En nuestro último encuentro, un domingo, como de costumbre en su casa de la subida al Alto Hatillo, pocas horas antes de su muerte, Simón Alberto Consalvi me regaló el manuscrito de su último libro, aún sin editar: La guerra delirante de los compadres. La caída de don Cipriano / La traición de don Juan Vicente, 1908. No es inoportuno citar su epígrafe: “Le defiende un poco el ímpetu y el bárbaro coraje con que defendió la dignidad de la Nación en uno de los peores días de su historia”, que firmara don Mariano Picón Salas, autor de esa extraordinaria referencia al Cabito, extraída de su obra Los días de Cipriano Castro. Una lectura que debía ser referencia obligada en quienes creen detentar el poder en estos días de Nicolás Maduro, un agente de los servicios de información del G-2 cubano, ni siquiera nacido en Venezuela. Y en los que yendo a redropelo del ejemplar patriotismo del impetuoso, carismático y valeroso personaje que dio inicio a los importantes gobiernos de personalidades civiles y militares andinas –Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Marcos Pérez Jiménez, que arrebatándole el protagonismo histórico a los llaneros cambiaron en 180 grados el curso de la historia de Venezuela–. Para volver a caer en manos llaneras con el asalto al poder del teniente coronel Hugo Chávez y su derrocamiento al último de los grandes políticos andinos, Carlos Andrés Pérez.
Simón Alberto Consalvi, el último de los andinos -intelectual, periodista, diplomático y político como los que con su muerte desaparecieran del mapa venezolano-, recuerda en esa, su última obra, la importancia decisoria del panorama internacional en el curso de la vida política nacional. Condena impuesta por nuestra dependencia petrolera y la entrega de sus fuentes a importantes consorcios norteamericanos. Y destaca el valor con que el Cabito asumió las riendas de un país asediado por las potencias imperiales. Cuando las naves de guerra de norteamericanos, ingleses y alemanes no le pedían permiso a su gobierno para apostarse a devastadores tiros de cañón de nuestro territorio.
No recomiendo su lectura por un prurito de historiador. Lo recomiendo con la intención de contribuir al fortalecimiento de los sentimientos patrióticos –si los tuvieran– de quienes se atribuyen la dirección de nuestra sociedad. La que desde su nacimiento republicano recurrió a pedir el auxilio de las grandes potencias extranjeras, sobre todo inglesas y francesas –para enfrentar el colonialismo español, que la asfixiaba. Y no lo pedía un conservador: lo pedía el propio Libertador, consciente de lo que ya se ha hecho frase coloquial de María Corina Machado: “Solos no podemos”. Honesta confesión de una impotencia impuesta por las circunstancias.
Henrique Capriles, en entrevista con el periódico español El País, ha vuelto su mirada a la Comunidad Europea, y la ha convocado a asumir su parte de responsabilidad en la liberación de Venezuela. Una oportuna solicitud que debiera ser respaldada por todos los factores opositores venezolanos. Y asumida en una cruzada diplomática por todos los embajadores del gobierno interino. Sobretodo a partir de la reelección de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, de cumplirse en noviembre la victoria que pronostican las encuestas.
La masiva abstención que se verificará ante el fraudulento proceso electoral convocado por el régimen, nos proveerá del marco político adecuado a esa ofensiva diplomática. Y buena sería la hora para que el gobierno interino, recordando el coraje y la valentía de Cipriano Castro, asumiera la tarea de enfrentarse al imperialismo soviético y castrocomunista poniéndole frente con la decisión de armar una gran ofensiva liberadora en América Latina.
@sangarccs