El problema capital de las fuerzas democráticas y por ende su principal reto es el sentimiento creciente de desconfianza de la ciudadanía en la política y los políticos para resolver los problemas de la sociedad. Percepción que recogen diversas mediciones de opinión y que se aprecia también en la calle. Ese sentimiento afecta principalmente a la oposición porque al régimen le conviene la despolitización de la sociedad y sus lógicas consecuencias, la desmovilización, la apatía, la desesperanza. Lo paradójico es que ese sentimiento coexiste con un mayoritario deseo de cambio político de parte de la ciudadanía. El asunto es que este último no lo representan los actores políticos democráticos como antaño lo hicieron.
A esta lamentable situación han llegado las fuerzas democráticas por sus propios errores y carencias, incapacidad para construir una coalición de sectores opuestos al régimen sólida y sostenible en el tiempo, ausencia de una política y una estrategia común de lucha, el abandono o subordinación en lo discursivo y en la acción de los temas socioeconómicos que afectan a la población, no denunciar constantemente una gestión gubernamental caracterizada por la desidia ante los intereses de la ciudadanía, una corrupción sin precedentes, por la incapacidad y la improvisación.
Los errores y carencias de la oposición democrática han licuado su condición de alternativa de poder y capacidad de representación del sentimiento de cambio.
La superación esas carencias y la recuperación de la condición de alternativa de poder y de la capacidad de representación del deseo cambio pasa por posicionarse claramente como un sector de oposición real al régimen. Hoy por hoy no basta con no ser chavista para detentar tal condición porque existen, alentado desde el oficialismo, sectores políticos provenientes de las fuerzas democráticas cuya función es generar confusión respecto de la naturaleza y condición del sistema político imperante, servir de comodines para todas las operaciones políticas destinadas a viabilizar los objetivos continuistas del chavismo.
El posicionamiento del que hablamos requiere para ser viable y creíble de la existencia de una coalición unitaria sólida con proyecto de país, objetivos, política, discurso, estrategia y acción genuinamente compartidos; pero no basta con la unidad aunque esta sea indispensable. Es necesario un discurso y una acción centrada en la defensa de los intereses, aspiraciones, demandas de una ciudadanía que se siente y está abandonada a su suerte; un discurso político que denuncie la corrupción, la incapacidad, la desidia e improvisación de quienes gobiernan; un discurso que combata con eficacia la peregrina idea de que las cosas mejorarán si siguen gobernando los mismos cuando en realidad lo que nos espera es más pobreza y desigualdad. En definitiva, de que solo con un cambio de régimen es posible superar la emergencia humanitaria y construir un país libre, próspero, inclusivo, seguro.
No me hago ilusiones con las consecuencias de la victoria de Gustavo Petro en Colombia por varias razones; de entrada es conveniente para el gobierno de Nicolás Maduro porque seguramente ayudará a reducir la presión internacional para una salida democrática en Venezuela. Sobre otros aspectos de su gestión amanecerá veremos.