OPINIÓN

Reflexiones y anécdotas relacionadas con mi libro titulado Saab (Caracas, 2023)

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

De hecho y Derecho, hay poética en la aplicación de justicia. Inicio mi inusual presentación con esa frase jurídica porque Tarek William Saab ha estado corajudamente activo y expuesto en la misma república en la cual ambos nacimos, y nuestros comportamientos ante Entidad Oculta semejan más de lo que alguien pudiera imaginar.  Porque Mea Deus is sacris, non tenebris.

Leyéndolo y escuchándolo, advierto su incisivo esfuerzo por mantenerse erguido ante vicisitudes. El futuro le deparaba responsabilidades en la cúpula de la pirámide en nuestro país natal.  Todo sistema de gobierno es comprensiblemente piramidal. Vindicar a buenas personas es una tarea ardua, cuya principal arma es la inteligencia que no duda cuando tiene que precalificar, imputar y castigar. El poeta-jurista no es discrecional al momento de favorecer con decisiones legales a quienes son víctimas. Aventajó a sus predecesores en funciones de fiscal general de la República, que es potente y lo ha consagrado filósofo de una revolución que bebió de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y Ciudadano (26-08-1789).

Si hablo de él también de mí, la comunión entre dos seres humanos que no quieren estar entre vacías tinieblas porque el mundo pudiera lastimar cruelmente sus sentidos (¿quiénes -entre vosotros- recuerdan al joven suicida Ramos Sucre?).

Desde mis días infantes narro mi inconformidad y exhibo mi irreverencia ante la crueldad y tragedia alimentándose con pasto de infinita y antropomórfica maldad, esa que tiene grados o niveles que oculta el masón y templario fuera de contexto.

Ramos Sucre quiso estar «entre vacías tinieblas», no halló un lugar en el mundo que lo afectaba. Pero, el suicidio es buena idea según pensó Albert Camus, cuya novela La muerte feliz leí en aquella Sabana Grande caraqueña (década de los años setenta).

La centrífuga poética de Saab es un tranvía que imagina aguardar en andenes, un viaje esperándolo abordar, la meditación del hombre cuando en reposo de compleja jornada elige la soledad para visitarse poeta sensible:

«Cómo se escribe el deseo de irse/ por mucho que viaje el retorno duele/ por mucho que las fotografías queden el ojo de la palabra que no decimos duele/ y fuera de todo eso el tiempo de un poema siempre inconcluso». (https://tarekwilliamsaab.org/wp-content/uploads/2021/11/libros-completo.pdf. P. 175)

Desmonta excusas y desafía. No experimenta esos miedos absurdos que frívolos de la Intelectualidad Tupé exhiben antes de unirse a una diáspora por acomodo para transformarse en francotiradores, confiriéndose inviolabilidades ante las reyes de Venezuela. Helo aquí épico:

«[…] Escogieron el margen de la ley para fundar/ estos signos/ desterrados/Ellos nos cedieron un lugar abolido […]» (p. 178 de ob. Cit.)

Emparento a Saab con poetas que trascendieron distinguidos hombres sabios. Los lectores suspicaces podrán encontrar en el libro que redacté sobre la vida y obra del amigo a personajes que temprano advirtieron su talento: Juan Liscano, Ramón J. Velásquez, Gustavo Pereira. Cuando fue director del Papel Literario de El Nacional, una de las catedrales del periodismo venezolano, Luis Alberto Crespo se convertiría en una especie de tutor de los iniciáticos quehaceres literarios que emprendería el poeta Tarek.

Desde el nacimiento de la Poesía (Lat. «Poesis», Aristóteles) el desahogo político ha tenido una indiscutible importancia. Gilgamesh fue un «tyrannus» babilónico de Sumeria, en el territorio que hoy se conoce como Irak (nombre que procede del vocablo hebreo Erech, en la Biblia taxativo) Durante los siglos VII-IV a. de C., los intelectuales griegos versificaron sus reflexiones y se produjo, sin interdictos, la consagración de ese objeto de la discordia. Muchos textos filosóficos fueron escritos en versos y tenían rasgos tanto épicos como metafísicos. Las ansias de dominación entre poblaciones fijó cantos, formulaciones. Calino de Efeso (650 a. de C.) escribió: «[…] Que todos avancen empuñando la espada y albergando detrás del escudo un corazón valeroso, apenas se trabe el combate/Porque no está en el destino del Hombre escapar a la muerte, ni aunque su estirpe viniera de los dioses […]».

En muchos de los casos, aquellos escritores vertían auténtico lirismo y así legaron Safo de Mitilene: «[…] Las estrellas en torno a la bella luna también oscurecen su rutilante aura al tiempo que ella con plenitud alumbra sobre toda la tierra […]» (600 a. de C.) Empédocles (n. Agrigento, 490 quien murió en 430 a.C.) formuló en versos sus postulados filosóficos: «[…] ¡Seres pueriles! Porque no piensan profundamente/quienes creen con firmeza que puede nacer lo que no existía/o que las cosas perecen por entero, destruyéndose completamente […]» (Muerte vengadora).

Al escribir Saab me convertí en protector almado de su fructífera existencia. La idea que larga vida tenga el poeta me agrada y celebraré en otras dimensiones hacia las cuales viajo desde mi infancia. Tarek luce severo, pero es a veces sarcástico. Atrevió decirme:

-«Cuando vas yo vengo». Hoy le responderé: cada vez que regreses del lugar donde partí siendo infante yo estaré para tus envites y diálogos. Venezuela tiene hombres a los cuales hay que honrar sin mezquindades ni envidias.

Apenas culminaba con lo que pudiera definir Proyecto Literario Saab, de súbito irrumpieron en mi mente algunas de sus confesiones íntimas alrededor de nostalgias que -pese a ello- fueron felices. En algunos instantes de plática oculta me habló como filósofo de la tragedia inmerecida, que igual lo soy, ambos de facto. Sentenció:

-«La felicidad para mí es convertir todo lo que pasa en nuestras vidas en una memoria».

Íntimamente he ahondado un poco más en su personalidad, en la cual sobresale una tristeza intemporal que no pareciera separarse de su existencia quizá por ser inmanente a todo niño, adolescente o anciano. La melancolía es resaca de momentos dichosos. Ha sido invalorable nuestra comunicación responsable, que a veces discrepa y otras pareciera entre amigos que se regañan sin la tentativa de una ruptura comunicacional.

Una noche le envié imágenes de chicas tomadas durante los fervorosos tiempos del Movimiento Hippie, diciéndole que se las presenté en la plaza Bolívar de Mérida durante la década de los años ochenta cuando él vestía gótico y usaba la cabellera larga (que en ocasiones se recogía para mostrar una desenfadada cola).

Estaba residenciado en la mencionada ciudad montañosa). Era notorio que le gustaban las hippies, sus extravagantes ropas, la paz y amor que divulgaban y aplicaban con devoción. Cierto que lo veíamos acompañado de princesas con atuendos característicos de las sucesoras aquellas fanáticas de la Generación Beatnick sin excluir sus hábitos o costumbres. Respondió que esas imágenes las extraje de Google para bromear. Pero luego, en un lugar que no revelaré, hacia donde me convidó comer junto con selectos amigos y su médico de cabecera, me hizo una pregunta que me causó risa pero también golpeó con la fuerza de una sátira aristofanesca mi quietud: 一Dime: has tenido más de mil mujeres, ¿cierto?

Le repliqué como autodidacto y obcecado pensador de la Grecia Antigua: 一No fui ni seré el color de mi plumaje. Tal vez tú si has tenido miles, eres un «rock star» infiltrado en un mundo complejísimo donde ejerces una disciplina que exige lucidez y alerta máxima. La toma de resoluciones tajantes, demoledoras o que restituyen el bienestar arrebatado injustamente a los vulnerables.

Todavía pienso en esa mordaz interrogante de Tarek, como si nunca se enteró de que fui padre y madre de mis hijas porque sus progenitoras murieron prematuramente dejándome asumir esa inmensa responsabilidad sin ayuda de nadie. Recordándolas suelo llorar desconsolado porque vivimos distantes y me habría gustado estar cerca de ellas hasta el final de mis días.

Suerte la de mi amigo Saab que mantiene a todos sus familiares cerca y se entienden perfecto. Habla de ellos con ternura y goce, pero la ausencia de su padre lo aflige. Estaría orgulloso de su actividad intelectual, forma de vida y actuaciones públicas. Ha sido, sucesiva e ininterrumpidamente, desde sus días de liceísta, un auténtico, digno e indiscutible revolucionario de la patria. Prueba cuanto afirmo que mereció la confianza de personajes mundiales notabilísimos, entre los cuales Fidel Castro Ruz, quien le daría por misión escribir Los niños del infortunio en Afganistán en tiempo récord. Lo llamaba telefónicamente -con persistencia- para animar su labor escritural, que, al cabo, resultó exitosa. Admite que ejerció una cariñosa presión sobre él para que lograra, de forma expedita, la tarea. Que a ningún otro intelectual del mundo jamás encomendó algo tan relevante. Ello pese a rodearse de premios Nobel de Literatura (Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez, a quienes quiso tanto como a la joven promesa-pupilo Tarek William Saab) 

En un chat intenso -y que no será más «de escondite»- me refutó leyéndome aseverar que Bob Dylan había dañado a The Beatles desde el momento que bajaron del avión que los condujo a New York City. Documenté mi inferencia con capturas de diarios norteamericanos. Lo imagino aferrarse al móvil (su inseparable compañero) un tanto indignado para luego desmentirme:

一Fue la Central de Inteligencia Americana quien divulgó esa falsa noticia en los medios de la época, para perjudicar a Dylan. Además, los chicos de Liverpool no eran santitos.

Tanto a Tarek como a mí nos entristece que numerosos y admirables poetas venezolanos hayan sucumbido ante hábitos destructivos como el alcoholismo y la bohemia. Al respecto hemos discernido bastante. En uno de mis más mordaces pensamientos digo que el rigor de la literatura suele medirse mediante sus grados de añejamiento en barricas. 

Ambos quisimos y departimos mucho con escritores que menciona específicamente en uno de sus memorables libros, y que en mi compilación episódica de breves anotaciones intitulada Saab (Vadell Hermanos Editores, 2023) aparecen. Cierto que libé con algunos de ellos o solitario, de forma esporádica, pero me prohibí renunciar a mis responsabilidades de padre sumergiéndome en el océano de la tétrica e infinita bohemia. Elegí la lucidez extrema por el resto de mis días de visita en el planeta Tierra. Nada de drogas heroicas, de comportamientos disipados. Hartazgo produce la fuga de la inteligencia hacia la nada.

Hermanados por situaciones trágicas que hemos experimentado, nos une lo patético que no la frivolidad del infortunio porque nadie debería nacer condenado a mirar cómo el sufrimiento socava la humanidad. Las guerras, de cualquier índole, deben terminar. El patetismo fue boga, recuerdo. Pero tuvo rasgos distintos al padecimiento verdadero. Ese que genera tristeza y desolación porque no llegará el tren al andén para que cada individuo viaje hacia lo paradisíaco cuando la hora suene campanario.

Saab es adusto, monástico a veces, el triunfo luego de pequeñas derrotas, y su más importante título no es universitario sino poético. Con mi compilación de cuentos Suicidios en sus manos, el «Rector de Rectores» de la Universidad de los Andes [Pedro Rincón Gutiérrez] me dijo un día:

一Cada libro que te publicamos, Jiménez Ure, es más trascendente que un título académico.

Por ello nunca pudieron someterme a eso que llaman «auditoría académica», en mi alma mater. Tampoco lo harán con Tarek. Por ahí aparecerán nuevos trabajos suyos, sin cesar, y no dudo que los disfrutaremos.

Post-scriptum

Agradezco a Vadell Hermanos Editores la magnífica impresión gráfica de mi libro, son fervorosos representantes de la excelencia en materia de publicaciones.

(albertjure2009@gmail.com)