Me refiero a la lucha política y social, que conlleve un cambio efectivo, así sea abriendo el camino para ese cambio, lo cual ya sería el comienzo de una etapa hacia la democracia, la justicia social, el renacimiento económico y, en suma, la superación de la catástrofe en que está sumida Venezuela, y de su causa principal o la hegemonía despótica y depredadora que aún impera.
Una lucha política y social de esa naturaleza y objetivo se encuentra en estado de latencia. No hay articulación, por ejemplo, entre el inmenso rechazo social a Maduro y los suyos, y la mayoría de los voceros que se consideran representantes de la oposición. Estos parecen más ocupados de temas burocrático-comiciales, que de buscar la referida articulación.
La gente sabe que con votaciones controladas por la hegemonía no hay posibilidad de cambio efectivo. Luego, la energía que se dedique a ello se disuelve en la falta de credibilidad.
Darle un cauce político de protesta popular a la catástrofe social no suele ocurrir por ósmosis y menos en regímenes despóticos que desprecian los derechos humanos de la población.
Así mismo, la cuestión planteada es muy distinta de la violencia, como método y meta, tanto que la lucha por la recuperación de la democracia es una exigencia de la Constitución formalmente vigente.
Y esa lucha requiere de la combinación política y social, para que produzca resultados esperanzadores. Esa lucha hay que recuperarla.
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