En nuestra realidad son tan distintos y tan iguales los planteamientos y las personalidades y las fuerzas políticas y sociales que lo importante es complementarlas, concatenarlas, engranarlas, articularlas o ensamblarlas. No basta con caracterizar al actual régimen como una dictadura y soltar la retórica de rigor, llena de consignas ingeniosas, como si el presente fuese un torneo sabatino en un estadio de béisbol, dirimido entre el jolgorio de las cervezas y los batazos.
La prolongada crisis política contemporánea de Venezuela es demasiado seria para creerla una diversión, o para creer que la recuperación de la democracia se hace como quien juega a la lotería. De existir realmente libertad de expresión y respeto por los diferentes medios de comunicación social y sus trayectorias, hace tiempo atrás nos hubiésemos percatado que son pocas las diferencias entre los factores políticos del país y demasiadas las coincidencias. Esto se basa en tres razones básicas: primero, demasiada lógica la opción de un modelo de apertura económica para salir del atolladero socialista de un cuarto de siglo; le sigue la necesidad de un vasto programa de emergencia social para cubrir los más elementales requerimientos alimentarios de la población; y, por último, la prestación de un servicio médico-hospitalario, agregándole el odontológico, con especial referencia a los niños y a los adultos de la tercera edad. Las diferencias son mínimas en cuanto a los tiempos y el alcance del Estado.
También debemos aceptar que todos deseamos salir de esta situación. Las diferencias son tácticas y estratégicas, pero una inmensa mayoría de la dirigencia política y social aspira a un cambio, una ruptura, una transformación del orden actual. ¿Los hay que hacen negocios muy gordos con el gobierno? Claro que sí, pero no alcanza tampoco para todos, constituyen una minoría de desvergonzados, cuatro gatos si los comparamos con los chavistas y maduristas de siempre que esperan todavía por un favorcito y un privilegio, y con el resto de los millones de venezolanos que viven desesperados por el solo hecho de sobrevivir.
Complementar es una mejor expresión para la unidad, incluyendo la legítima vocación de poder de las individualidades que lidian con el país, viven en el país, y se expresan desde el país mismo. Es tiempo de redescubrir en qué son buenos unos y otros para que los mejores estén al frente de la faena. Porque ya hemos vivido demasiado de los aventureros que aparecen de la nada como los grandes salvadores de la patria y terminan negociando o buscando su más rápido interés personal, y, al final, les basta con pedir asilo y vivir la gran vida en el exterior y nuevamente comienza la decepción y la búsqueda de nuevos o viejos liderazgos que continúan dando la batalla donde les corresponde Este círculo incesante crea una gran desilusión en el ciudadano hacia la clase política, perdiendo lo más básico que es la conexión ciudadana que debería existir entre ambos.
En el país, la mayoría de la oposición ha resistido, insistido y persistido en la unidad como salida real de un régimen excluyente y destructivo. El tiempo de reconstrucción de una verdadera unidad no ha caducado, por el contrario, estamos transitando el tiempo donde más falta hace. Por ello, es imprescindible que todos los factores o todas las fuerzas vivas del país se reúnan para lograr una verdadera cooperación, donde los canales de comunicación no sean solamente para el beneficio del aparato político, o donde la agenda sea solo para el beneficio de un sector, hay que ampliarlo al ámbito social donde se discutan los verdaderos problemas de abajo hacia arriba. Esta relación más igualitaria servirá para que el ciudadano vea que realmente todos los sectores están trabajando unidos para mejorar la calidad de vida del venezolano, y solo así cambiaría la visión y la conexión hacia el sector político.
IG/X: @freddyamarcano