En el mundo globalizado de hoy, donde las economías de escala determinan el liderazgo económico y geopolítico, la Hispanidad ocupa una posición marginal a los centros de poder. La nación panhispana no podrá alcanzar el sitio que le corresponde sin una real y efectiva unión económica, social y política.
El día 12 de octubre del corriente año tuve la oportunidad, por vez primera, de asistir a la conferencia Hispanidad Cartagena, en la linda autonomía española de Murcia.
Durante el programa comercial se firmaron sendos acuerdos de cooperación técnica y comercial entre el Puerto de la Bahía de Subic, en Filipinas, y el de Cartagena, sentando las bases del restablecimiento de la ruta comercial que, cuando todos éramos parte de la potencia mundial conocida como la Corona Hispánica, se llamara el Galeón de Manila. Igualmente, se firmó el Convenio Hispánico de Cooperación (cultural y comercial) entre la Cámara de Comercio de Cartagena, la Cámara Filipino-Americana de Florida Central, la Confederación de Cámaras Filipino-Americanas y la Cámara Hispana de Comercio de Luisiana con lo que pretendemos dar inicio al lanzamiento de la potencialidad estratégica global de la hispanidad. Estas semillas que se han plantado en terreno fértil solo crecerán hasta alcanzar la relevancia que le corresponde, al incorporar puertos, cámaras de comercio e institutos de desarrollo económico del continente americano que conviertan este convenio en la herramienta catalizadora de desarrollo económico endógeno hispano globalmente.
Durante el programa cultural aprendí sobre la historia común que me llenó de orgullo y tristezas: orgullo de las cosas grandes que lograron nuestros ancestros comunes, y tristezas por las grandes oportunidades que hemos dilapidado en los últimos 200 años por nuestra falta de visión global. Son 300 años de historia común que la narrativa oficial republicana venezolana resume en un capítulo fugaz en educación media, además de ser presentada altamente sesgada por la leyenda negra antiespañola, acuñada por nuestros adversarios históricos y utilizados por nuestros héroes republicanos para justificar el cisma de 1811. Pude constatar que el concepto de Venezuela, como gentilicio y entidad política, no comienza en 1811 con la declaración de la Independencia, ni siquiera en 1810 cuando el Cabildo de Caracas asume el gobierno en nombre del rey Fernando VII, sino en 1777 de la mano de Su Majestad Católica Carlos III, el 8 de septiembre (por cierto, día de nuestra venerada Virgen del Valle). Antes de tal cédula real, éramos un conglomerado de provincias divididas entre Bogotá y Santo Domingo. Pude constatar que éramos parte importante de un Estado donde no se ponía el sol, que cual portaviones navegaba respetado por el mar de la geopolítica mundial. Entendí entonces que ese gran navío, a partir de 1811, por errores de aquí y de allá, se arrojó contra las rocas despedazándose en veintiuna partes de naufragio, cada uno por su lado, y a la merced de fuerzas económicas, sociales, y políticas cuyo mayor interés es mantenernos separados así limitando la competencia por el liderazgo global que representamos unidos. Lo más triste es que nuestros líderes, durante más de 200 años, han sido los grandes colaboracionistas para mantenernos separados y débiles. Nuestro mestizaje (fuente de diversidad demográfica de 500 millones de personas dentro de un marco lingüístico común), nuestros recursos naturales y producción (oro, agua, petróleo, hierro, pesca, ganadería, tecnología, etc.), nuestras posiciones geográficas (en todos los continentes de la tierra) y nuestra lengua común (el castellano, la lengua española, nuestra lengua madre), son las herramientas perfectas para formar un Estado confederado supranacional hispano, autosuficiente en todas las disciplinas y recursos, con un mercado que en 2022 representó 5,4 billones de dólares de acuerdo al Banco Mundial, solo superado por China con 17,8 billones y Estados Unidos con 25,5 billones.
En Héroes de Cavite e Venezuela Hispanista, hombres y mujeres de todas las disciplinas y edades, nos hemos dado cuenta de que para construir la unidad indispensable para ocupar el lugar que nos corresponde en el presente estado de la geopolítica mundial, tenemos que partir de la base de los ciudadanos. El profesor Carlos Leáñez Aristimuño en su conferencia «La lengua española: factor de poder mundial» (https://youtu.be/m7YxghKArM4?si=LJNsHJjfdESQTi5N) nos invita a crear un ecosistema donde todos los hispanos tengamos libre circulación, una silla permanente en el consejo de seguridad de la ONU, defensa común, minimizando anglicismos inútiles, y con coordinación de nuestros reclamos territoriales. A eso, yo agregaría una unión aduanera, moneda común y un Estado supranacional funcional. Tenemos desde ya que redescubrir nuestra historia común, nuestras raíces hispanas, sin complejos y, desde allí influir a nuestros líderes de todas las corrientes políticas a avanzar hacia la creación de la Confederación de Estados Hispanos. Los venezolanos tenemos una responsabilidad especial, pues fuimos los primeros en romper la unión; por lo tanto, seamos los primeros en reedificarla. Avancemos todos hacia una estirpe, una lengua y un destino.
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