención a lo cercano.

El valor de las instituciones revela la capacidad de la sociedad para organizarse, acordar, planificar, abrir espacios a la libertad y a la iniciativa. Preservarlas se ha convertido en un tema crucial que debería ocupar a políticos, empresarios, educadores, líderes de todos los sectores, en cuyas manos está la obligación de crear las condiciones para su solidez y autonomía. 

Para responder a los objetivos de su propio crecimiento y de su contribución a la riqueza de la sociedad, las instituciones empresariales han venido adquiriendo conciencia de la necesidad de desarrollar su capital social, es decir las redes de relaciones entre las personas que viven y trabajan en un mismo ambiente y que logran que funcione de manera efectiva. El capital social resulta así la suma de entendimiento, sentido compartido de identidad, promoción de la educación, del respeto a normas y valores. Para los empresarios se trata de tomar conciencia de su papel como generadores de prosperidad y de también de esa otra forma de ganancia que significa enriquecerse socialmente.

En tiempos difíciles, la apelación más segura es a nuestras propias fortalezas. Una de las constantes es la capacidad, formada en años de tradición y buenas prácticas, para observar los cambios y responder a sus exigencias con creatividad, voluntad y buen juicio. Si tuviéramos que pensar en líneas de acción indispensables para esta hora, indudablemente tendríamos que incorporar el fortalecimiento de los vínculos interinstitucionales y empresariales a través del desarrollo de proyectos comunes y de la descentralización. 

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