Al preguntar si ¿los humanos tenemos conciencia? La segura respuesta sería “Sí”. Pero al indagar si los animales también la tienen, obtendríamos muchos “No”, como réplica. Ahora bien, si la interrogante fuera: ¿Si alguien o algo sabe comportase tendría algún tipo de conciencia? ¿Qué responderías?…
En otro sentido, muchos filósofos, líderes religiosos o científicos afirman que la diferencia entre humanos, animales y plantas es que nosotros somos seres conscientes, y los otros seres vivientes no. Pero ¿es eso cierto?…
Veamos nuestro cuerpo. Somos un ser viviente compuesto desde un punto de vista biológico por organismos con vida propia: las células. Ellas no serían conscientes, ni saben que están dentro de un cuerpo vivo y con conciencia propia, y que además este ser humano sabe que ellas existen y forman parte de él. Podríamos entonces preguntarnos: ¿Ellas —las células— saben que forman parte de cada uno de nosotros? Pensemos en algo: Cada uno de nosotros —los humanos— tenemos conciencia y entendemos que somos parte del cosmos, pero ¿estamos conscientes que si el Universo posee una suprema conciencia, la nuestra puede formar parte de ella?
Lo primero: ¿El Universo es un ser consciente?
La idea de una conciencia universal que dirige las leyes del Cosmos ha sido una constante en diversas tradiciones filosóficas y espirituales. En términos científicos, esta hipótesis podría alinearse con la Teoría del Campo Unificado, o la Teoría del Todo, que procuran describir todas las fuerzas fundamentales del Universo dentro de un solo marco verificado y coherente. La idea es encontrar una teoría que integre todas las interacciones fundamentales en una sola explicación comprensible.
Albert Einstein
Fue uno de los primeros en buscar una teoría del campo unificado. Después de formular la de la relatividad general. Einstein pasó las últimas décadas de su vida intentando desarrollar una teoría que también incorporara el electromagnetismo. Einstein, hablando sobre la religión y Dios, en una respuesta a un telegrama del rabino Herbert S. Goldstein en 1929, señaló: «Yo creo en el Dios de Spinoza«, refriéndose a lo afirmado por Baruch Spinoza, un filósofo neerlandés del siglo XVII, quien tenía una visión panteísta de Dios, donde Dios y el Universo son esencialmente lo mismo, porque veía a Dios no como un ser personal y antropomórfico, como lo vemos en el centro de la Capilla Sixtina en “La Creación” de Miguel Ángel, sino como una entidad subyacente del universo, presente en todas las cosas. Así, Einstein encontraba la espiritualidad en la naturaleza racional y ordenada del Universo. La referencia de Einstein al Dios de Spinoza implica una creencia en la idea de que el Universo mismo es divino.
Stephen Hawking
Buena parte de los científicos y físicos afirman que el Universo surgió de una gran explosión, el denominado “Big Bang”, y calculan que esto habría ocurrido, en tiempo terrestre, hace casi 15 mil millones de años. Otros científicos, elaboran teorías de un “universo cíclico” que repetiría principios y finales sucesivamente, tal vez infinitas veces, o de varios e infinitos universos, o del multiverso. Si nos atenemos a lo expresado por estas tesis, podría ser que el Universo fuera infinito y existiría desde siempre, lo que señala que no fue creado, por lo que nadie fuera de él lo creó.
Si no fuera infinito, y tuviera un punto de partida, entonces tendría sentido el concepto de Stephen Hawking cuando en 2009, en su libro «La teoría del todo«, expresó que el Universo estaría completamente autocontenido, afirmando que no hay nada fuera del Universo. Hawking prefería pensar que el Universo se creó a sí mismo, antes de que “alguien” lo creara.
En nuestra opinión, Hawking expresaba que sí llegara a pensar en un “creador” del Universo, prefería suponer que el Universo se hizo a sí mismo, lo que nos indica que para él, existía la hipótesis de que el Universo sería en realidad su propio “creador”, que por antonomasia es el concepto que primero define a Dios.
En consecuencia, nosotros pensamos que si lo planteado es que el Universo se creó a sí mismo es porque posee una conciencia: la Conciencia Universal, dado que es un ser viviente que comprende toda la vida, toda la materia y todas las conciencias de todo y de cada uno de sus elementos. Es algo más que la suma de las partes: Es Dios.
Por otro lado, si se acepta la noción de que no hubo un principio porque el cosmos es infinito y eterno, entonces tendría que existir una conciencia suprema del Universo que lo rija. Lo cual nos lleva a la definición de que el Universo sería Dios, en ambos casos.
Universo y conciencia
En el ámbito de la física cuántica, algunos teóricos han postulado que la conciencia podría ser una propiedad fundamental del Universo. David Bohm, un físico teórico y filósofo, propuso la existencia de un «orden implicado», una realidad implícita en el concepto de que todo en el Universo está interconectado. Según Bohm, lo que percibimos como objetos separados y eventos en el espacio-tiempo son simplemente manifestaciones de este ordenamiento absoluto y unificado.
¿La voz de la conciencia?
¿Existe una conexión entre la conciencia individual y la conciencia universal? Si aceptamos la posibilidad de una conciencia universal, surge la cuestión de cómo podría estar conectada con la conciencia individual de cada ser humano. Esta idea de que la conciencia personal está vinculada a una conciencia suprema puede encontrarse en varias tradiciones místicas y espirituales, como el Vedanta en la filosofía hindú, que postula que Atman —el ser individual— es idéntico a Brahman —la realidad suprema— al igual que las religiones abrahámicas, entre ellas el cristianismo, que indica que fuimos hechos a semejanza del Creador.
Desde el punto de vista de la ciencia, la hipótesis de que todas las conciencias individuales están conectadas a través de un campo cuántico universal indica que nuestras mentes podrían interactuar con este campo, influenciándonos mutuamente. Lo que podría proporcionar una base científica para revelar los fenómenos como la intuición, la telepatía y otras experiencias que desafían la explicación convencional, y lo más importante, responder ¿si podemos comunicarnos con la conciencia universal y/o la Divina Providencia?
Investigaciones recientes en neurociencia y física han comenzado a explorar estas conexiones. Un estudio encontró que la actividad cerebral puede sincronizarse entre individuos durante la comunicación, lo que sugiere una forma de resonancia interpersonal. Este fenómeno podría extenderse a un nivel más completo si consideramos la interconexión cuántica planteada en la Teoría de las Cuerdas.
Como seres humanos, estamos conscientes de nosotros mismos, y la mayoría de la humanidad cree que existe un Creador, el cual tendría una conciencia suprema. ¿Llegó la hora de preguntarnos si estamos ante una conciencia colectiva, o de una conciencia cósmica del Universo como un ser viviente? Todas las creencias y la ciencia han tratado de definir o esclarecer lo que es la conciencia, alma, existencia, o espíritu durante más de 12 mil años de civilización. Todavía no se sabe a ciencia cierta. Esto es lo que pensamos, por ahora…
El ser humano sabe cómo comportarse
La conciencia juega un papel crucial en la regulación del comportamiento porque cuando un ser humano sabe cómo comportarse, esto indica varios niveles de conciencia, pensamiento, razón, y cognición.
La conciencia se define como la capacidad de un ser para darse cuenta de sí mismo y de su entorno. Incluye la habilidad de experimentar sensaciones, emociones y pensamientos de manera subjetiva. Cuando decimos que una persona aprende a desenvolverse, actuar y proceder, nos referimos a que es consciente de las normas sociales, expectativas y contextos que dictan su comportamiento.
La autoconciencia es la capacidad de reflexionar sobre uno mismo, comprender las propias emociones y pensamientos, y evaluar las acciones en los demás. De esta manera una persona es capaz de anticipar cómo sus acciones serán percibidas por los otros y ajustar su conducta a ello.
La conciencia social implica la capacidad de comprender y responder a las emociones y comportamientos de otras personas. Esto integra la empatía, la capacidad de reconocer las señales sociales y el conocimiento de las normas y expectativas del grupo social.
Mecanismos Cognitivos y Neurobiológicos
La relación entre conciencia y comportamiento también puede ser examinada desde una perspectiva neurobiológica. Diversas estructuras cerebrales están involucradas en la regulación del comportamiento consciente como la corteza prefrontal, una región del cerebro que juega un papel clave en la planificación, la toma de decisiones y la regulación del comportamiento. Esta área está asociada con funciones ejecutivas que permiten a una persona considerar las consecuencias de sus acciones y comportarse de manera adecuada. Además, El sistema límbico, que incluye estructuras como la amígdala e hipocampo, está involucrado en la regulación de las emociones y la formación de los recuerdos.
Las emociones son una parte integral de la conciencia y pueden influir en el comportamiento de manera significativa. La conducta consciente también se forma a través del aprendizaje y la experiencia. Los seres humanos aprenden de manera adecuada observando y emulando a otros, recibiendo retroalimentación y ajustando su comportamiento en función de las consecuencias.
El condicionamiento social se refiere al proceso por el cual los individuos aprenden a comportarse de acuerdo con las normas y expectativas de su cultura o sociedad. Esto incluye la internalización de valores y reglas sociales. Las experiencias personales también juegan un papel crucial en el desarrollo del comportamiento consciente. Las interacciones con otros, las experiencias educativas y las situaciones de vida diversas contribuyen a la formación de una comprensión consciente de cómo comportarse.
Decir que un ser humano sabe cómo proceder y actuar significa que posee un nivel de conciencia que le permite entender y adaptarse a las normas y expectativas de su cultura. Esta capacidad es el resultado de la interacción de múltiples factores, incluyendo la autoconciencia, la conciencia social, los mecanismos neurobiológicos, y el aprendizaje a través de la experiencia.
La conciencia, tanto a nivel individual como social, es esencial para la regulación del comportamiento. A través de la autoconciencia y la empatía, los seres humanos ajustamos nuestra conducta y participamos de manera efectiva en la vida, buscando la mayor felicidad posible.
Las células también saben comportarse
El cuerpo humano está conformado por trillones de células, cada una especializada en funciones específicas. Las células hepáticas —hepatocitos— y las neuronas del cerebro son sólo dos de los casos que acotaremos. Aunque ambas células son fundamentales para la supervivencia y el buen funcionamiento del organismo, sus roles y comportamientos son significativamente diferentes, reflejando su complejidad y la del ser humano que las alberga.
Los hematocitos
Las células hepáticas son incansables y saben que hacer para que el órgano funcione y para proteger al hígado. Los hepatocitos representan aproximadamente el 80% del volumen del hígado. Estas células desempeñan una variedad de funciones críticas, incluyendo la desintoxicación, el metabolismo de nutrientes, la producción de proteínas plasmáticas y la regulación de la homeostasis de la glucosa. Además, metabolizan carbohidratos, lípidos y proteínas, convirtiéndolos en energía y componentes esenciales para el cuerpo. De igual forma, descomponen sustancias tóxicas, medicamentos y el alcohol, transformándolos en compuestos menos dañinos que pueden ser excretados. Asimismo, estas células producen bilis, un líquido esencial para la digestión de grasas. La bilis se almacena en la vesícula biliar y se libera en el intestino delgado para emulsificar las grasas, facilitando su absorción.
El hígado sintetiza varias proteínas plasmáticas importantes, como la albúmina y los factores de coagulación. Estas proteínas son esenciales para mantener la presión osmótica sanguínea y la coagulación adecuada. Por si fuera poco, los hepatocitos juegan un papel clave en la regulación de la glucosa en sangre. Almacenan glucosa en forma de glucógeno y la liberan según sea necesario para mantener niveles estables de azúcar en sangre. ¿Todo ello es instintivo?…
Neuronas: Los Mensajeros del Cerebro
Las neuronas son las células principales del sistema nervioso, responsables de la transmisión y procesamiento de información a través de señales eléctricas y químicas. El cerebro humano contiene aproximadamente 86 mil millones de neuronas, cada una conectada con miles de otras, formando una red compleja y dinámica: La Red Neuronal. Las neuronas transmiten señales eléctricas a lo largo de sus axones. Estas señales se propagan rápidamente gracias a la mielina, una sustancia que aísla los axones y acelera la conducción. De igual manera, convierten señales eléctricas en químicas liberando neurotransmisores, que cruzan el espacio sináptico entre ellas y estimulan los receptores en la neurona postsináptica. Este proceso permite la comunicación precisa y rápida entre neuronas, esencial para todas las funciones cerebrales, desde el movimiento hasta la cognición y la emoción.
Las neuronas son capaces de modificar sus conexiones y fortalecer sinapsis en respuesta a experiencias y aprendizajes, un fenómeno conocido como plasticidad sináptica. Esto es primordial para la memoria, el aprendizaje y la adaptación a nuevas situaciones. A diferencia de las células hepáticas, las neuronas tienen una capacidad limitada para regenerarse. Sin embargo, algunas regiones del cerebro, como el hipocampo, pueden generar nuevas neuronas a lo largo de la vida en un proceso conocido como neurogénesis. ¿Todo ello es instintivo?
Las células y el ser humano
El trabajo de las células hepáticas y las neuronas puede compararse con las funciones generales de un ser humano en una sociedad. Los hepatocitos serían como trabajadores en una planta de procesamiento industrial, manejando una amplia gama de tareas desde la producción y transformación de sustancias químicas, hasta la eliminación de desechos. Su trabajo incansable asegura que el cuerpo mantenga un entorno interno limpio y funcional, similar a cómo una planta industrial sostiene una ciudad proporcionando bienes y servicios esenciales.
Las neuronas, por otro lado, se asemejan a los sistemas de comunicación y procesamiento de datos en una sociedad moderna. Son responsables de la transmisión rápida y eficiente de información, permitiendo la toma de decisiones y la coordinación de acciones complejas. Al igual que las redes de comunicación permiten que las sociedades modernas funcionen, las neuronas aseguran que el cuerpo responda adecuadamente a estímulos internos y externos, facilitando funciones desde el pensamiento crítico hasta el movimiento coordinado.
Aunque las células hepáticas y las neuronas tienen funciones muy diferentes, ambas son esenciales para la vida y el funcionamiento de nuestro cuerpo humano. Esta comparación refleja la complejidad y especialización de las células que componen nuestro cuerpo, trabajando en armonía para sustentar y dar bienestar y felicidad a la vida humana. No podemos dejar de mencionar que las células contienen ADN, que es el material genético esencial para la vida. El ADN, Acido Desoxirribo Nucleico, se encuentra en el núcleo de las células eucariotas y en el citoplasma de las células procariotas. El ADN lleva las instrucciones necesarias para el desarrollo, funcionamiento, crecimiento y reproducción de todos los organismos y la supervivencia de la especie.
Más interrogantes
Definitivamente, las células saben comportarse y qué deben hacer, cuándo y cómo. Surgen las interrogantes: ¿Quién las dirige?¿Es un comportamiento instintivo de cada célula, un microorganismo sin cerebro? Si es así, ¿dónde en su micro dimensión está el control de su comportamiento? Alguno dirá: ¡Se rige por las leyes del Universo!… y volvemos a lo mismo: Si el Universo escribió las leyes de todo cuanto existe y dirige todo cuanto acontece en su seno, entonces ¿El Universo tiene conciencia de lo que hace? ¿Es la suprema conciencia?
Conciencia en el comportamiento atómico
Normalmente se afirma que los átomos, como entidades físicas, no poseen conciencia aunque «saben» cómo comportarse. Los átomos se conducen de acuerdo con las leyes físicas atómica y cuántica, que determinan cómo interactúan y se combinan para formar moléculas y estructuras más complejas. Algunos filósofos y algunas creencias explican que este comportamiento de los átomos está regido por esas leyes físicas pero no por una conciencia. Los átomos, así seguirían las leyes de la mecánica cuántica y la física clásica.
La mecánica cuántica describe la conducta y la actuación de los átomos, las partículas subatómicas, incluidos los electrones, protones y neutrones que los componen. Principios como la superposición, el entrelazamiento y la dualidad onda-partícula son elementales para entender cómo se conducen los átomos a nivel cuántico.
El principio de incertidumbre de Heisenberg establece que es imposible conocer simultáneamente la posición y el momento exactos de una partícula. Esto influye en cómo los electrones se distribuyen alrededor del núcleo atómico en «nubes de probabilidad«, un concepto de la mecánica cuántica que describe la región en el espacio donde es más probable encontrar un electrón en un átomo. En los niveles de energía cuántica los electrones ocupan cotas discretas, y las transiciones entre estos niveles están “cuantizadas”. Esto permite los fenómenos como la emisión y absorción de luz por los átomos.
Por otro lado, las fuerzas electromagnéticas son responsables de la atracción entre electrones y protones, manteniéndolos en órbita alrededor del núcleo. Estas fuerzas también exponen las interacciones entre átomos y moléculas, con diferentes enlaces como el covalente, compartiendo los electrones entre diferentes átomos, el enlace iónico que permite la transferencia de electrones de un átomo a otro, creando iones que se atraen mutuamente, o el enlace metálico, que se da cuando los electrones se comparten libremente entre una red de átomos de este tipo.
Otra característica de los átomos son las interacciones de Van der Waals, que son fuerzas débiles que actúan entre moléculas cercanas y son cruciales para la formación de estructuras biológicas complejas. En cuanto a las leyes de la termodinámica y el equilibrio, los átomos y moléculas tienden a proceder de manera que minimicen su energía total y maximicen la entropía, de acuerdo con estas leyes. La primera ley de la termodinámica establece que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma y la segunda que la entropía del universo aumenta, lo que implica que los sistemas tienden hacia estados de mayor desorden y menor energía libre.
Como apreciamos, los átomos que algunos filósofos o creencias afirman que no tienen conciencia, ¡si «saben» cómo comportarse! Las preguntas claves que debemos hacernos entonces son: ¿Cómo y quién estableció esas leyes del comportamiento atómico?, y la otra: ¿Qué es realmente la conciencia, quienes —o que cosas— la poseen, y quién la creó?… Ambas respuestas conducen —en última instancia— a que las conciencias junto a todo cuanto existe, forman parte del Universo, creado por sí mismo, o por una deidad.
La ciencia y la física cuántica
Mas reciente, la teoría de cuerdas es uno de los enfoques más prominentes en la búsqueda de una teoría del campo unificado. Propone que las partículas fundamentales no son puntos sin dimensiones, sino pequeños «hilos», ondas o cuerdas que vibran en diferentes modos en todo el universo. Estas vibraciones determinan las propiedades de las partículas, entre ellas el poder de cada partícula de estar en distintos espacios-tiempo, a la vez.
La teoría de cuerdas intenta unificar todas las fuerzas y partículas en un solo marco teórico. Una extensión de la teoría de cuerdas es la teoría M, que sugiere que las diferentes versiones de la teoría de cuerdas son manifestaciones de una teoría más fundamental que opera en por lo menos 11 dimensiones. Otro enfoque es la gravedad cuántica de lazos, que intenta cuantificar el espacio-tiempo mismo. A través de diversas aproximaciones como la teoría de cuerdas y de la gravedad cuántica de lazos, los científicos cuánticos buscan una descripción única y coherente de todas las fuerzas fundamentales. Aunque el camino hacia esta unificación completa sigue siendo un reto, los avances en esta área continúan extendiendo los límites de nuestro entendimiento del universo.
Los animales, las plantas y las cosas
La noción de que todo, desde los animales y las plantas hasta los objetos inanimados, posee algún nivel de conciencia puede parecer audaz, pero al observar detenidamente el comportamiento de todo lo que existe, surge una verdad o al menos una probable hipótesis. Cada ser vivo exhibe un comportamiento distintivo que sugiere algún nivel de conciencia. Los animales también muestran comportamientos complejos y adaptativos que reflejan su entorno y necesidades. Incluso, algunos poseen conciencia de sí mismos. Los animales tienen sistemas nerviosos que procesan información y permiten respuestas adaptativas o de supervivencia. Este procesamiento puede considerarse como un grado de conciencia, donde el animal reconoce su entorno y actúa en consecuencia para sobrevivir y reproducirse, o sea, conservar su especie.
Las plantas, aunque aparentemente estáticas, actúan en consecuencia a estímulos externos como la luz, el sonido y la gravedad mediante movimientos y cambios orgánicos. Muestran comportamientos como el fototropismo —crecimiento hacia la luz— y la gravitropismo —respuesta a la gravedad—. Aunque carecen de un sistema nervioso central, las plantas poseen redes de señalización que les permiten dar respuesta a estímulos externos, apuntando hacia una desapercibida forma de conciencia basada en la química y la biología celular. En el presente, se estudia e investigan las comunicaciones entre ellas.
Como observamos, y como lo mencionamos, átomos y partículas subatómicas, o las células, siguen patrones de comportamiento definidos por “las leyes universales”. En el nivel más elemental, los átomos, partículas y subpartículas subatómicas, o las células se mueven y se comportan siguiendo patrones establecidos. Este comportamiento, aunque no consciente en el sentido tradicional, sigue un patrón ordenado y predecible que puede interpretarse como una forma de conciencia también inadvertida. De igual forma las teorías cuánticas han revelado que todas las partículas están interconectadas de una manera fundamental. Y la neurobiología, también indica que las células de un ser están interconectadas. En el caso de los átomos este fenómeno del entrelazamiento muestra que dos partículas pueden influenciarse mutuamente instantáneamente, sin importar la distancia que las separe. Esta vínculo sugiere que todas las cosas en el universo de los átomos están conectadas a un nivel cósmico.
El entrelazamiento cuántico, descrito por Albert Einstein como «acción fantasmagórica a distancia», implica que las partículas pueden estar correlacionadas de maneras que no se pueden explicar por las teorías clásicas de la física. Este fenómeno presume una red universal de conexiones, donde cada partícula está en comunicación con las demás, formando un tejido universal.
La Conciencia Universal
Si aceptamos que todo cuanto existe en el Universo tiene algún nivel de comportamiento y que todo está entrelazado acorde a la física cuántica, podemos postular la existencia de una suma de conciencias de distinto nivel que conformarían la conciencia universal.
Si vemos a Dios como una Conciencia Universal, esta hipótesis lleva a la fascinante y verosímil idea de que Dios no es una entidad separada del Universo, sino la propia totalidad del Cosmos. Cada ser o entidad, con cualquier nivel de conciencia, estaría conectado con esta conciencia universal, formando parte integral de ella. Así como todo cuanto existe es parte del Universo.
Esta visión transforma nuestra comprensión de la espiritualidad. Apunta a que la búsqueda de conexión con Dios es, en esencia, un reconocimiento de nuestra interconexión con el Universo y con todas las formas de existencia.
Cada acción, cada pensamiento, reverbera a través de esta red universal de conciencia, y conlleva una responsabilidad honda en nosotros mismos y hacia el cosmos, aunque conservemos nuestra religión como parte de nuestra cultura y nuestra forma de ser. Lo único que cambia es cómo interpretamos o visualizamos y nos conectamos con Dios, para nosotros la Divina Providencia, el Universo, o un ser viviente y supremo con conciencia propia, la Suprema Conciencia.
¿Estamos dentro de Dios y Él dentro de nosotros?
El don divino de la ubicuidad, que define a Dios presente —a un mismo tiempo— en todas partes, es decir su “omnipresencia”, adquiere un sentido más relevante, ya no es un Dios, que crea desde afuera al Universo, sino que está en cada átomo, molécula, partícula, “cuerda”, elemento, ser viviente, cada conciencia, astros, planetas, estrellas, sistema solar, galaxias, seres de todas las partes del infinito Cosmos y presente en cada célula de nuestros cuerpos. Obviamente Dios está en cada átomo de cada uno de nosotros, y si Dios es el Universo consciente de sí mismo, todos estamos dentro de Él.
La pregunta ahora es: ¿Hasta dónde estaríamos conectados con el Universo?…
Nuestra respuesta: ¡Absolutamente! La verdad es que estamos hechos de partículas de Dios, de la Divina Providencia, de la Presencia. Es decir que, así como formamos parte del Universo, la Divinidad también está presente en nosotros en la totalidad de nuestros cuerpos y conciencias. Estamos palmariamente entrelazados… Estamos dentro de Dios y Él dentro de nosotros.
María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad y de ¿Quién es el Universo?