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Francisco Rodríguez publicó en  The New York Times el ensayo «A Deal That Could Save Venezuela»

En la humanidad, tal vez, hasta en sus más recónditos rincones, no termina de entenderse lo que ha sucedido en Venezuela. Pero, en Caracas, pareciera, también, que se sabe muy poco de lo que alborota al mundo. 

América Latina, si quisiéramos edificar un preámbulo, con el propósito de que afloren conclusiones, cuando pasemos a los capítulos del libro que ha de escribirse y concluyamos con el “epílogo”, nos revela que, en principio, todo sigue igual. ¿La pauta? ¡Somos suramericanos! Es esta apreciación la que revelan unas cuántas páginas ilustradoras de que no terminamos de superar nuestros propios y heredados complejos.  Acudiendo a “la fraseología”, pareciera pertinente plantearnos si “proseguiremos siendo los mismos, antes y hasta después de la colonización española.

A Venezuela se le ha gobernado atípicamente durante las últimas tres décadas, particularmente, a raíz del “defenestramiento” del presidente constitucional Carlos Andrés Pérez, electo primer magistrado por segunda vez, metodología, para unos cuantos, incluyendo, al tribuno Jóvito Villalba, unos de los arquitectos con Rómulo Betancourt y Rafael Caldera de una república democrática, para bien ante “un inmenso lago de dictaduras en las Américas”, tanto las del sur como las centrales. Para Villalba la reelección históricamente había sido la fuente generadora de las dictaduras que iban y venían a lo largo y ancho de las cordilleras del sur y del centro en las Américas. La pregunta, en un análisis pertinente, sería contestar si la segunda presidencia de CAP fue inoportuna. Pero mucho más inquietante, en qué medida “el macroeconómico” adelantado programa (a juicio de nuestro hermano Miguel Rodríguez) netamente Keynesiano, cuyas molestias, lógicas, por supuesto, por lo menos, las iniciales, es iluso negarlas, conformaron, “come dicono gli italiani”, una “diaboleza”, derivada por los descontentos ante una reelección que no les había beneficiado, principalmente, por no tener los censuradores opciones populares, como las del triunfador. Defenestrado tiempo después, terminaron aquellos que auparon el defenestramiento, algunos por la extinción de su existencia, o sea, la muerte, regla de vida. Y otros, más longevos, renunciaron o fueron desplazados de sus posiciones. Pues una presunta revolución alimentó a quienes alzados en armas ya habían tomado un rumbo extraño, carente de definiciones democráticas. Camino, por lógica, tortuoso inserto en una Venezuela dolida mental y corporalmente. Condiciones que le han convencido generado la convicción de que la democracia es el camino para elegir a buenos gobernantes y despedir a los equivocados. Pero cómo nos ha costado materializar ese anhelo a los venezolanos, quienes parecieran mirarse cuando se ven los unos a los otros, en las dificultades reveladoras de la lucha y la muerte de Simón Bolívar. Liberó a su patria y a sus vecinos del yugo español, tuvo que aprovecharse del precedente de “Sila” en Roma, declarándose “dictador”. Será acaso, cabe preguntarse, que el dilema del Libertador es el que actualmente padecemos en Caracas, y que las únicas diferencias son los personajes y las fechas. Pues, la tierra sigue siendo la misma. Lamentablemente no en kilómetros, pues pareciera ya un “hecho notorio”, esto es, aquel que los juristas definen como “el que no amerita pruebas”, que el denominado “Esequibo”, incautamente conocida como “Zona en reclamación”, ya no nos pertenece (R. Badell, La reclamación de Venezuela sobre el Territorio Esequibo, prólogo de Héctor Faúndez Ledesma). 

A raíz de las elecciones presidenciales del 28 de julio, las cuales pudiéramos calificar como “la dualidad de triunfos”, el destacado economista Francisco Rodríguez (doctor en Harvard University) acaba de publicar (en The New York Times, Agosto 7) el ensayo «A Deal That Could Save Venezuela». El hoy profesor de la Universidad de Denver (Josef Korbel School of International Studies) apunta a la incierta situación que confrontan los países cuando un determinado gobierno que no cuenta con el apoyo popular que lo llevó a la jefatura de una nación, termina perdiendo las elecciones para proseguir en ella. Copiemos directamente del essay de Francisco: “Fue una victoria sorprendente: 1. A medida que los resultados comenzaron a aparecer, mostraban que la oposición había ganado por un margen de más de dos a uno; 2. La otrora formidable maquinaria política en el poder demostró no ser rival para millones de votantes, que enviaron un mensaje claro a su líder autoritario: “su tiempo se acabó”; y 3. Pero a pesar de esta victoria aplastante, el partido gobernante ignoró la voluntad del pueblo y los líderes y aliados “proclamaron presidente al perdedor”. La angustia que se experimenta en Caracas indujo a que algunos cuantos venezolanos, asiduos lectores de Francisco, pensaran que se refería a Venezuela, a raíz de las elecciones presidenciales del 28 de julio, cuando la narrativa es reveladora de experiencia vivida en Polonia en 1989, a raíz del proceso electoral en el cual participó el partido de oposición Solidaridad beneficiado por el voto popular. Fue una victoria sorprendente, ante la cual el General Wojciech Jaruzelski (presidente desde 1981 hasta 1989, primer ministro (1981 -1985), comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y secretario general del Partido Obrero Unificado Polaco. Las fuentes revelan y de allí la importancia del essay del doctor de Harvard, que el citado General dejó el poder tras los Acuerdos de la Mesa Redonda de 1989, a través de la cual  Polonia, afortunadamente, terminó abrazada a la democracia. ¿Es la anécdota traída a colación por Rodríguez probable en Venezuela? Dios quiera que sí. Y muy particularmente si se toman en cuenta con seriedad las afirmaciones anteriores, con respecto a quienes somos. Y por supuesto bajo la convicción de que la meta es alcanzar una respetable distribución de la igualdad. Y de cómo la logramos. 

El egresado de la UCAB y de Harvard plantea inclusive lo que califica como “lineamientos para un acuerdo en Venezuela sustentado en una probable división de responsabilidades en el Poder Ejecutivo: 1. La oposición y los expertos no partidistas ocuparían ministerios a cargo de la política económica y petrolera; 2. El presidente Maduro y su partido “podrían permanecer en el ejercicio de los ministerios de seguridad y del interior. Muy determinante la propuesta de “un plan de acción para abordar la emergencia humanitaria y económica; y 3. Acometer esfuerzos para que la comunidad internacional coopere financieramente con el esfuerzo del nuevo gobierno en la tan anhelada y necesaria “reconstrucción económica”.

Heredero de una inteligencia, en principio, superior a la de su padre, Gumersindo Rodríguez (London School of Economics), quien fuera ministro de Planificación en el primer gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez y autor entre otros interesantes libros de ¿Era posible la Gran Venezuela?, pregunta que el autor responde afirmativamente y con argumentaciones sólidas. Las páginas atenúan las críticas que se adelantaron con respecto al citado quinquenio, tal vez, por los progenitores de los hijos contestatarios del “Programa Macroeconómico”, adelantado en CAP II, a cargo, tanto en concepción como en puesta en práctica por el economista de Yale, Miguel Rodríguez. Los ignorantes en el tema, que somos bastantes, limitémonos a preguntarnos “porque CAP fue exitoso con un Programa Económico en su primer gobierno y no así en el segundo. Quien escribe escuchó en más de una ocasión del segundo Rodríguez (Gumersindo) haberle advertido al presidente que una fuerza política sólida, casi similar a la de Margaret Thatcher (“La dama de hierro”) en Inglaterra se demandaba para ejecutar “el Programa del segundo quinquenio”, el cual CAP no pudo concluir, entre otras razones, por el alzamiento castrense liderado por Hugo Chávez, para sorpresa de unos cuantos, quienes creímos que “los levantamientos militares y golpes de Estado habían sido borrados de nuestra historia. Asumíamos que el último había sido el de 1948 contra el presidente Gallegos, el cual se inicia con la instalación de una Junta Militar de Gobierno integrada por los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, el primero como presidente de la Junta. El Dr. Miguel Moreno fue designado secretario”. A juicio del editor José Agustin Catalá signó la etapa más sombría sufrida por el pueblo venezolano, después del período dictatorial del General Juan Vicente Gómez. (Historia de un cuartelazo, Noviembre de 1948 / El Centauro, ediciones, Caracas, 2008).

Estaría planteando Francisco Rodríguez una especie de “gobierno híbrido”, frase utilizada para titular este ensayo, no deja de ser una pregunta a la que se respondería afirmativamente. Si acudiéramos a las fuentes, la respuesta sería afirmativa pues una de las clasificaciones más conocidas sobre el estado de la democracia global es el “Índice de Democracia anual de The Economist”, que divide los países en 4 categorías: democracia perfecta, democracia imperfecta, “régimen híbrido” y régimen autoritario.

Con unas cuantas dudas, felicitamos a Francisco Rodríguez por su interesante planteamiento. Llegará el momento para formulárselas. 

Comentarios bienvenidos.

@LuisBGuerra

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