-Maduro cree saber mejor que nadie lo que más conviene a Venezuela y a los venezolanos en la actualidad. Escucha lo que quiere oír, y cierra oídos y mente a todo lo demás.
-En el régimen y, particularmente en el dictador, existe muy poca disposición por reconocer las verdades auténticas, dolorosas y profundas que dimanan de su pésima ejecutoria en la gestión de gobierno. En reiteradas oportunidades el dictador Maduro ha dado su propia respuesta: un contundente, malhumorado y grosero “NO” a propuestas que se le han hecho para reorientar la marcha de su régimen. En su supuesto resquemor por la situación económica del país olvida que él es el mayor responsable, por el contrario, se regodea con una antología de autofelicitaciones y alabanzas a sí mismo y hace una descripción totalmente surrealista de los grandes progresos económicos alcanzados y por alcanzar en Venezuela bajo su presciente guía.
– La autocomplacencia de Maduro ha generado apatía, incertidumbre, escepticismo y angustia entre los que esperan del gobierno algo diferente. Es aberrante ver cómo las espantosas condiciones de vida de la gente en Venezuela coexisten con la buena vida y la corrupción reinante entre la élite gubernamental, lo que hace que la atmósfera política sea realmente asfixiante.
-La publicidad dada por el régimen a las incidencias ocurridas en las conversaciones en México ha sido manejada de tal manera que dé la impresión de que la oposición está subordinada a la dictadura y que el mundo perciba que en Venezuela hay un gobierno cuya autoridad deriva del consentimiento de los gobernados. Los argumentos expuestos han sido grotescos y débiles, y pese a ello, paradójicamente eficientes.
-Igualmente, la maquinaria propagandística del régimen trata de convencer a los venezolanos de que el país es víctima de un bloqueo internacional, por tanto, las desastrosas consecuencias económicas de la ineficiente y corrupta administración madurista se achacan a dichas sanciones. Con ello trata de capitalizar una suerte de sentimiento de ofensa, de resentimiento de la ciudadanía por la injerencia extranjera. La realidad es que para sacar a Venezuela del desastre en que la ha sumido esta administración, Maduro tendría que pagar el precio de la reforma política necesaria y sabemos que no está dispuesto a hacer nada semejante; sus seguidores adulantes y oportunistas ligados al régimen por redes de corrupción y complicidad con la maquinaria represora, están cada vez más convencidos de que su futuro estará a salvo si se mantienen a la vera del dictador; este sabe aglutinar el apoyo de aquellos mediante insinuaciones que si el sale del gobierno se acabaran los días de las “vacas gordas”. Sin duda hay mucho de desesperación en la lealtad incondicional de la que hacen gala.
-El encarcelamiento, la tortura y el exilio han cobrado un monstruoso número de víctimas y han hecho del miedo la forma de vida para quienes nos oponemos al dictador.