Dejo claramente establecido que quienes no son auténticos tampoco pueden ser verdaderos demócratas. Pero existen con una variedad que trasciende la diferenciación que caracteriza a las democracias. Debemos tener cuidado con quienes hacen vida en ambos lados del tablero en este momento.
En días recientes escuché una palabra que me impresionó: «camacranes». Así denominaban a esa mezcla de camaleones de la política con alacranes enchufados al régimen. Son un ejemplo fatal, pero que al normalizarse pudiera ayudar a que compatriotas de buena fe sientan que ese puede ser su camino de supervivencia. Tremendo error. Hay que estar en alerta permanente frente a esta situación que hace mucho daño.
Para los demócratas auténticos llegó la hora de dejar de lado lo que pueda separarnos circunstancialmente. El objetivo central es el cambio de régimen, el cese de la usurpación y la refundación del país en base a la reconstrucción institucional de la república. Hay varios caminos para lograrlo. La misma Constitución Nacional elaborada por el chavismo en su momento, ofrece alternativas variadas. Incluye hasta, más que el derecho, la obligación de rebelarnos cuando son pisoteados los derechos fundamentales de la nación. No estamos cumpliendo a plenitud esa obligación, a pesar de que el país camina hacia peor.
Debemos establecer claramente que no se trata de llegar a acuerdos para que todo siga más o menos igual, aunque puedan haber simples apariencias de mejoría y así lograr una cómoda convivencia que evite los riesgos de una lucha abierta y definitiva contra la dictadura.
Los cerca de siete millones de compatriotas en el exterior debería ser motivo suficiente para dejar de lado lo secundario. Estudiar en profundidad este aspecto nos dará luces para la acción frente a todos y cada uno de los problemas que los han llevado a abandonar su territorio. El presidente interino, Juan Guaidó, además de otras cosas, debería definir un equipo del más alto nivel para el problema de la educación superior en general, especialmente con relación a las universidades autónomas y darle apoyo solidario y aportaciones concretas a las autoridades de esas casas de estudio en situación crítica, amenazadas de intervención directa o solapada por parte del régimen.
Todas las áreas reclaman más o menos lo mismo. Guaidó solo no puede hacerlo. Necesita del apoyo activo de los verdaderos demócratas para ese y para todas las materias pendientes. Pero hay que hacer las cosas.
El régimen ha reducido al máximo la libertad de expresión. Sin Radio Caracas Televisión, sin El Nacional que quedó hasta sin planta física, con decenas de emisoras de radio cerradas y una amenaza permanente para quienes están al aire y sus anunciantes, hay que apelar a las redes sociales en profundidad. Se me acaba el espacio, pero hay que actuar ya.
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