Cuando un gobierno deja de ser legítimo, los países que tienen relaciones con ese Estado se ven obligados a tomar una decisión. Deben reconsiderar todos los factores en juego para mantener o terminar las relaciones, un proceso que puede ser largo y complicado.
Los casos extremos normalmente se producen por razones doctrinarias conducentes a posiciones de intransigencia.
No pocas veces se asoman razones de alianza por situaciones de guerra.
En los últimos tiempos de posguerras mundiales se sujetan Estados Unidos y la Unión Europea a sus reglas de participación conjunta.
Todo lo anterior viene a colación por lo que ocurre en Venezuela desde el 28 de julio, tratando de ver el panorama real en cuanto a las relaciones del madurismo con China y Rusia, frente a los intereses de Estados Unidos y de la Unión Europea. Lo primero que destaca es la decisión del presidente Biden, que según dos breves notas de prensa ha mostrado clara y firme intención de proceder drásticamente contra el régimen madurista, aparte de lo que ha declarado el próximo presidente Trump.
Al otro lado están los países democráticos no pertenecientes a la OTAN, que en gran mayoría muestran rechazo al madurismo.
Pero los presidentes de Brasil, Colombia y México quieren viajar a Caracas para asistir a una juramentación que Maduro no debe hacer y que ellos no pueden presenciar porque sus propias leyes solo les permiten viajar para participar en un acto legal.