OPINIÓN

Rectitud, probidad y moralidad electoral

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

Son fundamentales para el funcionamiento robusto de la democracia. Garantizar que los procesos electorales sean probos, justos y libres de maniobra es esencial para generar confianza ciudadana. Respetar el ciclo electoral y mantenerlo higiénico es vital, constituye el principal componente de un sistema democrático vibrante. Un proceso en el cual los ciudadanos tienen la oportunidad de elegir a sus representantes y tomar decisiones políticas que afectan su futuro. Fortalecerla es prioridad para proteger la integridad en cada etapa y salvaguardar los principios democráticos.

No solo implica protección de los derechos de los participantes, votantes, también preserva la confianza, promueve la participación y certifica que los elegidos reflejen la voz del pueblo. Y, donde las instituciones políticas están en entredicho, es más importante que nunca defender, fortalecer la honradez electoral, que comienza mucho antes de que se emitan los votos.

El organismo encargado de organizar y supervisar las elecciones debe ser -sin margen de duda- imparcial e independiente de influencia política o partidista. La preparación y planificación adecuada son básicas para garantizar que el proceso se lleve de manera cristalina. Cualquier quebrantamiento socava la legitimidad de los resultados, alimenta el recelo, da lugar a tensiones sociales.

Para certificar la moralidad del acto electoral es necesario un marco legal sólido. Las leyes deben asegurar igualdad de oportunidades y establecer regulaciones estrictas para prevenir corrupción y uso indebido de recursos.

El registro electoral debe mantenerse continuo y transparente, actualizarse permanente y depurarse en pulcro detalle para evitar la posibilidad del fraude. Implementar mecanismos eficientes de verificación de identidad confiable y establecer dispositivos de seguridad.

La delimitación de las jurisdicciones electorales debe ser objetiva, basada en criterios y no en conveniencia político-partidista. La representación equitativa evita la concentración indebida y arbitraria del poder.

El proceso de registro y acreditación debe ser claro, con requisitos despejados y no discriminatorios; sin olvidar, crear salvaguardias para prevenir participaciones indeseables de grupos o individuos aventureros con intenciones maliciosas.

La financiación debe estar sujeta a regulaciones precisas con obligación de rendir cuentas detalladas. Establecer límites de contribución y divulgar fuentes de financiamiento, para impedir influencia ilegal del dinero de dudosa procedencia y regular una competencia equilibrada.

La educación electoral desempeña un papel crucial en la promoción de la participación informada. Las campañas de concienciación permiten que los votantes comprendan el proceso, entiendan sus derechos y responsabilidades que conlleva su aportación en la toma de decisiones políticas.

La observación electoral autónoma, y la presencia de observadores nacionales e internacionales de reconocida experiencia y reputación, contribuyen a la transparencia y certifican el cumplimiento de los estándares democráticos en el proceso electoral. Su colaboración experta e imparcial identifica irregularidades y avala que las elecciones se desarrollen adecuadamente.

Las campañas electorales son competencia libre, basada en ideas y propuestas. La compra de votos y uso de tácticas desleales están prohibidas. Los medios de comunicación son responsables de ofrecer acceso equitativo y cobertura imparcial.

El día de las elecciones es el momento culminante del ciclo electoral. En esta etapa, la integridad electoral debe ser defendida con mayor celo. El proceso de votación debe protegerse contra cualquier forma de artimaña ilícita o intimidación. Garantizar la confiabilidad y resguardar la privacidad de los votantes es obligación.

Verificación y recuento de votos deben ser seguros, accesibles al ciudadano, con la participación de múltiples actores. La presencia de testigos de las diferentes corrientes políticas, garantizan la rectitud de este proceso crucial, para la defensa de la voluntad ciudadana.

Establecer dispositivos para resolver disputas; tribunales y Poder Electoral deben estar disponibles para recibir quejas y tomar medidas que hubiere a lugar, en caso de irregularidades, deben ser sancionadas de manera ejemplarizante.

La integridad electoral es pilar de la democracia, fortalece la transparencia, equidad y confianza en los procesos de sufragio. Es responsabilidad de los gobiernos, actores políticos y sociedad en su conjunto, trabajar para garantizar la rectitud electoral. Piedra angular y sin ella, la confianza en las instituciones se desvanece y la voluntad del pueblo queda en entredicho.

Se requiere un compromiso constante de instituciones y ciudadanos para preservar la honradez electoral, que avale, los elegidos representen la voluntad de aquellos a quienes sirven; así la democracia florece en su potencial. Integridad y ciclo electoral están intrínsecamente ligados, y juntos, son cimiento de la permanencia democrática.

@ArmandoMartini